La ciudad china de Shenzhen, considerada internacionalmente como la capital mundial de la fabricación de tecnología, ha relajado las restricciones impuestas por el COVID-19 con el fin de permitir la reanudación de la producción industrial.
En un anuncio realizado el domingo se detalla un nuevo régimen que exige un resultado negativo en la prueba de COVID-19 de las 48 horas anteriores para acceder a los servicios de transporte público, las tiendas y los espacios públicos recién reabiertos.
Estos lugares funcionarán al 50% de su capacidad durante la próxima semana. Las normas se han introducido después del bloqueo de una semana ordenado el 13 de marzo. Esta relajación se ha producido antes de lo previsto tras provocar una enorme caída en la cadena de suministro tecnológica.
Con este cambio, fabricantes como Foxconn han reanudado su actividad en la ciudad, pero los distritos que aún tienen casos se mantienen fuertemente bloqueados. Excepto los trabajadores esenciales, deben permanecer en casa y someterse a tres rondas de pruebas de COVID-19.
Estas restricciones se mantienen a pesar de que los nuevos casos de COVID son muy bajos. El recuento del domingo fue de solo 66 casos en toda la población de Shenzhen, de más de 20 millones de habitantes.
Los 105 casos registrados el viernes 18 de marzo fueron el mayor total registrado en la última semana, y bastante más que los 11, 27 y 66 casos registrados en los días previos al cierre.
China mantiene una política de eliminación de las infecciones por COVID-19 siempre que sea posible. Aunque la nación entiende el impacto de los cierres en su propia economía (y en la economía mundial), Pekín no tolerará brotes importantes de COVID-19, aseguran desde el gobierno.
Incluso cuando esto significa que el sector de la tecnología se tiene que parar por culpa de 50 casos de COVID en una ciudad de 20 millones de habitantes. El coste que supuso el coronavirus, originado en China, al mundo es algo que no quieren volver a pagar.
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