Una gran columna de humo se alza sobre una zona logística de Chaiky, a las afueras de Kiev. A media mañana del jueves, justo cuando arranca el segundo mes de guerra en la exrepública soviética, se escuchan intensas detonaciones en el lugar. Algunos de los militares ucranios que custodian la zona a unos metros de un retén de bomberos se muestran enervados por la situación. En primera línea de combate, a unos kilómetros de aquí, la estrategia del Ejército local sigue siendo golpear las columnas de suministro logístico de los rusos y tratar de rodear a sus tropas una vez desabastecidas, explica optimista a este periódico un portavoz militar en Kiev. Calcula que el Kremlin tiene desplegados unos 19.000 hombres en el noroeste de la capital ucrania, principal objetivo militar y político del presidente ruso, Vladímir Putin, desde que ordenó la invasión.
Un puñado de vecinos de las casas más próximas al polígono alcanzado por los proyectiles se paran apenas unos segundos mientras el sol queda por momentos eclipsado por la humareda. De inmediato siguen con su vida, como un hombre que no oculta que permanece en su casa junto a su mujer, sus hijos y sus nietos. No es el primer día que los continuos zambombazos son la banda sonora en estas calles de Petropavlivska Borschahivka, la localidad a la que pertenecen. Testigo privilegiado de los combates es la iglesia ortodoxa erigida en honor al nacimiento de la virgen María.
Las fuerzas de tierra que comanda el general Oleksandr Sirskii llevan días no solo impidiendo el avance de los rusos a las afueras de Kiev, sino que su intención es rodear la zona en la que se encuentran estancados en las disputadas localidades de Irpin, Gostomel, Bucha y Makariv con serios problemas logísticos, detalla Volodímir Fitio, uno de los portavoces del Ejército. La estrategia es cortar la llegada de apoyo a los rusos desde la retaguardia en forma de combustible, municiones o comida a la línea del frente.
Los mencionados son enclaves estratégicos que Rusia quiso tomar desde el principio como punta de lanza para meter a sus hombres en el centro de la capital. Los carros de combate del Kremlin llegaron hasta aquí muy pronto, apenas un par de días después de la invasión ordenada por Putin, pero lo que entonces parecía un progreso rápido y casi imposible de frenar se ha acabado estancando.
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El Ejército ruso “ha perdido el potencial de ataque, su estado moral y psicológico es bajo. Todo lo que pueden hacer ahora es saqueo, robar todo lo que pueden, destrozar todo lo que tocan”, afirma Fitio, que estima que hay unos 16.000 soldados rusos en la región noroeste de Kiev a los que hay que sumar unos 3.000 más dedicados a la defensa aérea y la logística. “Las Fuerzas Armadas ucranias intentan echar al enemigo de estas ciudades y sus alrededores y llevar a cabo una limpieza”, y “en el caso de que el enemigo decida atacar a Kiev, será parado y eliminado”. “Por ahora estamos intentando hacerles retroceder”, añade.
Ucrania está recibiendo ayuda desde el extranjero tanto en efectivos como en armamento, pero las autoridades prefieren que esos detalles se mantengan lejos del foco mediático. “Agradecemos a los países amigos el suministro de ayuda, que es muy necesaria. Pero no hay necesidad de hablar de ello”, ha comentado en Kiev este jueves Oleksandr Motuzianik, portavoz del Ministerio de Defensa, en una comparecencia pública.
Cadáveres abandonados
En Irpin, Bucha o Gostomel sigue habiendo estos días enfrentamientos, reconocen fuentes militares ucranias. No quieren referirse, sin embargo, a las bajas que están sufriendo las tropas locales, pero hablan de miles de rusos desperdigados por el campo de batalla cuyos cuerpos no están siendo recogidos.
“Necesitamos que el mundo vea cuántos cuerpos de los soldados rusos están tirados en los campos y que nadie quiere recogerlos”, comenta el portavoz militar, que incluso se refiere a “una catástrofe ecológica”, especialmente en la región de Sumy, donde no se retira ninguno. “La parte rusa no está interesada en recoger los cuerpos para que no se conozca el número real de los muertos y la parte ucraniana se ve obligada a hacer fosas comunes”, pero “no es siempre posible, porque no se puede hacer en las zonas del combate, ni tampoco es posible hacerlo en los territorios ocupados por las tropas rusas”.
El pasado lunes el diario Komsomolskaya Pravda, un medio afín al Kremlin, publicó durante unos minutos que hasta el momento habían perdido la vida 9.861 militares rusos en la guerra de Ucrania y 16.153 habían resultado heridos. Las autoridades no han desmentido esas cifras, mientras que la dirección del tabloide asegura que aquel día fue pirateada la interfaz de su sitio web y alguien manipuló la pieza con “información inexacta”. Hasta el momento, Moscú solo ha informado oficialmente el pasado 2 de marzo de 498 muertos y 1.597 heridos en sus filas.
Volodímir Fitio reclama “apoyo internacional y de países miembros de la OTAN con armamento” y también: “Necesitamos que todos los negocios internacionales que todavía no han salido de Rusia, salgan del país y no paguen impuestos que financian las Fuerzas Armadas rusas y esta guerra”. El portavoz militar considera que si cae Ucrania, Putin pondrá en su punto de mira otros países europeos. “Y no será solo Polonia, irá hasta Alemania y aún más lejos”, pronostica.
Mientras, en las calles de Petropavlivska Borschahivka, bajo la columna de humo, los integrantes del cuerpo de defensa civil controlan la circulación y el tránsito de personas en los alrededores de la zona industrial atacada. Uno de ellos, Sasha, va con una mochila a la espalda y busca transporte hasta el centro de Kiev. Como muchos otros, tiene a su mujer y dos hijos en el oeste del país y, tras este mes de guerra con la defensa civil, ha decidido dar el salto al Ejército. Los zumbidos de misiles que rompen el cielo hacen al reportero maldecir mirando hacia arriba entre las risas de los presentes, que están más que habituados. “No pasa nada”, tranquilizan.
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