Uno de los momentos más emocionantes y conmovedores en la vida del científico marino Juan Mayorga ocurrió hace poco, mientras buceaba en las aguas claras y poco profundas del océano pacífico colombiano, cerca a la isla de Malpelo. “Encontramos una comunidad muy especial de organismos planctónicos, muchas especies de medusas y ctenóforos, animales transparentes y muy pequeños que al fotografiarlos revelan un ecosistema hermoso y extraño, lleno de colores y formas desconocidas”, cuenta Mayorga por mensaje de voz.
La comunicación telefónica con el científico es imposible. Desde hace un mes, Mayorga y 17 investigadores y fotógrafos de distintas partes del mundo recorren los lugares mejor conservados de los océanos de Colombia a bordo del buque científico Argo, una embarcación del programa Pristine Seas (Mares prístinos) de National Geographic, que recuerda por su nombre la famosa nave de la mitología griega en la que Jasón y los argonautas viajaron por el Mar Negro.
La expedición internacional, que cuenta con el respaldo de la Presidencia de la República, el ministerio de Ambiente y la Fundación Malpelo, tiene como objetivo hacer un inventario de la fauna y flora marina de Colombia, grabar un documental que muestre la riqueza natural aún no estudiada de la región y ayudar así a la protección de estos ecosistemas, considerados por los expertos como unos de los más biodiversos del mundo.
Enric Sala, explorador residente de National Geographic y fundador de Pristine Seas, explica por correo electrónico que el plan de la travesía es ayudar a aumentar las Áreas Marinas Protegidas de Colombia. “Queremos servir de apoyo para que el Gobierno cumpla su compromiso de proteger en 2022 el 30% de las aguas colombianas. Nuestro aporte es en investigación científica y comunicación”, dice desde el buque Argo el estadounidense, uno de los investigadores más importantes en el estudio del mundo marino.
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Al momento de la publicación de este artículo, la expedición –que comenzó el 3 de marzo en las aguas abiertas del Pacífico colombiano, en las dorsales de Yuruparí y Malpelo, y terminará el 30 de abril en el extremo norte de la reserva de Sea Flower en la isla de San Andrés, en el océano Atlántico– estará recorriendo las aguas del Golfo de Tribugá, una zona al norte del departamento del Chocó colombiano que tiene la segunda bahía más profunda de la Tierra y es conocida mundialmente por ser corredor de distintas especies de ballenas y tiburones.
“En estos momentos estamos dentro del Golfo de Tribugá”, cuenta Mayorga, “ya cumplimos con la primera fase de la expedición en Malpelo, un área oceánica extremadamente importante para la diversidad de toda la región”. El científico revela que en esa etapa inicial de exploración encontraron “muchas especies amenazadas y vulnerables”, como tiburones martillo, espinosos y zorro; corales negros, incluidos en la lista de la Convención del Tratado Internacional de Especies en Riesgo de Extinción; esponjas de cristal y plumas marinas, e incluso una extraña especie de raya que parece no haber sido descubierta antes.
“Aunque esta zona aún está en muy buenas condiciones de conservación, encontramos líneas y mallas de pesca enredadas en el fondo del mar, lo que muestra la necesidad urgente de proteger estos santuarios marinos”, insiste Mayorga.
Whitney Goodell, otro de los investigadores de National Geographic a bordo del Argo, recuerda que en la dorsal de Malpelo, a 1.500 metros de profundidad, observaron un hermoso tiburón fantasma, conocido por tener un aspecto similar al de una nave espacial. “Las aguas de la costa están llenas de criaturas extrañas e interesantes, muchos son animales diminutos y translúcidos que flotan en las aguas superficiales abiertas, a la deriva en las corrientes”, explica Goodell. El investigador se refiere a los mismos ctenóforos y medusas brillantes y multicolores que sorprendieron a Mayorga. “Estos animales se impulsan con apéndices vibrantes y se cazan unos a otros, tragando su comida, que es visible a través de sus cuerpos transparentes”.
Enric Sala coincide con sus compañeros: “Los animales más extraños que hemos visto hasta el momento son pequeños especímenes gelatinosos que viven en aguas poco profundas, a 200 millas de la costa colombiana, cerca a Malpelo”. Y añade: “parecen criaturas extraterrestres”. Los tres científicos están de acuerdo en que estas especies de zooplancton son la base de la cadena alimenticia marina, sostienen la productividad de la región y casi siempre pasan desapercibidas. “Conocemos muy poco de estos animales, pero sabemos que de ellos depende todo el ecosistema, desde los atunes y los marlines hasta las ballenas”, dice Mayorga.
La rutina en el barco es la misma todos los días. Los investigadores despiertan a la madrugada y lanzan al mar las cámaras remotas de profundidad, que pueden descender hasta 6.000 metros. “Las dejamos cinco horas grabando la biodiversidad del fondo del mar. Cada una tiene un tarro de comida para atraer a los animales que estén cerca”, explica Goodell. A las 7 de la mañana desayunan y salen a bucear en aguas poco profundas. Al medio día, mandan unas cámaras especiales que flotan a menos de 20 metros de profundidad, también con carnada, para documentar y registrar las especies que están cerca a la superficie, como tiburones y meros.
Goodell cuenta por correo electrónico que en cada inmersión los equipos de buzos examinan peces, plantas e invertebrados y recolectan muestras de agua para realizar análisis de eDNA, un método utilizado para detectar el ADN de animales que han estado recientemente en el agua. Cada día, además, tres buzos viajan en un submarino especial que puede descender hasta 350 metros de profundidad.
Los científicos dentro del submarino han recibido visitas de tiburones zorro, una especie muy difícil de ver que tiene la cola tan larga como el resto del cuerpo. “Uno de estos tiburones nadó con calma y lo suficientemente lento como para que el submarino lo siguiera por un tiempo, lo que permitió a los científicos compartir un momento especial con esta criatura de las profundidades”, recuerda Goodell.
A las cuatro de la tarde de cada día, todos los científicos están de nuevo en el barco, analizando datos, limpiando equipos y organizando la jornada del día siguiente. Como en el poema El mar de Pablo Neruda: “Necesito del mar porque me enseña: / no sé si aprendo música o conciencia: / no sé si es ola sola o ser profundo / o solo ronca voz o deslumbrante / suposición de peces y navíos”.
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