MONTALVO, LA LEYENDA DE 'EL COMANDANTE'

Hoy se cumple un mes del infame asesinato del periodista tulueño Marcos Efraín Montalvo Escobar, un hombre que vivió y murió por el periodismo.

Por Mauricio Altamirano Montalvo.

Quienes conocen de periodismo saben a qué se refiere quienes lo llaman el sagrado oficio, e ineludiblemente hay que mencionar a los periodistas, pero no a la montonera de “boletineros” ni atenidos a la información oficial, sino a aquellos que se convierten en guardianes de la memoria, esos que aprenden a escribir no solo para redactar noticias, sino que desarrollan el instinto de cronista, observador y activista para marcar hechos trascendentales en la historia local o universal.

No voy a hacer un recuento de los periodistas de esa clase que ha producido Tuluá, no son tantos realmente, me voy a referir a uno, que emocionalmente me marca no solo por la familiaridad consanguínea, ni por haber sido mi maestro en los tiempos que quería ser como él, sino porque aun ahora y en medio del dolor por su asesinato despierta mi capacidad de asombro desde lo intelectual.

Marcos Efraín Montalvo Escobar, ese quijote de complexión delgada, figura quijotesca como le describiera el ya olvidado cronista cundinamarqués Oscar Vásquez Arias “Ovasqueza”, es sin duda el máximo referente histórico del periodismo tulueño, un nombre que hoy se pone en lo más alto del olimpo periodístico centrovallecaucano, me atrevo a decirlo sin pudor alguno y sin pedir permiso a nadie, pues su leyenda es superior a la de cualquiera que ejerció, ejerciera o ejerce el sagrado oficio.

Montalvo, conocido desde 1991 como “El Comandante”, en alusión a ese estribillo de Carlos Puebla en su canción “Y en eso llego Fidel” que Marcos Efraín hizo suyo en diversos noticieros radiales, se puso desde inicio de los años noventa la camiseta del periodismo social y de denuncia en un maravillado y sorprendido Tuluá que jamás había visto algo así, devolviéndole a toda una ciudad la fe en los medios de comunicación y le enseñó como se hace de manera independiente e imparcial.

Marcos Montalvo entrevistó a los más importantes políticos de su época y seguía tan vigente como los mejores de su oficio.

Polémico, brillante, sagaz, contestatario y con una agudeza mental como pocas, Marcos Montalvo, tan humano y tan errático como cualquiera, hizo honor a la genética proveniente de su ancestro ecuatoriano Juan Montalvo, nombre histórico y laureado en el vecino país, nominando calles, escuelas y facultades universitarias y quiso ser un agresivo reportero en sus inicios a los 17 años en el Diario El País, donde Rodrigo Lloreda Caicedo, eximio líder conservador, lo acogió a pesar de las ideas liberales del muchacho.

Desde 1970 evolucionó hasta convertirse en esa década y en la siguiente en el mejor periodista político de Cali, pasando por todos los tipos, temas y variantes periodísticos, hasta de aquellos en los que no se sentía a sus anchas, demostrando altura y buen oficio, tuvo decenas de compañeros que destacaron como él en el periodismo del suroccidente colombiano, María Inés Pantoja, Sammy Jalil, Henry Holguín, Luis Eduardo Cardozo, Alirio Mora Beltrán, Servio Castillo, Leo Quintero, Godofredo Sánchez entre muchos y que admiraron el estilo irreverente y osado del flaco, como lo llamaban entonces.

Tan ascendente como fue su carrera periodística en Colombia lo es el misterio que rodea su decisión de volver a Tuluá, cuando aun tenía mucho por hacer en los grandes medios radiales y escritos del país, vuelve a la provincia para tomar las riendas de un proyecto personal que consistía en hacer periodismo de verdad en su tierra mientras formaba a la siguiente generación de periodistas tulueños. Ese gesto lo mete en la historia de la Villa de Céspedes y lo convierte al mismo tiempo en protagonista y testigo del crecimiento de la ciudad, desde cargos públicos y privados, caso poco común.

Montalvo acompañando como periodista a Gardeazábal en sus recorridos como alcalde de Tuluá.

Hoy, cuando enseñar a los jóvenes la historia reciente es complicado porque la memoria de las ciudades comienza a perderse dentro de los afanes de una generación que no se interesa ni se asombra por los detalles de su pasado histórico, económico y político, más ahora que, con el exceso de información de esta aldea global, lo de afuera parece más atractivo que lo local, hablar de Marcos Montalvo debe ser un ejercicio obligatorio intelectual.

Es entonces donde de forma natural Marcos se convierte en las últimas dos décadas en guardián de la memoria tulueña, se hace miembro del centro de historia y pone su saber al servicio de quienes aun tratan de que la identidad “orejona” no se pierda en modas pasajeras, estilos musicales superfluos y malos gobiernos municipales. Sin embargo, jamás renunció a ser el curioso y sagaz reportero de 17 años, aún con los 68 años que ya tenía, nunca dejó de hacer las preguntas que a otros incomodaban y le importaba un pepino las iras que causaba en los corruptos que desde el concejo y la alcaldía eran develados por los escritos de ‘El Comandante’ en redes sociales.

