La contundente victoria de António Costa en Portugal en las elecciones anticipadas del domingo causó asombro. “La mayoría de la sorpresa absoluta”, resumió el diario Público. Incluso puede que cogiera a traición al propio líder socialista, que en la última semana había dejado de pedir un apoyo tan rotundo a los portugueses, a la vista del retroceso que vivía el Partido Socialista en las encuestas. En su discurso de agradecimiento dijo que los votantes habían mostrado “una tarjeta roja” a las crisis políticas. “Los portugueses han mostrado su deseo de tener estabilidad, certidumbre y seguridad”. La emoción del domingo de Costa, abrazado a su mujer y a su hija, indica el impacto que el triunfo tuvo para el propio político, que ha logrado la segunda mayoría absoluta del Partido Socialista desde 1975. “Uno de mis objetivos es reconciliar a los portugueses con la mayoría absoluta”, proclamó.
La economista y analista política Maria João Marques se explica con más facilidad la victoria socialista que las encuestas que no la vieron venir: “La gobernación de António Costa ha sido bastante al centro, y cuando el PS gobierna así, tiene éxito. A pesar de tener el apoyo del Bloco de Esquerda y del Partido Comunista, era un Gobierno con un centro claro, que eran as contas certas (las cuentas ajustadas). En estos seis años la gente vio que no iba a disparatarse como en la etapa de [José] Sócrates [primer ministro socialista entre 2005 y 2011]”. Y añade: “Lo que menos desean los portugueses es volver al tiempo de la austeridad. Por otro lado, el PSD [Partido Social Demócrata, conservador] es visto como un partido al que solo le preocupa lo tecnocrático y económico; eso puede funcionar en momentos de crisis económica. Ahora estamos saliendo de una, pero la sociedad sabe que ha sido por la pandemia y no por culpa del Gobierno”.
Las encuestas que reflejaban una paridad entre PS y PSD estimularon en parte el voto a Costa, a juicio de Marques. “Pero ya en las municipales fallaron mucho, no consigo explicar qué ocurrió con las encuestas. No son responsables de las derrotas ni de las victorias, pero influyen”, comenta por teléfono.
Costa estrenó su campaña pidiendo una mayoría absoluta, pero rebajó sus expectativas cuando vio que perdía apoyo en beneficio de su rival del Partido Social Demócrata, Rui Rio. La distancia entre ambos se fue acortando hasta que llegaron a la recta final en una situación de igualdad que hacía pensar que el cambio de ciclo político en Portugal estaba a la vuelta de la esquina. Llegó a publicarse a una semana de las elecciones una encuesta en la que Rio aventajaba por seis décimas al socialista. En otras, la ventaja de Costa no superaba los cuatro puntos.
Políticos, periodistas y ciudadanos se creyeron las encuestas. Y eso en sí mismo es un factor que influye sobre parte del electorado a la hora de votar. “Entre las encuestas y lo que ocurrió el domingo está el propio impacto de esas encuestas en el comportamiento electoral”, reflexiona José Santana Pereira, profesor de Ciencias Políticas del Instituto Universitario de Lisboa, una universidad pública, que identifica dos posibles efectos. “Por un lado, el posible empate entre los dos principales partidos llevó a una movilización del voto deseoso de influir para desempatar. El aumento de la participación electoral tiene que ver con esto”, explica por teléfono. El domingo votaron casi 300.000 personas más que en 2019, a pesar de que entonces no había pandemia y a pesar de que la ómicron está causando cifras históricas de contagios. Unos 800.000 electores estaban en aislamiento por estar enfermos o ser contactos de riesgo de positivo. El Gobierno les permitió romper el aislamiento para votar.
El otro movimiento electoral que han podido desencadenar los sondeos ha sido la concentración del voto de la izquierda alrededor del PS. “El electorado de izquierdas ha considerado que lo mejor para impedir un gobierno de derechas, sería reforzar al Partido Socialista, ya que la actual crisis política demostró que eso podría no ocurrir con el voto dividido. El resultado es que se ha fomentado el voto útil en la izquierda”, plantea Santana. El nuevo mapa político demuestra, en su opinión, el recelo de los electores de izquierdas ante la llegada al poder de la derecha y al mismo tiempo la desconfianza en el entendimiento de las formaciones que habían integrado la geringonça en el pasado (PS, Bloco de Esquerda y Partido Comunista Portugués). Su división ante la votación de los Presupuestos de 2022, que por vez primera fueron tumbados desde 1975, abrió la puerta a la crisis política que desembocó en el anticipo electoral.
