Mabel Lara (Puerto Tejada, Cauca, 41 años) es un rostro muy conocido en los hogares colombianos. Bien sea con su pelo liso o con sus crespos –como se le dice en Colombia a los rizos–, con los que decidió presentar las noticias a partir de 2018, luego de 16 años ante las cámaras. Ha pasado por prensa, radio y televisión. Periodista con una maestría en Ciencia Política y otra en gobernanza en Georgetown que la llevó a mudarse hace año y medio a Washington, en plena campaña presidencial estadounidense, distintos partidos la habían cortejado desde hace años en busca del arrastre en las urnas de ese reconocimiento. Había rechazado todas las ofertas para incursionar en política hasta diciembre, cuando el Nuevo Liberalismo dio un golpe de efecto al anunciarla por sorpresa como la cabeza de su lista al Senado para las legislativas de marzo.
Un fallo de la Corte Constitucional revivió el año pasado al Nuevo Liberalismo, el partido del popular líder político Luis Carlos Galán, asesinado en 1989 en plena campaña presidencial. Sus dirigentes, encabezados por los hijos de Galán, han apostado por tener candidatos propios al Congreso, a pesar de que forman parte de la Coalición Centro Esperanza de cara a las presidenciales. Mabel Lara es el apetecido primer renglón de lo que se conoce como una lista “cremallera”, que intercala mujeres y hombres, en la que la acompañan el exdefensor del Pueblo Carlos Negret, la académica Sandra Borda y la líder social Yolanda Perea. También Carlos Fernando, el menor de los Galán. “Esto es de procesos, y procesos colectivos. No es un trampolín. Yo estoy dejando una carrera exitosa, reconocida y muy dura. Me costó mucho, con todo lo que soy, llegar allí”, afirma Lara. Está sentada en el camerino de un estudio en el occidente de Bogotá, en el descanso de las sesiones de fotos de campaña de los candidatos. Enfatiza que son un equipo, unido y diverso. “La idea es inspirar”.
Pregunta. ¿Por qué decidió cambiar el periodismo por la política?
Respuesta. Yo me había venido preparando porque sabía que este momento iba a aparecer en mi vida. Las limitaciones a veces del ejercicio periodístico, cuando tienes un sujeto político que todo el tiempo quiere confrontar, quiere hacer, te hacen sentir mal. Yo ejercí en un noticiero que creo que es el más arriesgado en Colombia, y pese a las denuncias uno se daba cuenta de que no pasaba mucho. Eso te empieza a generar una frustración constante. Como me hacían tantas propuestas de meterme a la política, y durante más de una década dije que no, pensé que si esto iba a pasar, me iba a preparar. Y acudí a la academia. Después de mi año electoral en Washington me dije: ¿por qué no? ¿Por qué no apostarle? Esta propuesta me convenció.
P. ¿Qué representan las ideas del Nuevo Liberalismo y de Luis Carlos Galán, asesinado hace ya más de 30 años, para una mujer afrocolombiana de 41 años?
R. Acaba de resumirlo. Soy una mujer, negra, joven, de un pueblo, con una historia de éxito, entre comillas, pero que es la excepción y no la regla. Creo que en Luis Carlos Galán, en su legado, he encontrado el refugio perfecto para dejar salir mi mirada liberal de la vida. Filosófica y política. No lo sabe el país, pero Luis Carlos Galán estuvo en mi pueblo, en Puerto Tejada, antes de la concentración donde fue asesinado. Allí estuvo con los negros del norte del Cauca a los que yo represento. Y tiene todo que ver porque habla de la justicia social. El pueblo negro, las mujeres, sabemos lo que significan los conceptos de libertad, y eso está albergado en el Nuevo Liberalismo.
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P. Usted ha contado que la primera propuesta para lanzarse a la política se la hizo el expresidente Álvaro Uribe en 2012. ¿Por qué rechazó entonces esa invitación?
R. Por tres puntos fundamentales. Primero, estaba embarazada, y he balanceado muy bien lo que significa para mí la vida privada. Segundo, porque no representa mi mirada filosófica y política de la vida. Tercero, yo he sido también una defensora del proceso de paz, y no podía pertenecer a una bancada que no defendiera esos principios.
P. ¿Cómo califica al Gobierno de Iván Duque?
R. Es un Gobierno mediocre. Le ha faltado empatía. Es un Gobierno también presumido, le ha faltado sensibilidad, no lee el país ni entiende los momentos. Siento que está en una burbuja. Y estamos pagando ese precio de elegir un hombre tan joven, inexperto. Le ha faltado mayor decisión y contundencia en momentos en que necesitábamos un líder que nos arropara, y no que nos separara.