Montalvo, quien infundía respeto entre amigos y contradictores, entraba ya en el escenario de los septuagenarios, esas personas que siendo jubiladas o no, toman sus vidas de manera jovial y reposada, donde sus recuerdos y vivencias se transforman en enseñanzas para allegados y familiares, donde su voz de autoridad moral toma fuerza con lo cíclica que es la historia, cuyos devenires no son advertidos por los más jóvenes, sanguíneos o distraídos.

El asesinato de Marcos Efraín en el barrio La Esperanza de Tuluá ese 19 de septiembre a las 7.30 de la noche, del menor de los hermanos varones de don Eduardo y doña Flor de María, conmociona de verdad a una ciudad acostumbrada al asesinato, porque saben que no se trató de un error de identidad, ni de una bala perdida o de una venganza personal, es un mensaje de parte de una generación perversa, irrespetuosa, ignorante y vacía, que tiene por valor ganar dinero sobre la dignidad propia y ajena, la misma actitud de quienes también asesinaron a otros periodistas cuando Montalvo era joven en Cali. Una generación de corruptos que se reproducen como la mala hierba, pero que así mismo son cortados de cuando en cuando…

La mala hora de John Jairo Gómez Aguirre

Se conoció que desde Cali se estaría presionando la salida del secretario de Gobierno, Jorge Gallego, y que, aunque el secretario de Movilidad, Henry Osorio, habría presentado su renuncia, el alcalde no han encontrado quien acepte remplazarlo.

Editorial

El actual momento de la administración del alcalde de Tuluá John Jairo Gómez Aguirre es tremendamente nebuloso, su gobierno no solo se encuentra en el ojo del huracán por los últimos hechos de criminalidad que han sacudido al corazón del Valle, sino que no logra conectar con una sociedad que lo ve con desconfianza y desaprueba su pobre gestión.

Cada salida en falso es una nueva afrenta a una comunidad que hoy se siente temerosa y reclama un liderazgo serio y claro, y que esté libre toda duda, pero que se siente confundida ante el devenir de una ciudad que parece que anduviera sin rumbo y sin timonel, dominada por lo que el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal denominó “los verdaderos dueños del poder en Tuluá”.

Primero fue el duro pronunciamiento del ministro de Defensa, Diego Molano, quien, al término de un consejo de seguridad en Cali, indicó que el asesinato de veterano y reconocido periodista Marcos Efraín Montalvo Escobar, estaría relacionado con sus denuncias sobre hechos de corrupción en la «Administración Pública».

A esta preocupación se sumaron los llamados que hicieran periodistas del orden nacional y regional y entidades como Reporteros Sin Fronteras y la Unesco, quienes indicaron que el municipio y el Valle se considera «una región especialmente peligrosa para la prensa».

Situación que fue recogida en el terreno por una comisión de la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, organismo que con su director a la cabeza se desplazó por varios días al municipio de Tuluá para hablar con periodistas locales, lideres sociales y prestantes ciudadanos, trabajo que arrojó las conclusiones que dieron a conocer en un informe publicado el pasado 5 de octubre del presente año.

En dicha comunicación la Flip, expresó que “advertimos nuestra preocupación frente a la ambigüedad que ha mostrado el alcalde de Tuluá, John Jairo Gómez, con declaraciones que le restan relevancia al trabajo y a las denuncias que realizaba Marcos. El alcalde Gómez debe adoptar un discurso público que contribuya a prevenir la violencia contra periodistas”.

Ver informe de la Flip:

https://flip.org.co/index.php/es/informacion/pronunciamientos/item/2800-el-asesinato-de-marcos-montalvo-fue-motivado-por-su-trabajo-como-periodista?fbclid=IwAR2x6jLGJeS22JUehMXChqNIbne5MIOO0367Ab2MtiqkiPsI4FB5y9hpxjs

Este medio conoció que, ante la difícil situación de orden público, la criminalidad desbordada y los pobres resultados de la Administración Municipal para contener la situación, desde Cali se viene ejerciendo presión para que el alcalde Gómez Aguirre remueva de su cargo al coronel (R) Jorge Gallego Chávez, quien se viene desempeñando desde el inicio de este gobierno como secretario de Gobierno, Convivencia y Seguridad.

Otro que tendría sus días contados en el gobierno de la gente para la gente es el director de Movilidad y Seguridad Vial, Henry Osorio Cárdenas, a quien le habrían pedido la carta de renuncia hace más de un mes ante los fuertes señalamientos que se han registrado durante su gestión, algunos hechos en sus redes por el propio Montalvo Escobar, Q.E.P.D.

Fuentes cercanas a la secretaría de Tránsito, indicaron que Osorio Cárdenas debía separarse del cargo el pasado viernes, pero que la transición no se ha podido dar debido a que no han encontrado una persona que acepte dirigir dicho organismo que hoy está envuelto en demasiados casos de supuesta corrupción.

Con este panorama y una ciudadanía sumida en la desesperanza y el miedo el Mandatario local se prepara para recibir una comisión del Congreso de la República que adelantará una sesión especial en el municipio para intentar conocer de primera mano lo que acontece en la Villa de Céspedes y buscar salidas que restablezcan la autoridad y la seguridad ciudadana.