Rara vez llega al poder el primero en levantar la daga, pero el hecho de que lo haga el ministro de Economía, el puesto con más poder en el Gobierno británico después del de primer ministro, sugiere que Boris Johnson se está acercando a sus idus de marzo. Rishi Sunak, con una aparente candidez, cuestionó públicamente el pasado jueves el comportamiento de su jefe, al ser preguntado por la presunta calumnia que Johnson lanzó a principios de la semana contra el jefe de la oposición. A Sunak se le ha unido este viernes el ministro de Sanidad, Sajid Javid, que ha elogiado a Keir Starmer.
El primer ministro había acusado a Starmer de haber evitado investigar al pedófilo Jimmy Savile durante el tiempo en que ocupó el puesto de Fiscal General del Estado. Para entender la gravedad del golpe bajo, es necesario recordar la conmoción nacional y el dolor que provocó la noticia de que el popular presentador de programas musicales de la BBC había abusado sexualmente de al menos 500 menores y mujeres. Varios diputados conservadores han tomado la decisión de reclamar abiertamente la dimisión de Johnson después de que el primer ministro se negara a rectificar sus palabras. Cuando finalmente lo hizo, el jueves pasado, su explicación fue más una excusa para justificarse a sí mismo que un perdón en toda regla a su rival político. “Entiendo que no tuvo nada que ver personalmente con la decisión (…) Me refería a su responsabilidad al frente de la organización”, intentó aclarar Johnson.
Su reticencia a dar marcha atrás debidamente provocó que Munira Mirza, la directora de Estrategia Política de Downing Street y fiel asesora de Johnson durante 14 años, abandonara el barco después de enviar una demoledora carta de dimisión a Johnson. “Eres mucho mejor hombre de lo que jamás entenderán muchos de tus detractores, y por eso resulta tan desesperadamente triste que te hayas rebajado a ti mismo al hacer una acusación tan injuriosa contra el líder de la oposición”, explicaba Mirza, frustrada porque su jefe y amigo no hubiera atendido su petición de que se disculpara como era apropiado.
Pero los dos golpes políticos más preocupantes para Johnson se los proporcionaron dos de los ministros que aspiran a sucederle y a ocupar su puesto. “Para ser honesto, yo nunca habría dicho eso, y me alegra que el primer ministro haya aclarado sus palabras”, había dicho Sunak. Poco después, el ministro de Sanidad, Sajid Javid, elogiaba públicamente el historial del laborista Starmer: “Cuando dirigió la Fiscalía hizo un buen trabajo, y merece todo nuestro respeto. Es un trabajo muy duro, merece un respeto absoluto. Y por eso el primer ministro ha salido a aclarar sus palabras”, ha dicho Javid en SkyNews. A partir de los códigos conspirativos que se han vuelto a activar en las últimas semanas en Westminster y Whitehall (como se conocen al Parlamento y a la zona donde se concentran los departamentos del Gobierno británico), mucho más importante que el elogio a las aclaraciones de Johnson es el hecho de que dos de sus ministros con mayor peso político se desmarquen públicamente de su desafortunado ataque al líder de la oposición.
La foto de la cerveza
La imposibilidad de cerrar definitivamente a principios de la semana la investigación sobre las fiestas ha provocado un continuo goteo de filtraciones que mina la credibilidad de Johnson. El informe de la funcionaria Sue Gray, a pesar de su demoledora condena a los “fallos en el liderazgo”, el “incumplimiento de los estándares éticos” y el “consumo excesivo de alcohol” en Downing Street, no pudo dar detalles sobre los 16 eventos denunciados. Doce de ellos se hallan aún bajo las pesquisas de Scotland Yard, y la policía exigió a Gray que no revelara detalles que pudieran comprometer la investigación. El Daily Mirror asegura en su edición de este sábado que en al menos una de las casi 300 fotos que han llegado a manos de los agentes encargados del caso aparece Johnson con una cerveza en la mano. Se trataría de la fiesta sorpresa del 19 de junio de 2020, en pleno confinamiento, celebrada en el Cabinet Room de Downing Street, la sala con la mesa ovalada donde se reúne el Gobierno en pleno. Fue un evento organizado por Carrie Symonds, la esposa de Johnson, que concentró a cerca de 30 personas. La foto, según el tabloide, muestra al primer ministro con una lata de Estrella Damm, la cerveza catalana, en la mano. Junto a él está el propio Sunak, aunque en su caso se limita a tomar un refresco sin alcohol.
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Más de una docena de diputados conservadores han anunciado ya públicamente su decisión de enviar una “carta de retirada de confianza” al histórico Comité 1922, que organiza oficialmente los procesos de elección de líder del Partido Conservador. El número de cartas recibidas se mantiene en secreto, pero si alcanza la cifra mágica de 54 (el 15% del grupo parlamentario), se activaría automáticamente la moción de censura interna para cuestionar el liderazgo de Johnson.
Son pocas las voces, en las últimas horas, que defienden sin matices a Johnson. Y algunas de las que lo hacen resultan casi contraproducentes para su causa. Nadine Dorries, la ministra de Cultura que entró en la última remodelación de Gobierno, se ha lanzado a defender a su jefe en los medios con un ardor que ha provocado sonrojo entre sus colegas conservadores. Su argumento: todo el escándalo de las fiestas es una conspiración con la que los partidarios de permanecer en la UE y contrarios al Brexit intentan revertir esa decisión.
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