La capital de una calculada resistencia

Recorrer las calles de Cali hoy dos de mayo de 2021 es un ejercicio descorazonador, la alegría de quienes celebran en las redes sociales no se ve en las calles, parece que aprendieron el oficio de maquillar la realidad tal y como hacen con sus propias vidas, creando una falsa percepción de la realidad en una capital hipócrita como esta. 

Por: Mauricio Altamirano Montalvo 

Las largas filas en las estaciones de gasolina, la búsqueda de alimentos perecederos y granos en tiendas y supermercados de barrio, los pocos camiones que descargan apio y papas en Santa Helena y el afán de motociclistas y conductores que rebasan semáforos en rojo en las avenidas no dan asomo del entusiasmo pregonado porque Iván Duque Márquez, el presidente más impopular de la historia reciente, cuando retiró la ponencia de reforma tributaria presentada al congreso.  

Asomarse por Puerto Rellena es desgarrador, esperaba ver rostros felices por ese triunfo de las masas, pero lo que encontré fueron rostros duros, muchachos con ganas de seguir peleando contra el Esmad al son de sus hormonas mientras creen vivir el sueño revolucionario, alrededor decenas de personas, entre jovencitas adultos otoñales y señoras llevándoles agua, comida y mas combustible para quemar lo poco que queda en pie del mobiliario público en un cantinflesco intento por emular las gestas de los norteamericanos o los británicos que dotaban de todo a sus guerreros en la segunda guerra mundial. 

Todo este panorama esta lejos de reflejar un triunfo, queda claro que esto estaba premeditado, nadie vio venir con anticipación que Cali reunía los ingredientes y los sazones en un caldero de tres millones de habitantes, bajo los ojos atentos de organizaciones universitarias de izquierda quienes se ofrecieron a activar el botón del descontento legitimados en un paro convocado por las centrales sindicales y crear un efecto de bola de nieve, lo lograron. 

Con solo cuatro días de paro las colas para abastecer combustible ya eran interminables en Cali.

Ni siquiera la amenaza pública que hizo la organización “Univalle Unida” al alcalde Jorge Iván Ospina, cuando le advirtieron que sería peor que lo que sucedió el veintiuno de noviembre de 2019, sirvió para tomar medidas reales, sabían por qué lo decían, llevaban meses preparándose y las instalaciones de la Universidad del Valle le sirvieron a los cabecillas para reunirse y ultimar detalles bajo un campamento desde inicios de abril en el campus, que justificaron pidiendo tonterías al alma mater, los expulsaron, pero el objetivo estaba cumplido. 

La sucursal del cielo es ahora llamada la capital de la resistencia, y es entendible por qué, basta con detenerse a observar como trabajan en los alrededores de todos los puntos de concentración de protestas para identificar a quienes entran la comida y el agua que llevan a montones, los que vigilan los puntos de bloqueo, quienes graban para las redes sociales, los que autorizan el paso de ambulancias y a la prensa no deseada, los que definen la manera de responder a la Fuerza Pública, avanzar o hacer retiradas para que entren nuevos manifestantes mientras los otros toman aliento, todo un despliegue de cartilla subversiva urbana, maravilloso. 

Para quienes aún no comprendan por qué Cali fue el epicentro de esta protesta en Colombia, la respuesta está en tres factores: el primero, es una de las ciudades a la que peor le ha ido con la pandemia, la errónea alcaldía de Jorge Iván Ospina, afectada por los vacíos de la mediocre gestión anterior de Maurice Armitage, donde un comercio abandonado a su suerte, una pésima gestión social y la corrupción rampante son inobjetables; lo segundo, el impacto de los sucesos del 21 de noviembre de 2019 le mostraron a la izquierda radical que el miedo a los saqueos y al vandalismo sumado a la torpe presencia policial eran un aliado y tuvieron razón; lo tercero, la enorme confluencia de organizaciones de derechos humanos en esta ciudad, la cercanía de la siempre presente, soberana e intocable Minga indígena eran garantías de legitimación.  

Vándalos están organizados y cuentan con logística y suministros para resistir.

Capítulo aparte son los vándalos, sus ataques son curiosamente coordinados, ya las autoridades confirmaron que estaban organizados y lograr que se sumaran elementos, entre nativos y venezolanos sin esperanza y sin futuro era fácil, solo era cuestión de decir dónde y cuándo atacar. Sería imposible desvincularlos de la protesta porque atacaban donde no estaban los marchantes pacíficos, creando zozobra en los habitantes que desesperados detenían a unos pocos mientras los verdaderos causantes estaban lejos preparando el siguiente saqueo. 

¿Los muertos? Eran riesgo calculado, más temprano que tarde aparecerían bajo la actitud kamikaze de los que lanzaban piedras y provocaban con arengas e insultos al Esmad, lleno de seres de carne y hueso que cometen el error de emputarse y salir contra el enemigo en una orgia de odio y fervor de ambos lados, solo un ojo critico puede verlo, el efecto domino de la violencia siempre se activa y la muerte llega a cobrar y bajo los manifestantes, ingenuos, esas víctimas serán mártires al estilo Dylan Cruz, toda protesta los necesita, siempre, para señalar al Estado opresor desde sus redes sociales con banderas rojas. 

Hoy domingo, después del anuncio de Duque, se sabe que esto no ha terminado, que casi tres millones de caleños que siguen encerrados en sus casas esperando que esto acabe, sin alimentos, sin servicio masivo de transporte y sin combustible, mientras unos tres mil militantes siguen empecinados en doblegar a un errático y asombrado gobierno bajo el pretexto de unos objetivos políticos, poniendo la alfombra roja para que cierto innombrable personaje pase por ella obteniendo la victoria en el ejecutivo nacional que le ha sido esquiva. 

About Jose Alexis Correa Valencia

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