La Unión Europea ha reaccionado de inmediato a la decisión del presidente ruso, Vladímir Putin, de reconocer la independencia de los territorios ucranios en manos de separatistas prorrusos. Nada más firmarse el decreto de reconocimiento en el Kremlin, los líderes de las principales instituciones comunitarias han calificado la decisión de Putin como “una flagrante violación del derecho internacional, una violación de la integridad territorial de Ucrania y una violación de los acuerdos de Minsk”. En el mismo texto han advertido al líder ruso que “la UE y sus aliados reaccionarán con unidad, firmeza y determinación la solidaridad con Ucrania”. Poco antes de la firma del decreto en Moscú, Bruselas había pedido a Putin que se abstuviese de reconocer a las provincias separatistas so pena de exponerse a duras sanciones comerciales por parte europea.
La respuesta comunitaria ha llegado en forma de tres tuits idénticos en las cuentas del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y del Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell. En otras capitales, como París o Kiev, los gobiernos respectivos convocaban casi al mismo tiempo la reunión de urgencia de los respectivos consejos de seguridad para analizar la situación desencadenada por Putin.
El presidente ruso ya había advertido telefónicamente al canciller alemán, Olaf Scholz, y al presidente francés, Emmanuel Macron, de su intención de reconocer a las dos provincias del Donbás. Pero Bruselas confiaba en que el ultimátum no se cumpliese. “Entendemos que la decisión final aún no está tomada”, había señalado Borrell hacia las 6:30 de la tarde al término de una reunión del consejo de ministros de exteriores celebrada en Bruselas. Menos de dos horas después, Putin se dirigía en directo por televisión a la opinión pública rusa para confirmar su decisión y firmaba los decretos de reconocimiento de independencia ante las cámaras.
El presidente ruso hacía así caso omiso a las llamadas de la UE a dar un paso que puede agravar aún más la crisis de seguridad en Europa. “Pedimos al presidente Putin que respete el derecho internacional y los acuerdos de Minsk y esperamos que no reconozca la independencia de las provincias de Donetsk y Lugansk”, decía Borrell tras la reunión de ministros europeos. Y el jefe de la diplomacia comunitaria advertía: “Estamos listos para reaccionar de manera contundente en el caso de que lo haga”. Borrell indicaba que tanto el reconocimiento de las dos autoproclamadas repúblicas en Ucrania como su posible anexión a Rusia desencadenarán represalias comerciales por parte de la UE.
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El anuncio en Moscú del inminente reconocimiento de la independencia había sorprendido a los ministros de la UE en una reunión destinada entre otras cosas, precisamente, a calibrar la necesidad o no de iniciar ya las sanciones contra Rusia. La acumulación de tropas rusas junto a las fronteras del norte y el este de Ucrania, los recurrentes ataques cibernéticos contra Kiev y la multiplicación de los incidentes militares con las zonas del país controladas por fuerzas prorrusas han alentado el debate sobre la conveniencia de activar ya el castigo contra el régimen de Putin.
Ucrania y sus aliados más estrechos dentro de la Unión Europea han redoblado la presión para que Bruselas imponga ya las primeras sanciones contra Rusia, a la que acusan de provocar una grave crisis económica en un país asediado por el ejército de Vladímir Putin. Pero la mayoría de los socios europeos, entre ellos España, consideran que sería contraproducente iniciar ahora el castigo político y económico contra el Kremlin porque todavía confían en disuadir al presidente ruso de llevar a cabo una invasión del territorio ucranio. Además, algunos países de la UE, en particular Italia, temen que el cruce de sanciones y represalias entre Bruselas y Moscú ponga en peligro su suministro energético y provoque una grave crisis que desbarate la recuperación después de la pandemia.
El choque entre los partidarios de la mano dura inmediata con Moscú y quienes prefieren dar una nueva oportunidad a la diplomacia se ha visualizado durante la reunión de los ministros de Exteriores de la UE. La cita, presidida por Borrell, ha contado con la presencia de Dmytro Kuleba, titular ucranio de Exteriores. Este ha aprovechado su visita para reclamar a la UE la imposición de sanciones contra Moscú.
