A Anastasiia Bondar le parece irreal volver a estar hablando de una guerra caliente en Ucrania o tener que pensar en planes de contingencia. Hasta este lunes, había tratado de aislarse del eco que rodea a la amenaza rusa. Pero el anuncio de la evacuación de las familias de los diplomáticos de Estados Unidos, Reino Unido y Australia en sus legaciones en Kiev ha hecho que se replantee esa templanza. “Ahora la crisis parece mucho más inminente, incluso la idea de que Rusia vaya a llegar hasta aquí y atacar Kiev”, dice esta consultora de márketing que trabaja desde casa, en el centro de la capital ucrania, con su marido, diseñador gráfico. Tienen dos hijos de diez y ocho años y ahora están pensando en mandarlos con la madre de él a Lviv, una coqueta ciudad al oeste del país.
“Si la cosa se complica yo me quedaría allí con ellos porque puedo trabajar en cualquier sitio, pero no pienso ceder al pánico y dejar mi casa, mi vida. Bastante nos han robado ya en esta guerra”, asegura Bondar, de 34 años. “La guerra es terrible, pero la incertidumbre también, se siente como tener constantemente un abejorro molesto en el estómago”, concluye.
Desde que el conflicto del Donbás con los separatistas prorrusos apoyados por el Kremlin se estancó en una línea del frente inmóvil, la ciudadanía ucrania se ha esforzado por encontrar un punto de normalidad y cotidianidad en el hecho de que este país de 40 millones de habitantes acoja la última guerra de Europa. Desde su independencia de la Unión Soviética en 1991, Ucrania ha vivido varias crisis, una gravísima recesión económica a finales de los años 2000, un par de revoluciones (en 2004 y 2013) y el conflicto armado del este. Y ha hallado su identidad mayoritariamente escorada hacia el europeísmo que prendió las multitudinarias protestas de hace nueve años que terminaron por derribar al Gobierno del prorruso Viktor Yanukóvich, que se había negado a firmar un acuerdo de asociación con la UE, y han derivado hasta esta crisis de seguridad creada por Rusia, que aspira a mantener a Ucrania bajo su esfera de influencia. Estos días, cree el artista Serguéi Zajarov, la atmósfera tiene otro color.
La creciente concentración de tropas rusas a lo largo de las fronteras con Ucrania y la constante exhibición militar de Moscú, unida a las cada vez más elevadas alertas de algunos países occidentales, da un barniz de urgencia. “La guerra está aquí desde hace tiempo, pero no todo el mundo lo ha entendido hasta ahora. Algunos empiezan a darse cuenta de la amenaza que afrontamos”, dice encogiéndose de hombros.
Zajarov ha vivido el conflicto de primera mano. Conocido a veces como el Banksy ucranio, en los inicios de la guerra estuvo preso dos meses en su Donetsk natal por su obra satírica, en la que retrató a los separatistas sustentados por Moscú que ahora controlan la ciudad. En su estudio del barrio obrero de Troyeshina, en Kiev, no deja de moverse de un lado a otro, colocando material, atiborrado de sus lienzos donde plasma su arte irreverente. “Cuando me soltaron tenía casi todas las costillas rotas”, afirma el artista, que ha publicado su experiencia en forma de historia gráfica, traducida ya a varios idiomas.
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Zajarov cuenta que siempre quiso ser pintor, pero también que ahora está dispuesto a empuñar un arma. “Esto puede ser la espita que finalmente haga que la guerra termine, quizá veamos una escalada, pero puede ser tanto una batalla sobre el terreno como una lucha diplomática. Las guerras de hoy en día toman distintas formas”, filosofa.
El Gobierno ucranio insta a la ciudadanía a mantener la calma. El presidente Volodímir Zelenski, un antiguo actor cómico que arrasó en las elecciones de 2019 con un discurso anticorrupción y con la promesa de poner fin a la guerra del este, aseguró este lunes que, pese a los anuncios de evacuación de embajadas occidentales, no hay razón para el pánico.
Con la etiqueta #estamospreparados, muchos ucranios han compartido estos días en redes sociales sus planes de acción, consejos de cómo actuar en caso de emergencia e incluso una suerte de listas de autoayuda sobre cómo afrontar psicológicamente la crisis de seguridad o como hablar del tema con los niños. El temor no solo es a otra invasión rusa, sino también a la zozobra económica, precisa Vasili Kovalev, que regenta un puesto de café para llevar en Kiev. Cuenta que teme que la situación afecte también al mercado, que ya se ha resentido por la pandemia. Sin embargo, todavía no ha habido carreras a los bancos para sacar los ahorros, en dólares o euros. El primer ministro, Denis Shmygal, aseguró este lunes que no hay amenazas para la economía nacional, pero reconoció que puede verse afectada por la “desinformación”. “La Federación Rusa está trabajando activamente para desestabilizar la situación interna en Ucrania. Es importante evaluar los riesgos y mantener la calma”, comentó un portavoz del Ministerio de Exteriores.
Orysia Lutchevich, directora del Foro de Ucrania de Chatham House, cree que parte de la estrategia de Moscú incluye también “crear caos”. “La difusión de noticias contradictorias, la guerra informativa y las maniobras de desestabilización, como las informaciones recientes sobre los intentos de colocar un Gobierno títere de Moscú en Kiev, están en el guion habitual del Kremlin”, dice la experta. “No solo trata de desequilibrar el país sino también minar la moral de la ciudadanía”, añade. También María Avdeeva, jefa de Investigación de la Asociación Europea de Expertos y experta en desinformación, habla de la “presión psicológica” como parte de la estrategia contra Ucrania.
Frente diplomático
Rusia acusó a Occidente el lunes de ser el responsable de la escalada de tensión y de publicar afirmaciones “falsas”. “Todo esto se debe a las acciones de la OTAN y EE UU y a la información que difunden”, dijo el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, que aseguró que el presidente Putin quiere centrarse en las conversaciones diplomáticas y “evitar una situación tensa similar en el futuro”.
Aunque frágiles, las conversaciones diplomáticas entre Rusia y Estados Unidos, a quien el Kremlin ha elegido como interlocutor ignorado a la Unión Europea, continúan. Está previsto que Washington envíe estos días a Moscú sus reflexiones sobre las propuestas rusas a la OTAN, en las que exige garantías de que no se expandirá hacia el este y se retirará de Europa Oriental, donde no tiene bases pero sí rotaciones plurinacionales en Polonia o los países bálticos. Estados Unidos y la Alianza Atlántica ya han advertido que esas demandas, que supondrían retirar la invitación de membresía a Ucrania, chocan con su política de puertas abiertas.
La inteligencia de EE UU, que sigue la situación a fondo, y más desde que en noviembre empezase la concentración de tropa rusas en torno a Ucrania, cree que Putin aún no ha tomado la decisión de lanzar otra intervención militar en Ucrania, donde ya se anexionó en 2013 la península de Crimea con un referéndum no reconocido por la comunidad internacional. Mientras, este lunes, el Gobierno británico habló de la posibilidad de una “guerra relámpago”.
Viktoria Savchenko cree que la decisión de evacuar embajadas forma parte de los cálculos políticos y diplomáticos de esas conversaciones con Moscú. A esta mujer de 29 años le preocupa más cómo está afectando todo este “ruido” al país. Cuenta que en las últimas semanas se han hecho frecuentes, por ejemplo, los avisos de bomba en las escuelas y algunos sitios públicos: “Es todo un plan de intimidación de la población, pero no nos vamos a dejar”, concluye.
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