Generar campos magnéticos portátiles para desviar la radiación espacial potencialmente mortal de los astronautas. Este es el proyecto que ha propuesto Elena D'onghia, astrofísica conocida por sus investigaciones sobre la estructura de la Vía Láctea y nuestro cosmos más cercano.
Su idea, que suena a ciencia ficción, es uno de los 17 proyectos que recibieron financiación el mes pasado en el programa de Conceptos Avanzados Innovadores (NIAC) de la NASA, un programa que invierte en propuestas de alto riesgo y alta recompensa.
Cada proyecto de la fase 1, como el concepto de radiación de D'Onghia, recibió 175.000 dólares para un estudio de nueve meses, mientras que las cinco propuestas que pasaron a la fase 2 recibieron cada una 600.000 dólares para un periodo de dos años.
Dentro de un par de décadas, algunas de ellas podrían madurar lo suficiente como para formar parte de la próxima generación de misiones espaciales. "Su trabajo es realmente cambiar el futuro", dice Ron Turner, asesor científico principal del programa NIAC y analista.
Científicos como D'Onghia exploran ideas descabelladas, pero también deben demostrar su viabilidad y beneficios, explica Turner. La financiación del programa ayuda a estudiar cada aspecto de su propuesta con más detalle para ver qué hay que hacer exactamente para hacerla realidad.
Las propuestas no tienen por qué estar dirigidas a la NASA; por ejemplo, uno de los proyectos financiados en la ronda más reciente es un concepto para defender la Tierra de un asteroide asesino en rumbo de colisión con nuestro planeta. Otros incluyen el envío de un globo espacial a Venus y la creación de una estación espacial plegable.
El proyecto de campo magnético de D'Onghia surgió de conversaciones en una cafetería hace unos años con Paolo Desiati, su colega físico en la Universidad de Wisconsin.
Querían atacar un problema de salud futurista: cuando una nave espacial se dirija a Marte, será bombardeada con partículas cargadas procedentes del sol y con rayos cósmicos que pueden venir de mucho más lejos.
A lo largo de un viaje de aproximadamente nueve meses, los astronautas estarán expuestos a una cantidad significativa de radiación, lo que provocará daños celulares y aumentará su riesgo de cáncer. "Hasta que no resolvamos esto, no iremos a Marte", justifica D'Onghia.
Otro proyecto del NIAC prevé una defensa de emergencia contra un asteroide o un cometa que pueda matar al planeta y que se dirija directamente a la Tierra. Los científicos creen haber detectado al menos el 90 % de los asteroides cercanos a la Tierra de 800 metros de diámetro o más, lo que podría ser lo suficientemente grande como para acabar con la humanidad.
Sin embargo, sigue siendo posible -aunque poco probable- que un objeto tan grande pueda eludir los sistemas de detección hasta que se encuentre con un breve tiempo de aviso, como el cometa de la película de Netflix No mires hacia arriba.
Cuando un objeto está tan cerca, apartarlo con algo como la nave espacial DART de la NASA ya no es una opción. El concepto "PI Terminal Defense for Humanity" de Lubin implica el lanzamiento de un enorme cohete, como el Starship de SpaceX o el Space Launch System de la NASA.
Este desplegaría una serie de interceptores penetrantes en forma de varilla para golpear el asteroide y hacerlo estallar en múltiples oleadas, pulverizándolo. El cohete modificado necesita numerosos interceptores con explosivos u ojivas nucleares.
Si el plan funciona, la roca espacial se rompería en trozos lo suficientemente pequeños como para quemarse en la atmósfera terrestre, en lugar de causar una devastación mundial. "Lo que habría matado a millones de personas es ahora un espectáculo de luz y sonido", dice Lubin.
A medida que él y sus colegas avanzan en el proyecto, Lubin planea trabajar en el diseño del penetrador y utilizar supercomputadoras para simular los efectos de esos impactos del interceptor en un asteroide a una velocidad de 80.000 kilómetros por hora.
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