“Las sanciones están listas y estamos preparados para adoptarlas cuando llegue el momento, pero estamos trabajando para que ese momento no llegue”, había señalado Borrell poco antes de la reunión de los ministros. En la misma línea se expresó Luigi Di Maio, ministro de Exteriores de Italia, uno de los países que más teme las consecuencias económicas de un enfrentamiento comercial con Moscú. “Está claro que trabajar para una solución diplomática, como estamos haciendo, significa evitar las sanciones”, afirmó Di Maio en Bruselas.
El primer ministro italiano, Mario Draghi, incluso planteó el pasado viernes que se excluyese de antemano el sector energético de cualquier batería de sanciones contra Rusia. Roma teme que el castigo a Moscú incluya la prohibición o limitación de comprar gas ruso, lo que podría tener un grave impacto en la economía italiana, muy dependiente de las importaciones de gas y petróleo, dos combustibles que cubren el 80% del consumo energético del país.
Bruselas ya ha dejado claro que en caso de invasión las sanciones serán enormes y no habrá ningún tabú sobre los sectores afectados, lo que amenaza tanto al energético como al financiero, que quedaron a salvo en los castigos aprobados por la anexión rusa de Crimea en 2014 en un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que telefoneó a Draghi la semana pasada para abordar los planes de contingencia en cuanto al suministro energético, ha asegurado que Europa dispone de reservas suficientes para afrontar un choque frontal con Moscú.
Pero antes de iniciar una guerra comercial, la UE prefiere, en todo caso, esperar a los resultados de la nueva ofensiva diplomática para evitar la guerra, que bajo el impulso del presidente francés, Emmanuel Macron, parece haber allanado el camino hacia una cumbre internacional al más alto nivel sobre Ucrania. La cita se celebraría, según París, si Rusia no acomete la invasión de su país vecino. Y estaría precedida por la reunión del secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, y el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, prevista para este jueves, y por una posible cumbre entre Putin y el presidente de EE UU, Joe Biden, ahora en entredicho. El reconocimiento de las provincias del Donbás pone en entredicho todas esas perspectiva de salida negociada.
Alemania, Italia y España, entre otros países europeos, secundan la vía diplomática impulsada por París. Y el propio Borrell la considera imprescindible. “Deben movilizarse tantos recursos diplomáticos como podamos imaginar”, ha señalado el jefe de la diplomacia comunitaria. “Se necesita cualquier formato, cualquier mesa de negociación para intentar evitar la guerra y apoyaremos todas las conversaciones porque son la mejor vía, la única vía para encontrar una solución a la crisis”, añadía el español.
Los socios europeos más cercanos a la frontera rusa, sin embargo, consideran un error histórico contemporizar con Moscú y creen que Putin solo está ganando tiempo para ir desestabilizando Ucrania, una tesis que parece corroborada por la decisión rusa de sellar a fuego su alianza con las dos provincias ucranias que quedaron fuera del control de Kiev en 2014. “Nosotros [los países bálticos] estamos en primera línea para ver lo que está sucediendo y creemos que el ataque [ruso contra Ucrania] ya está sucediendo”, ha señalado el ministro lituano Gabrielius Landsbergis.
Los países partidarios del castigo inmediato acusan a Moscú de haber provocado una grave crisis económica en Ucrania y de lanzar continuos ataques cibernéticos contra la Administración y las infraestructuras del país. Por ello, defienden una imposición gradual de las sanciones para ir subiendo la intensidad en función de las actuaciones del Kremlin.
Ninguna delegación europea niega el impacto que las hostilidades rusas están teniendo sobre Ucrania. Y este mismo lunes, el consejo de ministros de Exteriores de la UE ha aprobado un rescate financiero del país de 1.200 millones de euros. Los préstamos, que se liberarán en dos tramos, fueron propuestos por la Comisión Europea el 1 de febrero. Y en solo 21 días, la propuesta ha sido aprobada por el Parlamento Europeo y por el Consejo. La rápida tramitación denota el riesgo que la UE percibe de un desmoronamiento financiero del Estado ucraniano como consecuencia del acoso militar desde el exterior.
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