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El politólogo no considera que las encuestas puedan considerarse fallidas. “La literatura científica muestra que algunos electores son muy sensibles a las encuestas. Nunca sabremos si estaban equivocadas o no porque las encuestas retrataban lo ocurrido a mediados de la semana pasada”, indica.
Lo cierto es que en las dos últimas citas electorales de Portugal, las previsiones demoscópicas han estado lejos de la realidad. En las elecciones municipales de septiembre de 2021, ningún sondeo atisbó el cambio de ciclo político en Lisboa, donde el candidato del PSD, Carlos Moedas, arrebató la alcaldía al PS, que llevaba gobernando 14 años. La previsión de que el socialista Fernando Medina podría lograr la mayoría absoluta llevó a la prensa a subestimar a Moedas hasta el extremo de que ninguna cadena de televisión acudió a cubrir el acto de cierre de campaña del antiguo comisario europeo de Investigación, Ciencia e Innovación entre 2014 y 2019. “Ganamos contra todo y contra todos”, proclamó Moedas tras su inesperada victoria.
Filipe Teles, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Aveiro, no reprocha el trabajo demoscópico: “No creo que hayan fallado de forma significativa. Vemos que todas las tendencias relativas a los partidos más pequeños se han cumplido”. La sorpresa, para Teles, es “la dimensión” de la victoria de António Costa, que ningún sondeo anticipó. “Tal vez sea importante destacar que las encuestas realizadas antes del inicio de la campaña se han revelado siempre como más acertadas”, agrega en un correo electrónico.
El tamaño de las muestras utilizadas es uno de los factores técnicos que influyen en la disparidad entre la previsión y la realidad, que cita Mariana Carmo Duarte, doctoranda en Ciencias Políticas en el Instituto Universitario Europeo de Lisboa. Si las muestras son pequeñas, sus márgenes de error se agrandan. La investigadora considera que pesan más en el desfase aspectos “no técnicos”. “Por un lado”, indica por correo, “los propios encuestados a veces aportan incertidumbre. Normalmente, cuando son interrogados sobre su participación electoral es muy raro que revelen que no van a votar. Incluso muchos que afirman votar a determinado partido acaban por abstenerse, lo que distorsiona los resultados de las encuestas”.
Por otro, cita la influencia de los sondeos en la decisión del votante. “Considero reductor decir que las encuestas fallan. ¿No serán los votantes influenciados por los resultados de las encuestas? La divergencia entre el empate técnico que daban las encuestas en Portugal y los resultados que dieron la mayoría absoluta al PS pueden indicar que los votantes tuvieron en cuenta los sondeos para decidir sobre su voto”, apunta Mariana Carmo.
Una rareza en el panorama europeo
La mayoría absoluta del socialista António Costa en Portugal el pasado domingo supone una rareza en un continente cada vez más acostumbrado a los gobiernos en coalición. De los 27 países miembros de la Unión Europea, solo Grecia y Malta cuentan con Parlamentos donde un único partido suma, al menos, la mitad más uno de los escaños.
En Grecia, Nueva Democracia (centroderecha) ganó los comicios de 2019 con el 33,1% de los votos, un resultado que convirtió a su líder, Kyriakos Mitsotakis, en primer ministro. En Malta, desde 2020 gobierna también con mayoría absoluta Robert Abela, líder del Partido Laborista (centroizquierda), cuya formación obtuvo 37 de los 67 diputados que conforman la Cámara.
Portugal, Grecia y Malta no son, sin embargo, los únicos países con un solo partido al frente del Gobierno. Hay otros Ejecutivos liderados por una sola formación, aunque no obtuvieron mayoría absoluta, por lo que requieren de apoyos externos para sacar adelante sus políticas. Son Dinamarca y Suecia, con Gobiernos socialdemócratas, y Chipre, con los conservadores de DISY.
Hay otros dos países europeos, fuera del grupo comunitario, que también cuentan con Gobiernos de mayoría absoluta. Son los casos de Albania, donde en 2021 ganaron los socialistas de Edi Rama, y Moldavia, donde gobierna el Partido Acción y Solidaridad (centroderecha) de Natalia Gavrilita. / PATRICIA R. BLANCO
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