Rusia va a por todas en su desafío por recuperar parte de la influencia perdida en Europa tras la caída de la URSS usando como punta de lanza el conflicto con Ucrania. Esto ha levantado un gran temor en la Unión Europea, tanto por la amenaza a la seguridad que puede suponer como por el ninguneo al que le somete el régimen de Vladímir Putin en las negociaciones para buscar una salida. Este lunes hubo un encuentro bilateral en Ginebra entre representantes de Washington y Moscú. El miércoles habrá otro entre la OTAN y Rusia. Y el jueves se verán de nuevo en una reunión de la OSCE, organización de la que son miembros todos los Estados en conflicto, en Viena. Ante esta semana clave para tomar la verdadera temperatura del conflicto, Estados Unidos ha intensificado sus contactos con sus socios europeos este martes, cuando la subsecretaria de Estado, Wendy Sherman, se ha reunido con los embajadores de Los Veintisiete en el Comité de Política de Seguridad y Defensa del Consejo de la UE y, después, con el secretario general del Servicio de Acción Exterior de la UE, Stefano Sannino.
Los recelos de la Unión Europea por el desprecio al que le está sometiendo Moscú han encontrado una respuesta de la Casa Blanca en un comunicado en el que se recoge un extenso listado de más de 100 reuniones, llamadas telefónicas y contactos que han mantenido sus representantes con los aliados europeos. De hecho, ante las reiteradas declaraciones de días atrás en las que desde Bruselas se exigía que los asuntos relacionados con la seguridad europea se negociaran con los europeos, el texto divulgado en Washington está encabezado con unas palabras del secretario de Estado, Antony Blinken, que dice: “Estamos absolutamente comprometidos con el principio de nada sobre Ucrania sin Ucrania, tanto como lo estamos con el de nada sobre Europa sin Europa”.
Tratando de evitar que se interpreten las constantes reivindicaciones europeas de estar en las negociaciones como un malestar con Washington, el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, declaró el lunes a la televisión británica BBC que la cita de Ginebra no era más que “un primer paso para explorar” las demandas rusas. Además, el jefe de la diplomacia europea atacó en esa entrevista a Moscú al señalar que sus demandas “contravienen la seguridad de Europa” y que incluso vulneran el tratado de Helsinki de 1975. Fuentes diplomáticas europeas también tratan de subrayar la gran coordinación entre los socios y ponen el acento en las interpretaciones que apuntan a que la posición rusa es una táctica negociadora.
También el portavoz principal de la Comisión Europea, Eric Mamet, ha tratado este martes de huir de la imagen de que Rusia está teniendo éxito en su intento de ningunear a la UE cuando se le ha preguntado por la ausencia de la Unión Europea en Ginebra, en el encuentro de la OTAN o en el que el jueves tendrá lugar en Viena con la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. “Nosotros no somos parte de la OTAN”, ha recordado el alto funcionario, “pero están los Estados miembros, que sí lo son, también de la OSCE”. Detrás de estas palabras está la intención de hacerle ver a Moscú que puede intentar ningunear a Europa en su intento de volver al mundo de esferas de influencia propio de la Guerra Fría, pero se la vuelve a encontrar en órganos multilaterales como la Alianza Atlántica o la OSCE, cuya secretaria general actual, la alemana Helga Schmid, era hasta hace unos meses la secretaria general del Servicio de Acción Exterior de la UE, es decir, pura nomenclatura de Bruselas.
Después del encuentro del lunes, el clima se ha ensombrecido más de lo que ya lo estaba. La semana había comenzado con la incógnita de saber hasta dónde está dispuesto a llegar Putin, que tiene desplegados más de 100.000 soldados en la frontera con Ucrania. A la salida, el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Ryabkov, acusó a Estados Unidos de poner en riesgo la seguridad europea. Algo que fue respondido por Sherman, quien calificó la posición de Moscú en la mesa como “lo contrario a puntos de partida” para una negociación.
La exigencia de Rusia de que la OTAN vuelva a sus fronteras de 1997 no supondría solo el veto a la entrada de Ucrania, algo que por ahora no está sobre la mesa, o de Finlandia y Suecia, una posibilidad que sí se baraja con seriedad. También implicaría que deberían salir del paraguas de la organización Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Rumania, Bulgaria, Hungría, las tres repúblicas bálticas, Eslovenia, Croacia, Montenegro y Albania. Moscú trata de transmitir la idea de que la Alianza amenaza su seguridad, algo a lo que su secretario general, Jens Stoltenberg, y Borrell suelen contestar diciendo que es una organización defensiva que solo responde militarmente en caso de agresión bélica a uno de sus miembros.
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