Que Silvio Berlusconi, el hombre omnipresente en la política italiana de las últimas décadas, sueña con acabar su carrera como presidente de la República no es ningún secreto en el país transalpino. Tampoco es nuevo, ya ha fantaseado en otras ocasiones con la jefatura del Estado. Pero esta vez, con el mandato de Sergio Mattarella a punto de concluirse, se ve con opciones y ya ha destapado sutilmente sus cartas y ha puesto en marcha la maquinaria para recabar apoyos, aunque oficialmente se ha limitado a decir que decidirá a primeros de año si presenta su candidatura.
Por el momento no hay aspirantes oficiales, pero el actual primer ministro, Mario Draghi, propuesto por varios exponentes políticos, ha deslizado que estaría disponible para el cargo.
Berlusconi, de 85 años y tres veces primer ministro de Italia, se ha apresurado a descartar un posible y extraño duelo con un rival de la talla y el prestigio del expresidente del Banco Central Europeo. “Draghi está mejor donde está, este Gobierno es un gran éxito y debe continuar así hasta el final de la legislatura”, ha dejado caer. El magnate octogenario está convencido de que tiene posibilidades reales, algo que pocos sostienen, para llegar al palacio del Quirinal, sede de la presidencia de la República. Y sus aliados del centroderecha le permiten seguir soñando susurrándole lealtad. Hace unos días, recibió a figuras destacadas de la coalición derechista de la que él también forma parte en su villa romana para abordar el tema de la elección del jefe del Estado y ofrecer una imagen de unidad.
El ritual suele funcionar a la inversa, son los partidos los que presentan a sus candidatos, por los que después vota el Parlamento. No son frecuentes las candidaturas espontáneas. Además, la historia dice que los primeros nombres que suenan terminan descartados. Pero Berlusconi, el hombre que siempre vuelve, para asombro de los que le han dado por muerto políticamente en decenas de ocasiones, ha demostrado que es un constante desafío al statu quo.
Su camino hacia el Quirinal está lleno de obstáculos. El dueño de Mediaset lleva años manchado por el estigma de la corrupción y las tormentas judiciales. De hecho, las votaciones para la presidencia de la República coincidirán con la celebración de una audiencia del proceso que trata de dilucidar si compró a testigos en un juicio anterior en el que estaba acusado de incitación a la prostitución de menores y en el que fue absuelto en apelación. Es una de las varias causas judiciales que salieron de las famosas noches del “bunga bunga”, aquello que el político y magnate definió como “cenas elegantes”.
Tampoco encajan con el clásico perfil del jefe del Estado, más neutro y diplomático, las constantes y conocidas salidas de tono del viejo Cavaliere y el estilo grotesco que siempre ha mantenido. Como su costumbre de definir al expresidente estadounidense Barack Obama como “guapo y bronceado” o sus pullas del estilo: “Es mejor ser apasionado de las mujeres hermosas que ser gay”.
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“Con respecto a su imagen, su elección para Italia sería un desastre. Hace falta otro perfil, es necesario alguien que la Unión Europea reconozca como confiable, experto, competente”, señala a este diario el politólogo Piero Ignazi. “Siempre ha sido presa de la megalomanía, no me sorprende ahora este movimiento”, añade.
El experto no ve ninguna posibilidad en esta candidatura. “No existe, es una maniobra de presión del centroderecha para tratar de tener más voz en las elecciones y poder de negociación”, señala. Y apunta: “La derecha no tiene personalidades relevantes para presentar para un cargo como el de la presidencia de la República, ni dentro de los partidos políticos que forman la coalición ni fuera de ellos”.
Ignazi se decanta por Draghi: “Durante siete años nos aseguraríamos la presencia de una personalidad relevante, de gran competencia y gran reconocimiento internacional, de segura fe democrática, que son requisitos imprescindibles para un presidente de la República. Pocos reúnen estas condiciones como él”.
El experto señala también el papel clave que el jefe del Estado italiano ha asumido en los últimos años, como árbitro de la política y a la hora de guiar las formaciones de gobierno. “Ya no es algo simbólico como hace tiempo, ha adquirido un papel fundamental en las últimas décadas, por eso elegir al presidente es mucho más importante que en el pasado”.
En general, los analistas mantienen que la elección de Berlusconi para liderar la máxima institución del Estado italiano resulta muy improbable dada su controvertida trayectoria política, empresarial y judicial, que no hacen de él una figura de consenso con opciones de recibir los votos requeridos, dos tercios del Parlamento o una mayoría absoluta a partir de la tercera votación.
Gianfranco Rotondi, un clásico de la Democracia Cristiana y ministro en el tercer y último Gobierno de Berlusconi (entre 2008 y 2011) es, en cambio, optimista con la candidatura del ex primer ministro. En una entrevista en Il Corriere della Sera, el político ha apuntado a las simpatías que despierta el magnate entre las filas del centroizquierda. “La de Berlusconi y la izquierda italiana es una historia de relaciones no conocidas, pero profundas”, ha deslizado. Y ha puntualizado: “Hay diputados del Partido Democrático que me dicen: ‘Uno como [el ex primer ministro Paolo] Gentiloni no me responde tan siquiera al teléfono. Como parlamentario en la oposición, cuando llamaba a Berlusconi, no solo me respondía, sino que resolvió en tres días un problema en mi circunscripción”.
También cree que la dinámica de los juegos políticos para elegir al jefe del Estado puede favorecer a Berlusconi. “Las elecciones del Quirinal son como las votaciones del presidente del banco del pueblo. Algunos votan al farmacéutico porque siempre está disponible, mientras que otros eligen al médico local porque lo consideran un amigo. Son elecciones que se ganan a través de las relaciones, un campo en el que il Cavaliere es imbatible”.
Por lo pronto, Berlusconi ya ha arrancado su campaña para captar apoyos, a su manera y también más allá de las filas amigas. El magnate ha enviado a varios parlamentarios, ministros, dirigentes de partidos y también a algunos empresarios decenas de cuadros de su imponente colección de arte, que conserva en la pinacoteca de su villa San Martino. Son algo más que inocentes regalos navideños que coinciden, además de con la elección del jefe de Estado, con el 50 aniversario de la galería de arte del exmandatario, que incluye cientos de piezas, algunas de gran valor, como un Tiziano valorado en cinco millones de euros.
Su intención es reforzar las relaciones políticas existentes y consolidar las que aún están en fase naciente, por eso, entre los destinatarios no solo se encuentran los líderes del centroderecha, como Matteo Salvini, Giorgia Meloni o Antonio Tajani, sino exponentes de otros partidos, como el ministro de Exteriores y exjefe político del Movimiento 5 Estrellas (M5S), Luigi Di Maio.
En sus últimas intervenciones, Berlusconi se ha vuelto ecuménico y ha abrazado causas que en otros tiempos había desdeñado, como la renta de ciudadanía, histórico caballo de batalla del M5S. Está buscando mostrar un perfil de estadista, de padre de la patria, convencido de que su ascenso al Quirinal daría tranquilidad a los parlamentarios que temen que la salida de Draghi del Gobierno de gran coalición pueda desatar el caos político y abocar al país a elecciones anticipadas.
Además, como parte de una calculada estrategia de imagen, Berlusconi ha multiplicado su presencia en las redes sociales. Sus últimas apariciones han sido para felicitar la Navidad a sus seguidores al estilo de las casas reales, con un vídeo junto al árbol gigantesco con su perrita Gilda en brazos y con una foto con su pareja, la diputada Marta Fascina.
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