Dos minas navales han sido encontradas en aguas turcas en los últimos tres días. La primera, el sábado, fue descubierta por unos pescadores en la entrada norte del Bósforo, que divide en dos Estambul, lo que obligó a detener el tráfico en este estrecho durante cuatro horas.
La segunda mina fue hallada la mañana del lunes en el mar Negro, cerca de aguas territoriales búlgaras, y se ordenó a los pescadores de la zona ponerse a resguardo en puerto. Ambas minas fueron retiradas y posteriormente detonadas de forma controlada por efectivos de la Armada turca sin que se produjeran daños, pero estos incidentes han incrementado la preocupación de que la invasión rusa de Ucrania afecte al tráfico en una de las vías marítimas más concurridas del mundo. Las Fuerzas Armadas de Turquía han desplegado dos barcos dragaminas en busca de más explosivos.
El pasado 18 de marzo, la estación naval del puerto ruso de Novorossiysk emitió un mensaje a los barcos de la zona sobre la posible presencia de “unas 420 minas tipo YAM y YARM a la deriva”, y en los días posteriores las autoridades navales de Sochi (Rusia) y Samsun (Turquía) repitieron la alerta a los buques de sus zonas. “Debido a las condiciones meteorológicas y las tormentas, se han soltado minas colocadas por las Fuerzas Navales ucranias en la entrada de los puertos de Odesa, Ochakov, Chernomorsk y Yuzhni. Los buques podrían explotar al contacto con las minas a la deriva. Se pide a los marineros en las zonas noroeste, oeste y sudoeste del mar Negro que naveguen con precaución”, dice el mensaje.
Entonces, Viktor Vishnov, subjefe de la Administración Naval de Ucrania, calificó el anuncio de “desinformación” por parte de Rusia. “Esto lo hacen para justificar el cierre de zonas del mar Negro por un supuesto peligro de minas”, dijo Vishnov en declaraciones a Reuters. Sin embargo, el peligro de las minas se ha convertido en un hecho real. No en vano, el pasado 3 de marzo un buque de bandera panameña y propiedad de una empresa estonia se hundió en aguas cercanas al puerto ucranio de Odesa en un incidente aún no del todo esclarecido. Los expertos atribuyen la explosión o bien al impacto con una mina a la deriva o bien a que el barco no estaba anclado y se golpeó con uno de estos artefactos.
Desde el inicio de la invasión rusa, ha habido informaciones no confirmadas sobre un posible minado de estas aguas por parte de la Marina ucrania para evitar un desembarco anfibio en Odesa. La Convención de La Haya de 1907 prohíbe el uso de minas flotantes a menos que estén ancladas y obliga a los Estados que las utilicen a notificar internacionalmente las áreas de colocación para evitar accidentes. De hecho, Moscú ha denunciado que Ucrania ha violado dicha convención.
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Sin embargo, la cuestión de dónde proceden las minas sigue abierta, según explica a este diario Yörük Isik, director de la consultora de Estambul Bosphorus Observer, especializada en temas marítimos: “Los ucranios solo han puesto minas en Odesa, ya que el mar de Azov y las aguas de Crimea están bajo control ruso. La incógnita es: ¿cómo han llegado las minas desde Odesa hasta el Bósforo sin que se hayan detectado también minas en aguas rumanas o búlgaras? Tampoco está claro cómo pueden saber los rusos el número de minas a la deriva con tanta exactitud, a menos que las hayan soltado ellos de sus anclas o, lo más probable, que estén exagerando los números”.
El ministro turco de Defensa, el general Hulusi Akar, ha explicado que el tipo de minas halladas son “modelos viejos”. En las imágenes de las televisiones turcas se ve que la superficie de las minas es negra y está limpia, lo que indicaría, según el analista Tayfun Özberk, que son de reciente colocación. “Esto refuerza la opinión de que esta mina no ha estado largo tiempo en el mar. Porque las minas que están largo tiempo en el mar presentan cierta oxidación y muchas algas”, escribe en el medio especializado Naval News.
Consecuencias económicas
Las autoridades turcas han prohibido a los pescadores de la zona salir a faenar de noche, dado que la oscuridad podría impedir avistar nuevas minas. “Nosotros salimos a pescar para ganarnos el pan. Una vez más, se demuestra lo mala que es esta guerra. Incluso a nosotros nos afecta. Sin tener nada que ver con ella, también nos hemos convertido en damnificados”, se quejó un pescador de la localidad de Igneada, cerca de la cual se halló la segunda mina, en declaraciones a la agencia turca Anadolu.
El tránsito en el Bósforo no se ha visto aún demasiado afectado, afirmó un operador marítimo consultado por EL PAÍS, más allá de algunos retrasos y atascos, que son habituales. Por esta vía marítima cada año circulan unos 40.000 buques. “Durante los cinco primeros días de guerra, sí registramos una reducción significativa de tráfico, pero ahora se ha recuperado. En dirección a los puertos de Ucrania ha habido un descenso de tráfico, pero no a los de Rusia o los demás países”, aseguró esta fuente.
Parte de las mercancías con destino a Ucrania están siendo desembarcadas en el puerto rumano de Constanza y de ahí se redirigen por carretera o ferrocarril a territorio ucranio. Incluso compañías estadounidenses y europeas siguen cargando petróleo ruso y kazajo, además de otras mercancías, en terminales rusas, explica Isik, que se dedica a monitorizar los movimientos navales en el Bósforo y el mar Negro. Esto se debe a que las sanciones decretadas por Washington, Londres y Bruselas han otorgado un periodo de gracia de mes y medio para cumplir los contratos vigentes, antes de la entrada en vigor de las represalias económicas por la invasión rusa. También, por la escasez global de contenedores, ya que varias empresas están yendo a Novorossiysk a cargarlos, aunque estén vacíos. Isik advierte de que, en caso de que sigan llegando minas a aguas turcas y Turquía deba desplegar más buques dragaminas (tiene una decena) o reducir el tráfico en el Bósforo, “esto tendría repercusiones directas en el precio de las materias primas y, en cierto modo, también en el precio del petróleo”.
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