La espiral de protestas que sacude de nuevo Kazajistán ha llevado a su presidente, Kasim-Yomart Tokáyev, a destituir al primer ministro y su Gabinete. El mandatario se dirigió la noche del martes a los ciudadanos para pedirles que se queden en sus casas “y no sucumban a las provocaciones de dentro y fuera del país”, e impuso además el estado de emergencia en Almaty, el centro económico de la exrepública soviética, desde donde llegan imágenes de unas fuerzas de seguridad desbordadas por los altercados y coches de policía en llamas. Horas más tarde, Tokáyev declaró también el estado de emergencia en la capital Nursultán. La situación es grave y preocupa a Moscú, que con precedentes como las crisis de Ucrania y Bielorrusia, ha prometido “a los hermanos y amigos kazajos” que ampliará su “asistencia no militar” si es necesario.
La crisis comenzó el 2 de enero a raíz de unas manifestaciones en el oeste del país por el encarecimiento del combustible para automóviles. La transición iniciada a finales de 2019 hacia un sistema de mercado para poner fin a los subsidios al combustible provocó que los precios se duplicasen tras año nuevo de unos 10 a alrededor de 20 céntimos de euro el litro de gas licuado, un sobreprecio que se notó en regiones como Mangystau, donde el Gobierno estima que más del 70% de los vehículos utilizan esta fuente de energía. Las protestas se extendieron rápidamente al resto del país, y este miércoles se congregaron miles de personas en las calles de Almaty en lo que parecen las mayores manifestaciones desde 2019, cuando Tokáyev sucedió en la presidencia a Nursultán Nazarbáyev tras unas elecciones recordadas por sus irregularidades.
Pese a la renuncia del Gobierno, los disturbios continúan. Un corresponsal de la agencia Interfax informó del asalto al edificio de la administración de Almaty a través de puertas y ventanas destrozadas. Según el testigo, la policía habría abandonado el lugar, de donde salía humo y se escuchaban detonaciones.
El departamento médico de la ciudad ha informado de 190 heridos, 137 de ellos policías. En las imágenes difundidas a través de los canales de Telegram se pueden ver escenas caóticas en la ciudad. Furgones de policía sacudidos por decenas de personas agolpadas a su alrededor y otros vehículos en llamas, peleas a puño limpio entre ciudadanos y agentes, y la retirada de las fuerzas de seguridad ante el empuje de los manifestantes.
El hasta ahora viceprimer ministro, Alijan Smailov, liderará el Gobierno en funciones hasta la formación de uno nuevo, según recoge el decreto presidencial por el que se acepta su renuncia. El Ejecutivo actual había sido constituido en enero, y al frente estaba Askar Mamin, primer ministro desde febrero de 2019.
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Las protestas reflejan el hastío de una población que no ha visto cambios reales en los últimos años. Tokáyev fue elegido para la sucesión por su mentor, Nursultán Nazarbáyev, quien en cierta forma ha seguido manteniendo el poder después de casi tres décadas de reinado al frente del país, desde su independencia de la Unión Soviética en 1991. Tras dejar el cargo, Nazarbáyev ocupó la dirección del Consejo de Seguridad, el organismo del que dependen todas las fuerzas de seguridad. Y este nombramiento no fue el único cambio nominal de 2019. La capital, Astaná, pasó a llamarse Nursultán en honor a Nazarbáyev, proclamado también padre de la nación.
Kazajistán goza de enormes reservas de petróleo. El país es miembro de la OPEP+, el cartel de exportadores de petróleo en su versión ampliada junto a otros grandes productores como Rusia. Aunque la situación económica de sus ciudadanos es mejor que la de otras repúblicas de Asia Central, la percepción es que podría ser mucho mejor. Según su agencia gubernamental para la Planificación Estratégica y las Reformas, el salario medio rondaba a finales de 2021 los 249.349 tenges, unos 500 euros.
El descontento que recorre a su aliado preocupa a Moscú. “Observamos muy de cerca la situación en Kazajistán”, ha señalado el Ministerio ruso de Exteriores en un escueto comunicado. Más concreto ha sido el vicepresidente primero del Comité para Asuntos Exteriores de la Cámara alta rusa, Vladímir Dzhbárov, quien dijo a Interfax que Moscú brindará a Nursultán toda “asistencia no militar” que sea necesaria, incluido apoyo económico. “Pienso que las autoridades de Kazajistán podrán hacer frente a esta situación, saldrán de ella. Deseamos a nuestros amigos y hermanos kazajos éxito para encontrar una salida, Rusia siempre estará a vuestro lado para ofreceros ayuda”, apuntó el político.
Tokáyev acusó al hasta ahora ministro de Energía de haber elevado la tensión por el alza de los precios. Tanto Magzum Mirzagaliyev, nombrado titular de esta cartera el pasado septiembre, como el viceprimer ministro Yeraly Tugzhanov se presentaron en las protestas en el inicio para tratar de calmar la situación prometiendo a los manifestantes que no serían juzgados si volvían a sus casas y que el precio del gas licuado para los coches bajaría.
La aversión hacia Rusia, como sucediera con las protestas de Maidan en 2014 en Ucrania, también inquieta al Kremlin. La revista oficial del Ministerio ruso de Exteriores, Vida internacional, ha hecho un análisis de estas manifestaciones donde acusa a la élite kazaja de fomentar los sentimientos antirrusos en el país, donde la población rusa suma, según sus cifras, una cuarta parte del total. “La traducción del kazajo al alfabeto latino y la anulación gradual del estatus oficial del idioma ruso harán que la situación en este país sea inaceptable para una parte significativa de los residentes que consideran el ruso su lengua materna”, destaca el artículo, que señala al presidente turco, Recep Tayip Erdogan, por “promover con éxito el nuevo panturquismo” en la región: “La deriva ideológica de las élites de varios Estados de Asia Central, que se están sumando al concepto de la creación del Gran Turán (nuevo imperio otomano), también es peligrosa para el mundo ruso. Hoy escuchamos ‘un pueblo, dos Estados’. Mañana escucharemos ‘un pueblo, cinco Estados’. ¿Luego serán también las repúblicas rusas?”
Esta opinión también la compartió el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, en un artículo publicado en noviembre en el diario oficial Rossískaya Gazeta. “Hemos sido testigos recientemente de una serie de manifestaciones de xenofobia contra los ciudadanos de habla rusa de Kazajistán. Estos casos individuales son producto en gran parte de una campaña exterior para cultivar el nacionalismo local y desacreditar la cooperación con Rusia”, según Lavrov. “El nivel de las relaciones bilaterales con Nursultán permite tomar medidas rápidamente en caso de alarma”, agregó el diplomático antes de destacar que los estrechos lazos que unen a países a través de una alianza militar (CSTO) y económica (Unión Euroasiática). “Si busca algún análogo en el mundo occidental, solo viene a la mente Estados Unidos y Canadá”, apuntó.
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