P. Hasta ahora ha estado volcada a los territorios, ¿su estrategia es conquistar el voto del Pacífico colombiano? ¿Cómo aterrizar su reconocimiento en votos?
R. Quienes no hemos ejercido la política electoral no sabemos cómo hacerlo, porque soy una candidata de opinión. Pero estoy haciendo lo que toca, y es entender que Twitter no elige en este país, y que quienes estamos en Twitter estamos en una burbuja de desinformación –a veces de información– en donde todo el tiempo hablamos entre pares, y entre contrarios para odiarnos y echarnos la madre [insultarnos]. Este país no es el de Twitter ni Facebook, no es el bonito que he presentado yo por mucho tiempo y está en Instagram. Hay que recorrerlo. Esta lista representa la periferia, empezando por su cabeza de lista. El norte del Cauca, el sur del Valle, el litoral Pacífico tienen que verse representados en estas elecciones. La gente está hastiada, mamada. Somos un país bogocentrista, hipercentralista. Yo tengo la convicción de que es con el litoral Pacífico. Tengo una proximidad con los territorios, he andado este país, conozco qué pasó en Buenaventura con los descuartizamientos, con las bandas criminales en Tumaco, conozco muy bien los barrios como el Pozón o Tierrabomba [en Cartagena de Indias]. La idea es también inspirar, y decirle a los negros, a la gente, a las mujeres: es con ustedes, tienen que salir a votar.
P. La sociedad colombiana no ha podido detener el asesinato de líderes sociales. El departamento en el que usted nació, el Cauca, es uno de los lugares más críticos. ¿Por qué el Estado es incapaz de llegar a estas regiones?
R. Primero, por falta de decisión política. Por una apatía y también, siento yo, por racismo. Ver esos otros con desdén y no interesarse en el futuro de quienes nacen allá.
P. ¿Colombia sigue siendo un país racista?
R. Hiperracista. Somos mojigatos, y a la gente no le gusta que uno hable de estas cosas porque se siente atacada. El racismo se acaba viajando por el mundo, ¿y cómo viaja nuestra gente si no tiene para comer? Entonces, hay unos asuntos que hay que resolver primero para ir construyendo en el camino.
P. ¿Cuál es el principal problema de Colombia?
R. La desigualdad. Y después, el importaculismo [apatía, indiferencia, desinterés].
P. La lista del Nuevo Liberalismo, que también incluye a la líder social Yolanda Perea, contrasta por ejemplo con la polémica por los compromisos de representación étnica que se incumplieron en el Pacto Histórico, la coalición que encabeza Gustavo Petro, como ha reclamado Francia Márquez. ¿A qué atribuye su apetecido primer lugar en la lista?
R. Soy una mujer que representa las regiones, una mujer negra que representa los grupos étnicos y también arropa los principios liberales del Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán. Es una apuesta difícil en un país politiquero. ¿Por qué me convencieron de dejar mis privilegios de ser una periodista con reconocimiento y meterme en esto? Porque siento que no es discurso, que aquí se la están jugando realmente por la periferia, por las regiones, por las mujeres. Es una lista de mayoría femenina, muy diversa. Sobre el Pacto Histórico, no quiero compararme frente a otros, siempre he dicho que no somos ni mejores ni peores, somos unos trabajadores. En esta contienda electoral se ha visto el machismo, todas las mujeres han sido maltratadas, las líderes más berracas [valientes], de izquierda y de derecha. ¿Entonces la política es de machos y nosotras no tenemos posibilidad de aspirar? Yo siento, sin embargo, que es el tiempo de nosotras.
P. ¿Qué opina de que no haya mujeres entre los precandidatos presidenciales de la Coalición Centro Esperanza, a la que pertenece el Nuevo Liberalismo?
R. Que es terrible. Les he dicho a ellos que no pueden seguir saliendo todos muy blancos a contarnos al resto del país mestizo y a las mujeres cómo se hace el país. Y este es un debate que he tenido con Juan Manuel Galán, nuestro candidato del Nuevo Liberalismo, y con otros. O nos meten en este proceso o esto fracasa. Es con las regiones y con la diversidad étnica, o no es.
P. Ya estaba escribiendo un libro cuando decidió lanzarse al Senado, ¿de qué va a tratar?
R. Sobre los procesos de resistencia de los negros y de las mujeres del norte del Cauca, con un componente que para mí ha sido clave: la decisión política de dejarme mi pelo al aire, crespo y negro en toda su dimensión. Ese es el conector. Es contarle a este país tradicional, a esta América Latina que no nos permite a veces reconocernos entre nosotros, que lo mío es una batalla privada que se convirtió en un triunfo público, en un acto político.
