Los planes de Emmanuel Macron para la presidencia francesa del Consejo de la UE son ambiciosos. A poco más de tres meses para que se celebren las elecciones presidenciales galas, el mandatario ha desplegado este martes en Estrasburgo las grandes líneas de su proyecto en un discurso con aires gaullistas que, al menos, en su intervención inicial ha bajado poco a lo concreto. No obstante, en la encendida defensa por la que ha comenzado sus palabras acerca del Estado de derecho -tan cuestionado en algunos aspectos por socios como Polonia y Hungría- el francés ha propuesto añadir a la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea la protección del derecho al aborto o la protección del medio ambiente. “No hay que permitir que se extienda la idea del Estado de derecho es un invento de Bruselas. Es una idea de todos. Es nuestro tesoro”, proclamó. El broche a la intervención lo ha puesto la seguridad europea para que la ha reclamado un rearme estratégico “para el diálogo con Rusia”.
Esta referencia al aborto este miércoles tiene varias lecturas: en clave francesa, en el ecosistema parlamentario europeo e, incluso, en la política interna de la Unión Europea. La elección de la popular Roberta Metsola ha sido criticada en Francia por la postura de la maltesa, tercera mujer en presidir la Eurocámara, contra el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Se dan, además, las circunstancias de que las dos predecesoras son francesas: Simone Veil, quien impulsó este derecho en el Hexágono, y Nicole Fontaine, bajo cuya presidencia en Estrasburgo se proclamó la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE. Pero en el éxito de Metsola ha jugado un papel clave Renew, el grupo de los liberales europeos en el que la posición de los franceses, fuerza política de Macron, resulta clave. Y esto ha desatado ataques al Elíseo.
El otro punto en que se inserta la propuesta y, probablemente, de más recorrido en el debate europeo es la posición que frente a ella mantendrán países como Polonia, que con Malta son los únicos que no aceptan el derecho al aborto. También puede chocar con las posturas euroescépticas de estados del este, como Hungría o Rumania, en los que podrían ver este paso con una herramienta más de Bruselas para imponerles sus criterios. Varsovia y Budapest mantienen su desafío a las instituciones europeas desde sus posiciones iliberales en la que se pone en jaque el Estado de derecho. La Carta de los Derechos Fundamentales de la UE se proclamó en 2000 y se integró en el Tratado de Lisboa en 2009, de ahí que su modificación requiere de la unanimidad.
La propuesta sobre el aborto ha sido una de las pocas propuestas concretas a las que se ha referido Macron en su discurso, junto a la inclusión del derecho a la protección del medio ambiente en la misma carta y la concesión de la capacidad de proponer leyes al Parlamento Europeo, competencia que ahora solo tiene la Comisión Europea. Aunque, de nuevo, sendas iniciativas chocan con la necesidad de la unanimidad de Los Veintisiete para salir adelante.
“La presidencia francesa promoverá los valores que nos han traído hasta aquí […]. Somos una generación que ha redescubierto la precariedad del Estado de derecho y los valores democráticos. La democracia iliberal ha llevado a cabo su política, en los últimos años, en la que dice que el régimen que ha inventado Europa está agotado y es incapaz de hacer frente a los desafíos contemporáneos”, ha apuntado. “El fin del Estado de derecho es el reino de la arbitrariedad, la vuelta de los regímenes autoritarios, una vuelta al pasado”. Cuando se le ha preguntado por la actitud que sobre esto mantienen Polonia y Hungría, ha respondido que cree que la aplicación de las sanciones que pueden imponerse a estos países por sus incumplimientos está yendo muy lentamente.
Los guiños a la historia de Macron también han estado en la última parte de su discurso, cuando ha desplegado una retórica gaullista hablando de “potencia de equilibrio” para UE, “porque creo que esa es la vocación de nuestra Europa”. Esa expresión, “potencia de equilibrio”, ya usada en el pasado por Macron, evocando al general De Gaulle, cuando en 1945 decía: “En el mundo tal como es hoy, quedan dos poderes muy grandes, y nosotros estamos justo entre los dos, Europa se dirige hacia el oeste, la cabeza de puente occidental en Europa. Basta mirar el mapa para comprender que, en esta situación, nuestro interés vital nos manda mantenernos rigurosamente en equilibrio”.
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Siguiendo este ejemplo, en plena campaña electoral, Macron ha apostado por “el diálogo con Rusia”. “La seguridad de nuestro continente exige un rearme estratégico de nuestra Europa como potencia de paz y equilibrio, en particular en el diálogo con Rusia. Este diálogo, lo vengo defendiendo desde hace varios años. No es una opción porque tanto nuestra historia como nuestra geografía son obstinadas, tanto para nosotros como para Rusia, por la seguridad en nuestro continente que es indivisible. Necesitamos este diálogo. Los europeos debemos establecer colectivamente nuestras propias demandas y ponernos en condiciones de hacerlas cumplir. Un diálogo franco y exigente frente a la desestabilización, la injerencia y la manipulación”.
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