Emmanuel Macron se ha embarcado en un maratón diplomático para contrarrestar la amenaza de Rusia en las fronteras de Ucrania. El presidente francés se reunirá el lunes en Moscú con su homólogo ruso, Vladímir Putin. Y el martes irá a Kiev para verse con el ucranio Volodímir Zelenski.
La hiperactividad internacional de Macron, que este semestre ocupa la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea (UE), busca realzar el papel francés y europeo ante la crisis en torno a Ucrania. Aunque el amontonamiento de tropas rusas cerca de la frontera ucrania supone una amenaza a las de Europa, Estados Unidos y la OTAN han tenido hasta ahora un papel más preponderante que la UE en la respuesta a esta crisis.
Francia se alinea con Washington en la voluntad de disuadir a Moscú —con posibles sanciones o reforzando la presencia en países del flanco este de la OTAN— ante una nueva incursión en Ucrania tras la anexión de Crimea en 2014 y el patrocinio ruso de los secesionistas de la región del Donbás. Al mismo tiempo, ha intentado abrir, por su cuenta o junto a Alemania, varios canales de diálogo con Rusia.
“Si hay un canal que permita discutir y ofrecer algunas señales de desescalada, hay que utilizarlo”, declaró este viernes, en un encuentro con periodistas, el secretario de Estado francés de Asuntos Europeos, Clément Beaune. Pero añadió: “Hay que ser muy modestos: nadie, ni a través del canal de la OTAN, ni a través del canal americano-ruso, ni a través de cualquier otro canal tiene la garantía de que la cosa funcionará”.
En los últimos 10 días, Macron ha hablado tres veces por teléfono con Putin y dos con Zelenski. La semana pasada, organizó en el Palacio del Elíseo una reunión en la que participaron los consejeros diplomáticos de los líderes de Francia, Alemania, Ucrania y Rusia. Los cuatro países integran el llamado Formato de Normandía, constituido en 2014 y destinado a resolver el conflicto en Ucrania con los separatistas prorrusos del Donbás.
A este nuevo canal de diálogo se añade el plan para que la UE proponga, primero a la OTAN y después a Rusia, “un nuevo orden de seguridad y estabilidad” para Europa. La propuesta, esbozada el 19 de enero en un discurso ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo, creó confusión y alimentó la interpretación según la cual el presidente francés iba por libre.
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La tradición de “potencia de equilibrio”
La tradición francesa de ejercer el papel de “potencia de equilibrio” —expresión que el presidente Macron usó varias veces en Estrasburgo— se remonta al general Charles de Gaulle y despierta suspicacias entre los socios. En 2008, coincidiendo también con la presidencia rotatoria de la UE, el entonces presidente, Nicolas Sarkozy, se empleó a fondo para mediar en el conflicto entre Rusia y Georgia. Y en 2019 Macron intentó por su cuenta un deshielo con Putin que causó incomprensión entre algunos socios europeos y acabó resultando fallido.
Aunque Francia preside hasta junio el Consejo de la UE —la instancia que congrega a los Estados miembros—, Macron no es el presidente de Europa. La UE tiene un alto representante para la Política Exterior y de Seguridad Común, Josep Borrell, y un presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
“El presidente [francés] mantiene contactos directos o personales con Vladímir Putin porque piensa que en estos momentos puede ser útil, y porque piensa que ha logrado crear un espacio de discusión y de una negociación con el presidente ruso, pero no lo hace en nombre propio ni de manera escondida”, dice Beaune, hombre fuerte de Europa en el Gobierno francés y estrecho colaborador de Macron. Y añade: “Aunque [Macron] no es alto representante ni presidente del Consejo Europeo, el hecho de que esté al cargo de la presidencia del Consejo de la UE hace de él, ante Vladímir Putin, un interlocutor europeo”.
Francia defiende que toda la actividad diplomática para rebajar la tensión en las fronteras ucranias se desarrolla “en perfecta coordinación con los socios y aliados”, según una fuente de la presidencia francesa que pide anonimato. La diferencia con Washington, subraya París, es de lenguaje: mientras hace unos días, por ejemplo, la Casa Blanca alertaba de un ataque “inminente” de Rusia a Ucrania, el Elíseo ha optado por una retórica más cauta.
“No hay que negar las sensibilidades diferentes ni incluso los análisis que no son exactamente los mismos a partir de realidades comunes”, dice Beaune. “Pero lo esencial es que en la actitud respecto a Rusia enviamos los mismos mensajes: estamos dispuestos al diálogo; ustedes no decidirán las alianzas en nuestro lugar; y si no quieren diálogo, estamos preparados para reaccionar”.
La UE, como Estados Unidos, prepara un arsenal de sanciones económicas y financieras contra Moscú en caso de ataque ruso. Y Francia ya ha anunciado, en consonancia con otros países de la OTAN, que está dispuesta a enviar tropas a Rumania, país aliado y fronterizo con Ucrania.
La hiperactividad diplomática de Macron tiene una clave interna. El presidente afronta una reelección en abril en la que la extrema izquierda y la extrema derecha se muestran comprensivas con Putin, o directamente a favor. Y, aunque la política internacional raramente inclina unas elecciones, para un jefe de Estado en ejercicio la dimensión internacional marca una diferencia.
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