P. Usted provocó una pequeña revolución cuando presentó noticias con su pelo natural en 2018, y también es recordada una conversación suya en el Hay Festival del año siguiente con la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie en el barrio Nelson Mandela de Cartagena. ¿Por qué ha sido tan importante reivindicar los crespos, los turbantes y las trenzas para las mujeres negras?
R. Porque tiene todo que ver con nuestra historia y porque durante mucho tiempo nos dijeron que no pertenecíamos, que no éramos bien vistas. Incluso en esta ciudadanía activa, que hoy defendemos con dientes y uñas, es el florecimiento de lo que hemos venido batallando en nuestras vidas privadas. La mujer negra en este país, por ejemplo, es la más afectada de las afectadas dentro de la pandemia, lo dice la cifra de hogares del DANE [Departamento Administrativo Nacional de Estadística]. Y en toda la dimensión que significa lo estético y también la belleza para las mujeres hay que dar estas batallas. Para mí ha sido tan importante porque siento que es parte del propósito de mi vida. Una y otra vez aparecen situaciones en las que tengo que reivindicar quién soy, en los escenarios de poder en que he estado. Porque no soy solo yo, somos muchos.
P. ¿Qué piensa ahora cuando ve sus imágenes con el pelo liso?
R. Que esa era otra Mabel Lara. Otra versión de mí. Me siento muy poderosa ahora, con mis caderas grandes, con la identificación plena de mi negritud, con mi pelo desordenado, desparpajado. Es una versión que ayudó a crecer a esta que está acá. La amo, la abrazo, pero me gusta más esta, me parece más chévere. Nos llevamos mejor con esta versión.
P. ¿Qué quiere decir la “rejuntancia” de la que habla Yolanda Perea?
R. Cuenta ella que muchas veces la critican y le dicen que esa palabra no está reconocida por la academia. Entonces, nos ha ayudado a entender que cuando el abuelo de ella la llamaba en su población a sentarse, a conversar, a arrejuntarse, era para abordar los asuntos de la familia y de vivir en sociedad, en sus pueblos. Yo quiero hablar de Yolanda Perea como un símbolo de dignidad. Es una lideresa víctima de la violencia sexual que todo el tiempo nos llama a reconocer ese otro país, del que yo vengo, y que uno a veces puede olvidar. Hay unas poblaciones que necesitan mucho más trabajo que otras. Yolanda me representa, ojalá represente a los colombianos, y sobre todo a las víctimas. Rejuntancia es arrejuntémonos, encontrémonos, abracémonos, reconozcámonos en el otro.
P. Usted vivió el último año y medio en Estados Unidos, una sociedad sacudida por la toma del capitolio y el movimiento Black Lives Matter, entre otras.
R. Esto es resultado de eso. De ver frente a la Casa Blanca miles de personas –no negras, no afroamericanas, mucha gente blanca– pidiendo derechos para las vidas negras. De reconocer que las sociedades conscientes de su momento en la historia tienen que arropar causas y luchas. Por eso Washington es tan poderosa para mí, porque es la ciudad de la democracia, de las libertades. Me tocó vivir la toma del Capitolio, la campaña de Joe Biden y una mujer como Kamala Harris, los debates, la elección presidencial. Es una experiencia periodística y personal que me marcó.
P. ¿Alguna lección para la sociedad colombiana?
R. Que no está bien el discurso de odio, que hay que rechazarlo de tajo. Que somos un país tremendamente desigual, que tenemos que reconocerlo pero hay que ponernos a trabajar. Tenemos que buscar el espíritu de nación. Retomar un poco la mirada de lo que significa una mujer como Kamala Harris, con ese sueño para ellos allá de ayudar a construir desde la diversidad, la primera mujer que llega a ese cargo. A mí la frase de “las representaciones importan” me ha calado en el alma. Es una de mis banderas. Y creo que la semilla de mi experiencia en Washington llevó a que decidiera meterme en política.
P. ¿Admira a alguna política en América Latina?
R. A Epsy Campbell, la vicepresidenta de Costa Rica, el país más equitativo que tiene en este momento la región. “Yo no soy política, soy una activista que se mete en política”, me dijo cuando la entrevisté en Legado, mi podcast de Spotify. Viene de abajo, conoce los liderazgos locales, el trabajo con comunidades. Epsy Campbell me inspira.
P. ¿Cómo calificaría el momento que atraviesa Colombia?
R. Como una oportunidad, es un parteaguas. Para los temerosos, es el momento de irse del país; y para los valientes es el momento de quedarnos a trabajar, de asumir nuestra responsabilidad, de construir país. Después del proceso de paz esto se aplazó un tiempo, pero es el momento de la transformación. Estamos en estas elecciones decidiendo lo que va a pasar en la próxima década.
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