La Unión Europea ha negociado en secreto una batería de sanciones sin precedentes con las que golpear a Rusia si su presidente, Vladímir Putin, decide invadir Ucrania. Las represalias, tejidas con absoluto hermetismo, se adoptarían de manera casi inmediata y en plena concertación con Washington y Londres en caso de producirse el ataque. El castigo, según fuentes comunitarias, abarcaría desde la suspensión de cualquier tipo de cooperación económica con Moscú a un drástico recorte de las relaciones comerciales, incluida la importación de gas y petróleo ruso. El golpe previsto es de tal magnitud que, según las mismas fuentes, Bruselas también ha preparado los planes de contingencia para paliar los daños que, inevitablemente, también sufriría la economía europea.
El plan se abordará el lunes durante un almuerzo a puerta cerrada de los ministros de Exteriores de la UE, reunidos en Bruselas bajo la presidencia de Josep Borrell, alto representante de Política Exterior de la UE. La cita contará previamente con la presencia por videoconferencia de Antony Blinken, secretario de Estado de EE UU. “La participación de Blinken muestra la unidad de la comunidad internacional frente a la actitud de Rusia y la estrecha coordinación entre los aliados”, apunta una fuente diplomática europea.
El objetivo de la reunión del lunes “no es adoptar ninguna sanción concreta, sino establecer los escenarios y las reacciones que provocaría cada uno de ellos”, señala otro diplomático europeo. Fuentes comunitarias descartan hacer públicas las posibles represalias. Pero aseguran que un nuevo ataque contra Ucrania “provocaría una respuesta a la altura del mayor desafío de seguridad que afronta Europa desde el final de la Guerra Fría”.
Entre las medidas que se barajan figuran el cierre completo de los mercados europeos de capital para las empresas y entidades financieras rusas y las restricciones a la exportación de materiales o servicios imprescindibles para sectores clave de la economía rusa, como el energético, el minero o la industria pesada.
Y en última instancia, la ruptura de lazos financieros con la economía rusa, lo que dejaría a Moscú peligrosamente aislado del mercado financiero mundial. EE UU incluso parecía dispuesto a cortar el acceso de Rusia al sistema de transacciones financieras SWIFT (el sistema electrónico de mensajería por el que se tramitan la inmensa mayoría de las transferencias bancarias), pero no se aprecia de momento el consenso necesario para una medida tan drástica, solo aplicada hasta ahora a Irán.
Clara Portela, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Valencia y especializada en sanciones internacionales, considera que “el daño masivo lo causaría la inclusión de bancos rusos en una lista estadounidense que prohibiera cualquier transacción en dólares con ellos”. Portela cree que “la contribución de la UE podría consistir en hacer lo mismo con el euro, es decir, prohibir a esos mismos bancos las transacciones denominadas en la divisa europea”. El veto europeo “eliminaría la opción de que las entidades rusas esquivasen las sanciones estadounidenses”
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Ni siquiera se descarta poner coto a la compra de petróleo y gas ruso, que ahora cubre el 26% y el 40% respectivamente de las importaciones europeas de esos hidrocarburos. La dependencia energética de la UE hacía impensable hasta hace poco una renuncia a las importaciones desde Rusia. Pero el desarrollo de las fuentes renovables y la posibilidad de importar gas licuado desde otros países ha cambiado recientemente el escenario.
Aun así, en Bruselas se reconoce que la ruptura comercial con Moscú obligaría a adoptar medidas de contingencia. Pero las fuentes consultadas aseguran que la UE tiene capacidad para resistir el envite, incluso en el terreno energético.
