La invasión rusa de Ucrania está provocando movimientos en la Unión Europea a una velocidad insospechada antes del 24 de febrero, día en el que Vladímir Putin ordenó la entrada a sangre y fuego de sus tropas en la antigua república soviética. El Consejo de la UE no ha tardado ni una semana en responder a la solicitud de Ucrania, Moldavia y Georgia de entrar en la Unión Europea al reclamar este mismo lunes a la Comisión Europea que dé su opinión. En circunstancias normales, este paso podría considerarse un mero trámite, pero con la guerra abierta en la frontera oriental, precisamente en el suelo de uno de estos países, el movimiento adquiere mucho significado político y envía una señal favorable a la petición de Kiev.
El paso lo han dado los embajadores de los 27 Estados miembros en una reunión mantenida este lunes en el Consejo. Posteriormente, la presidencia rotatoria de la UE, que corresponde a Francia en el primer semestre de 2022, ha anunciado la petición a través su cuenta oficial de Twitter.
🔴Accord du #COREPERII pour inviter la @EU_Commission à présenter un avis sur chacune des demandes d’adhésion à l’UE présentées par l’Ukraine, la Géorgie et la Moldavie. 1/2 ⤵️ pic.twitter.com/i1lj41UNzW
— Présidence française du Conseil de l’UE 🇫🇷🇪🇺 (@Europe2022FR) March 7, 2022
Para entender cómo la agresión rusa ha movido con velocidad placas tectónicas de la geopolítica europea que parecían inamovibles basta con constatar lo que ha pasado en las últimas semanas en Suecia, Finlandia y Dinamarca, países que históricamente han mantenido posiciones diferentes al resto de sus socios comunitarios en asuntos de defensa. Los ministros de Asuntos Exteriores de los dos primeros acudieron el pasado viernes a una reunión de la OTAN. Y en Finlandia, uno de los países tradicionalmente neutrales que comparte una larga frontera con Rusia, su opinión pública empieza a mostrarse partidaria de entrar en la Alianza. La otra prueba llegó este domingo de Copenhague: la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, ha convocado un referéndum para el próximo 1 de junio para preguntar si pone fin a la excepción que su país mantiene desde 1993 (a raíz de su rechazo inicial al Tratado de Maastricht) de no participar en los programas de defensa en la UE.
Y en este escenario se inserta el cambio de clima sobre la ampliación de la UE. Fue la propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien abrió la puerta a este movimiento al dar esperanzas a Kiev hace apenas ocho días. “Es uno de nosotros y los queremos dentro”, apuntó, mencionando la opción de que Ucrania entrara en la UE.
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El presidente del Consejo, Charles Michel, se mostró mucho más escéptico, en línea con la doctrina tradicional de las diferentes capitales europeas, más escépticas con las ampliaciones. Pero la guerra y la simpatía que la causa ucrania ha logrado entre la opinión pública europea —en la que han calado los videos del presidente Volodímir Zelenski mostrando su resistencia a la invasión— han ido matizando las posturas. Ese cambio se percibió ya el pasado miércoles en el Parlamento Europeo, cuando una declaración de apoyo a la solicitud de Kiev salió adelante por una abrumadora mayoría, con respaldo desde la izquierda hasta la extrema derecha.
El paso a favor de la adhesión en la UE que este lunes han dado los embajadores no supone ni siquiera un comienzo de las negociaciones. Viene a ser una especie de acuse de recibo, aunque a la luz de los movimientos que está provocando el escenario bélico no puede descartarse que el proceso sea más rápido de lo esperado. Sin embargo, esto no va a ser fácil, como ya demostró lo sucedido en Moldavia, un pequeño país incrustado entre la frontera nororiental de Rumania y la occidental de Ucrania. Cuando Chisinau cursó la solicitud, Transnistria, la zona prorrusa del país en la que Moscú tiene tropas, reclamó su independencia.
Esta falta de control de los tres países sobre sus fronteras (Rusia tiene tropas y ocupa parte de sus territorios) es uno de los obstáculos que pueden torpedear el proceso de adhesión. Además, tanto Ucrania como Moldavia y Georgia está lejos de cumplir los criterios de Copenhague, que fijan los baremos políticos (democracia estable y Estado de derecho), económicos (una economía viable y competitiva) y legales (capacidad de asumir el acervo normativo de la UE) que deben cumplirse para iniciar la negociación previa al ingreso.
A estas dificultades objetivas hay que añadir que recientemente, a petición de Francia, se ha endurecido el examen previo y el proceso de negociación para evitar que se repitan casos como los de Hungría o Polonia, que una vez dentro del club han rebajado la calidad de su Estado de derecho y han adoptado políticas discriminatorias o xenófobas que Bruselas considera incompatibles con el Tratado de la UE.
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