En el octavo día de ofensiva contra Ucrania de las fuerzas del presidente ruso, Vladímir Putin, delegaciones de Kiev y Moscú volverán previsiblemente este jueves a sentarse en una mesa de diálogo para tratar de alcanzar un alto el fuego. Con el asedio del ejército ruso al corazón de las ciudades ucranias, el asedio a Kiev y Járkov y el bombardeo a zonas civiles, el Gobierno de Volodímir Zelenski exige a Moscú que deje de lanzar ataques para poder avanzar en la senda del diálogo. Rusia, que ha agudizado su ofensiva ante la resistencia ucrania, no ha detenido los bombardeos y ha aumentado la violencia contra infraestructuras civiles. Los observadores internacionales tienen pocas esperanzas de que este segundo intento diplomático alcance alguna solución, pese al número de bajas rusas.
La reunión, que podría celebrarse en Bielorrusia, cerca de la frontera con Ucrania, será el segundo intento de establecer un canal diplomático entre Ucrania y Rusia. El primero, el lunes no solo no llegó a un acuerdo concreto sino que, en plena reunión, Putin bombardeó el centro de Járkov, la segunda ciudad más poblada de Ucrania, atacando inmuebles residenciales.
La seguridad de la delegación ucrania correrá a cargo de los servicios especiales del líder autoritario bielorruso Aleksandr Lukashenko, según Kiev, pese a que parte de las tropas de Putin están entrando desde territorio de Bielorrusia, donde hace un mes Rusia empezó a concentrar también tropas para, supuestamente, hacer maniobras militares conjuntas con Minsk.
Las tropas de Putin no están teniendo un avance tan rápido como el planeado por el Kremlin. El Ministerio de Defensa reconoció este miércoles por primera una cifra oficial de víctimas propias, 498 muertos y 1.597 heridos, para desmentir “las incalculables pérdidas” que les atribuye “la desinformación occidental”. La cifra, que aún así es tres veces menos que la cifra de soldados rusos que Ucrania dice que ha eliminado, es casi cinco veces sus pérdidas totales en Siria y subraya el nivel de resistencia que han enfrentado las fuerzas rusas en Ucrania. En Siria, ademas, Moscú envió paramilitares, que también se sospecha que están infiltrados en territorio ucranio y que esperan el momento para intervenir, según los servicios secretos ucranios y de Estados Unidos.
Mientras se espera la mesa de diálogo, el coste humano y económico y de la guerra es inmenso: cientos de víctimas civiles y casi un millón de refugiados, la mayor crisis de Europa de este siglo. Está por ver si las sanciones que ahogan y obstaculizan ya la economía rusa conducen a Moscú a acordar un alto el fuego. Putin, que asegura que tiene el objetivo de “desnazificar” ucrania, quiere la rendición de Kiev y la renuncia del Gobierno. El presidente Zelenski dice que está abierto a hablar sobre el estatus de Ucrania como un país neutral (lo que cortaría sus posibilidades, ya lejanas, de unirse a la OTAN), pero que no claudicará.
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Kiev denuncia además crímenes de guerra por parte de la fuerzas rusas. “Muchas de nuestras ciudades y pueblos ahora sufren el terror ruso”, dijo Oleksii Reznikov, ministro de Defensa ucranio y jefe de la delegación negociadora de Kiev. Zelenski dice que ha recibido “algunas señales” de Rusia, cada vez más aislada por la comunidad internacional, pero que el resultado es incierto. “Hasta el momento no tenemos el resultado que nos gustaría. Rusia ha expresado sus puntos, nosotros los nuestros para poner fin a la guerra. Recibimos algunas señales”, comentó esta semana el líder ucranio, que volvía denunciar los ataques rusos y el encarnizamiento de Putin contra zonas civiles y el asedio a ciudades y pueblos. “Rusia quiere presionar con ese método poco astuto pero que no pierda el tiempo. Esa táctica no funciona con nosotros”.
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