La crisis en Ucrania ya ha provocado un drástico cambio. La importación de gas ruso ha caído de 3.250 millones de metros cúbicos a principios de 2021 a 1.700 millones en la primera semana de este año, según los datos recopilados por el centro de estudios Bruegel. De los cuatro gasoductos procedentes de Rusia, solo el Nord Stream, que conecta directamente con Alemania a través del Báltico, opera al mismo nivel que el año pasado. Los que pasan por Ucrania y Polonia han reducido drásticamente el flujo. El que llega a través de Turquía ha sufrido numerosos altibajos. Y el segundo gasoducto del Báltico, Nord Stream 2, aún no ha comenzado a bombear gas (por falta de autorización europea) y la crisis ucrania podría inutilizarlo definitivamente.
La importación de gas licuado desde otros países por barco ha pasado, en cambio, de 1.400 millones de metros cúbicos en la primera semana de enero del año pasado a 3.380 millones cada siete días de este mes, según los datos de Bruegel. Las importaciones de gas desde Noruega han rozado varias veces en las últimas semanas sus máximos históricos. Y las de Argelia se han resentido, por la crisis con Marruecos, pero están muy por encima de sus mínimos históricos.
El choque energético, si llegara a consumarse, deterioraría gravemente la relación comercial entre la UE y Rusia. El daño, aunque recíproco, tendría consecuencias más devastadoras para la economía rusa. La UE es el mayor socio comercial de Rusia y es el destino del 38% de sus exportaciones. El mercado ruso, en cambio, solo absorbe el 4,1% de las exportaciones europeas, según datos de la Comisión Europea. La UE, sin embargo, también se juega su presencia en Rusia, donde es el mayor inversor internacional y acumula una inversión de más de 300.000 millones de euros.
“Esta relación comercial es importante para nosotros, pero es mucho más importante para Rusia”, advirtió el jueves la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en el foro de Davos, celebrado de manera virtual. “Esperamos que no se produzca un ataque, pero si se produce, estamos preparados”, añadió la dirigente europea.
Fuentes de la Comisión Europea, del Consejo y de las principales capitales europeas coinciden en que la batería de sanciones está lista para activarse en cuanto sea necesario, lo cual no es óbice para mantener abierta la vía de negociación con Moscú. “Nuestro plan está preparado, pero lo ideal sería no aplicarlo”, afirma una fuente diplomática. “Crucemos los dedos”, añade otra.
La UE ya adoptó sanciones comerciales en 2014, en respuesta a la primera agresión rusa contra Ucrania, que se saldó con la desestabilización de las provincias ucranias del Donbás y la anexión rusa de Crimea. El castigo europeo, todavía en vigor, limitó el acceso de un puñado de bancos rusos a los mercados europeos de capital, prohibió la compra en Europa de bonos emitidos por tres compañías energéticas rusas y frenó la exportación armas y de cierto material de prospección energética.
La economía rusa ha resistido esas sanciones durante siete años. Y los analistas reconocen que Putin tiene bazas a su favor para resistir una nueva acometida. Rusia apenas tiene deuda pública (20%), apunta el European Policy Centre. Y dispone de un potente fondo soberano, alimentado por las exportaciones de hidrocarburos, que en diciembre de 2021 amasaba 185.000 millones de dólares (163.000 millones de euros).
Pero la economía rusa también tiene puntos vulnerables. Algunos coyunturales, como la inflación actual (8%), que dobla el objetivo del Banco de Rusia y mantiene los tipos de interés en el 8,5%. Pero otros flancos de riesgo son más estructurales, como la dependencia de las ventas de gas y petróleo, que cubren casi un tercio de los ingresos del presupuesto nacional.
La UE está convencida de que se podría hacer mucho daño a la frágil economía de un país sacudido por tensiones internas que han forzado al Kremlin a endurecer la represión y la persecución de la oposición en los últimos meses. Pero Bruselas, al igual que Moscú, mantiene sus cartas escondidas para que sea el adversario quien haga sus propios cálculos sobre las consecuencias de sus actos. El único mensaje público que repiten todas las fuentes occidentales es que un ataque armado contra Ucrania provocaría una respuesta occidental devastadora para la economía rusa. “Consecuencias enormes y costes muy elevados”, amenazan una y otra vez las capitales europeas.
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