A los colombianos nos quedó claro que al combo de la ‘gente’ en Tuluá les gusta la fiesta, pero hay que definir con responsabilidad prioridades y obligaciones, y en la actualidad urge atender las necesidades de nuestros campesinos.
Por: Robert Posada Rosero
El alcalde de Tuluá, John Jairo Gómez Aguirre no deja de sorprender con cada aparición pública, como lo hizo el pasado martes cuando indicó en rueda de prensa que los $5 millones que tenía destinados para la feria del 2021 los había tenido que dirigir para el embellecimiento, con la técnica topping, de la carpeta asfáltica de la Transversal 12, ante la imposibilidad de realizar la Feria de Tuluá.
La cifra dada por Gómez Aguirre es francamente desproporcionada, es claro, a juzgar la información que se conoció por medios nacionales sobre la extravagante fiesta realizada el pasado sábado en el coliseo Manuel Victoria Rojas, que les gusta la fiesta y el fandango, pero hablar de $5 mil millones para una feria es un despropósito que solo cabe en la cabeza de quien ignora las verdaderas necesidades de la gente.
Cualquier persona medianamente informada, sin que sea periodista o funcionario, conocería que, en la última feria de Tuluá realizada en el año 2019, se invirtieron $1.622 millones, evento que dejó utilidades por cerca de $300 millones y logró convocar a más de 85 mil visitantes al coliseo de ferias Manuel Victoria Rojas. Lo anterior indica o qué Gómez Aguirre desconoce las cifras del municipio o tenía la intención de “feriar” los recursos de los tulueños.
Adicionalmente, lo responsable y transparente es que el señor alcalde les explique a los ciudadanos de dónde sacó la medio bobadita de $5.000.000.000 millones para una feria, si en repetidas ocasiones él y funcionarios como Llener Darío Borja Mafla, sí, el sancionado por la Procuraduría en primera instancia, han afirmado que recibieron un municipio quebrado y endeudado.
Empero, las incoherencias e insensatez no pararon allí, pues como explicarles a los campesinos de Puerto Frazadas, Barragán, Santa Lucía y demás corregimientos y veredas que hoy se encuentran incomunicados y sin poder sacar sus productos a la ciudad que deben esperar cuatro meses para volver a tener vías porque no hay los recursos para atender esa necesidad sentida, mientras se destinan $5 mil millones para embellecer un corredor vial del casco urbano.
Plausible que haya entendido, por la fuerza de su floja gestión y pésima imagen, que las obras de infraestructura física son sinónimo de desarrollo y bienestar para los habitantes de cualquier ciudad o municipio en el mundo, pero el afán de mejorar la percepción que tiene la ciudadana sobre su gobierno no lo puede enceguecer, ignorando las afugias por las que pasa la comunidad campesina de Tuluá.
Sorprende además que el mandatario local se haya atrevido a decir, sin sonrojarse, que declaró “calamidad pública y urgencia manifiesta para prever los desbordamientos de los ríos Morales, Tuluá y El Horcado”; como carajos va a conocer o suponer una cosa que va a ocurrir, como si los recursos le concedieran el don de la futurología, o será que lo que quiso decir es que intentará aliviar los efectos negativos de unos fenómenos naturales que son impredecibles.
Lamento haberme perdido la rueda de prensa, un divertido espectáculo cantinflesco digno de la caricatura de un alcalde de pueblo, pero si fuera parte de su equipo de asesores sacaría valor y parafrasearía al Rey de España, don Juan Carlos I, y le diría con respeto, “John Jairo, ¿Por qué no te callas?
Adenda: deplorable la actitud asumida por Clara Luz Roldán, quien, ante la gravedad de las irregularidades cometidas por una funcionaria jefe de la Gobernación del Valle, salió a decir en Noticias RCN que le habían hecho un simple llamado de atención, respuesta que evidencia la manera de actuar de los gobernantes que representan los intereses de la exgobernadora Dilian Francisca Toro.
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