En un ambiente dominado por la desconfianza mutua, los presidentes de EE UU, Joe Biden, y de China, Xi Jinping, se reúnen en las próximas horas por videoconferencia para hablar de Ucrania, en un encuentro que se promete áspero y puede resultar clave para el devenir de la guerra. Washington ya ha dejado saber que advertirá a Pekín de “graves consecuencias” si apoya de manera tangible el ataque de Rusia, tras haber acusado esta semana al gigante asiático de ser favorable a prestar ayuda militar a Moscú.
“Estamos preocupados por el hecho de que ellos se planteen dar apoyo directo a Moscú con equipo militar que sería utilizado en Ucrania. Biden le dirá claramente a Xi que China tendrá responsabilidad por todo acto dirigido a apoyar la agresión rusa y no dudaremos en imponerle un costo”, dijo este jueves el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken. “Vemos con preocupación que China piense en dar a Rusia una ayuda militar directa”, agregó. Esta semana, el Gobierno estadounidense había sostenido que Moscú ha pedido a Pekín asistencia económica y militar para la guerra.
Aunque la Administración Biden no solo teme la asistencia en temas de defensa. También ve con preocupación la posibilidad de que la segunda economía del mundo pueda intentar asistir a su socio estratégico para esquivar las sanciones impuestas. La de Blinken es la advertencia más directa que Washington ha lanzado al Gobierno de Xi desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania el 24 de febrero.
La reunión telemática entre los dos líderes, a partir de las 21.00 horas en Pekín, las 14.00 en la España peninsular, llega cuatro días después del encuentro cara a cara en Roma entre el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, y el consejero de Estado chino, Yang Jiechi, que se prolongó siete horas.
La conversación de Biden y Xi se produce en medio de crecientes tensiones entre dos países cada vez más rivales y menos dispuestos a hacer la vida cómoda al otro. China ha negado tajantemente las acusaciones de Estados Unidos, que ha calificado de “desinformación”.
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Ambos líderes conversaron directamente por última vez en noviembre, en una reunión también telemática y que los dos países evitaron cuidadosamente calificar de “cumbre”. Xi llamó entonces a Biden “viejo amigo”; el estadounidense no le devolvió el apelativo.
Hasta el momento no está claro qué tipo de “consecuencias” tiene en mente Washington para imponer a Pekín si concluye que ese Gobierno ayuda a Moscú con algo más que palabras. La aprobación de sanciones contra la segunda economía del mundo podría tener graves efectos en la economía global y en la propia estadounidense: pese a los aranceles con los que ambos países se castigan mutuamente desde 2018, la relación comercial entre los dos gigantes es la mayor del mundo.
El distanciamiento gradual entre Washington y Pekín ha tenido su correspondencia paralela en unas relaciones cada vez más estrechas entre China y Rusia, dos países unidos por la percepción de Estados Unidos como el rival común, una visión conjunta de los derechos humanos, el deseo de un nuevo orden mundial que les otorgue un papel central y unas economías y esferas de influencia casi perfectamente complementarias. Xi y el presidente ruso, Vladímir Putin, terminaron de sellar ese acercamiento con una declaración conjunta en la que aseguran que la cooperación entre sus dos países “no tiene límites”, durante su reunión del 4 de febrero en Pekín.
Posición neutral escorada hacia Moscú
Desde el comienzo de la invasión rusa, 20 días más tarde de aquel encuentro y apenas concluyeron los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín, China ha adoptado una posición de neutralidad escorada hacia su socio estratégico. No ha condenado la guerra y evita calificar el ataque ruso de “invasión”. Por contra, acusa a la OTAN y a Estados Unidos de haber precipitado el conflicto al haber hecho caso omiso de las “legítimas preocupaciones de seguridad” rusas.
Pero también ha hecho gestos hacia Ucrania, a cuyos refugiados ha enviado un cargamento de ayuda humanitaria por valor de cinco millones de yuanes o 717.000 euros. Asegura que respeta la soberanía e integridad territorial de los Estados y su embajador en el país exsoviético prometía esta semana en Lviv, a donde se ha trasladado el personal de la legación diplomática durante la contienda, que China “nunca lo atacará”.
Y, aunque se opone a las sanciones internacionales contra Rusia, que considera “ilegales” y “unilaterales”, hasta el momento ha dado señales de respetarlas. También ha declarado su apoyo a las conversaciones de paz entre Kiev y Moscú y ha expresado su disposición a desempeñar “a su manera” un papel junto a la comunidad internacional para evitar que las “tensiones se agraven e incluso puedan quedar fuera de control”.
Pekín también ha lanzado reiterados llamamientos al levantamiento de las sanciones contra Moscú, que ha advertido que tendrán graves consecuencias en la recuperación de la economía global tras la pandemia de coronavirus y, específicamente, en sectores como el transporte, la energía, las finanzas y las cadenas de suministro.
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