El oligarca ruso Roman Abramóvich ha experimentado síntomas de un supuesto envenenamiento después de asistir a una reunión en Kiev a principios de marzo, en la que intervino como negociador para poner fin a la guerra de Ucrania, según una información del diario The Wall Street Journal, que cita fuentes próximas a los implicados, y el portal de investigación Bellingcat. El servicio de inteligencia de EE UU atribuye la intoxicación, sin embargo, a motivos “medioambientales”, según información de la agencia Reuters.
Al menos dos delegados ucranios presentes en la cita han padecido los mismos síntomas que el magnate, de los que responsabilizan a los halcones del Kremlin, que, según su versión, quieren sabotear los intentos de pacificación. Pero esta versión no está demostrada aún. “La información de inteligencia sugiere que se debió a motivos medioambientales, no a un envenenamiento”, aseguró a Reuters la fuente, que habló bajó la condición de anonimato. El Gobierno ruso ha declinado comentar la noticia. Los tres afectados evolucionan favorablemente.
Las señales que hicieron sospechar a Abramóvich y al menos a dos negociadores de alto nivel de la delegación ucrania —entre ellos, el diputado y líder de la minoría tártara Rustem Umerov— fueron los ojos enrojecidos, un lagrimeo constante y molesto y la descamación de la piel en rostro y manos, entre otros síntomas compatibles con un presunto envenenamiento. Los casos del opositor ruso Alexéi Navalni y del exespía Serguéi Skripal, que debieron ser hospitalizados en estado grave aunque lograron recuperarse, recuerdan los métodos del Kremlin para acallar voces incómodas.
La información sobre el supuesto envenenamiento de los tres negociadores en Kiev procede del periodista Christo Grozev, investigador principal de Rusia en el portal Bellingcat. Fue Grozev quien concluyó que el Kremlin había intentado neutralizar a Navalni con un gas nervioso en 2020. Preguntado por la responsabilidad del Estado en el atentado contra el líder opositor, actualmente en prisión, el propio Putin ironizó asegurando que, de haber querido matarlo, sus agentes no habrían fallado.
Abramóvich, que viajó entre finales de febrero y comienzos de marzo entre la ciudad ucrania de Lviv, Moscú y Estambul para mediar entre las partes, se entrevistó en la citada reunión con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que, según las fuentes citadas, no resultó afectado. Sin pruebas periciales resulta difícil determinar si la posible agresión se cometió mediante un agente químico o biológico, o a través de una radiación electromagnética. Grozev dijo haber visto imágenes de los efectos del ataque en Abramóvich y los delegados ucranios, pero que no se pudieron recoger muestras en Lviv, donde se hallaban, porque debían viajar con urgencia a Estambul.
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Cuando un equipo forense alemán estuvo en disposición de tomar muestras, ya había pasado demasiado tiempo para que el agente pudiera ser detectado. “No pretendían matarlos. Fue un aviso”, sostiene Grozev, según el diario neoyorquino.
A diferencia del grueso de oligarcas que constituyen el círculo íntimo de Putin, Abramovich ha sido objeto de sanciones solo por parte de la Unión Europea y del Reino Unido. Zelenski pidió expresamente a su homólogo estadounidense, Joe Biden, que se abstuviese de castigar al riquísimo dueño del club de fútbol británico Chelsea para no torpedear su mediación en las negociaciones para poner fin a la guerra, que comenzó el pasado 24 de febrero. Con importantes propiedades inmobiliarias en Manhattan (Nueva York) —que algunos representantes demócratas de la ciudad piden sean confiscadas—, Abramóvich posee la nacionalidad rusa, israelí, lituana y, en un caso polémico por el método de atribución, también la portuguesa. El milmillonario participa en la mediación a título individual, en paralelo a la negociación oficial, y también como delegado de la misma.
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