Como un David frente al Goliat que constituye el segundo Ejército del mundo, Ucrania ha logrado detener el avance de las tropas rusas. La resistencia ucrania ―“firme y bien coordinada,”según la ha definido el Ministerio de Defensa británico en su último informe― retiene en sus manos la mayor parte del territorio del país. Los avances de las tropas rusas de los últimos días, añade el texto elaborado por el espionaje británico, son “mínimos”. La invasión rusa está “estancada” y Moscú sigue sufriendo numerosas bajas. Sin embargo, el precio que paga Ucrania es cada vez más alto. En la madrugada del jueves, el servicio de emergencia de Ucrania informó de otro ataque sobre un edificio residencial en Kiev. En Chernihiv (norte) murieron 53 civiles solo este miércoles, según el gobernador de la región, Viacheslav Chaus. En Mariupol, asediada desde hace 13 días, Rusia bombardeó un teatro donde se refugiaban “cientos de civiles”, entre ellos muchos niños, según las autoridades ucranias.
El escaso avance de las tropas rusas ha forzado a Rusia a enviar más refuerzos al frente pasadas tres semanas del inicio de la guerra contra Ucrania. La pérdida de tropas y la resistencia ucrania han obligado al Kremlin a movilizar más combatientes pese al masivo despliegue con el que rodeó el país desde noviembre del pasado año, una operación a la que destinó, según los informes de inteligencia occidentales, más de la mitad de sus fuerzas armadas. Pese a ello, ahora ha llegado el turno de mover al terreno soldados de territorios ocupados en Georgia, mercenarios de Oriente Próximo y más reservas del lejano este de Rusia.
La información ha sido confirmada públicamente por personas próximas al Kremlin. “Nuestros muchachos van a Ucrania para acabar con los nazis que están aterrorizando a su gente”, escribió el pasado 15 de marzo en su canal de Telegram el expresidente de la autoproclamada República de Osetia del Sur, Eduard Kokoiti. El exmandatario del territorio reclamado por Georgia y que dio lugar a la guerra de 2008 acompañó su mensaje con imágenes de militares de la 4.ª Base de la Guardia Nacional en camino a Ucrania. “Están muy motivados, he hablado con muchos. ¡Van a vengar a nuestros hermanos! ¡Hay familiares y amigos de los que murieron en Ucrania!”, dijo Kokoiti.
Un informe del Ministerio de Defensa británico del mismo día apuntaba a que el Kremlin “está recolocando fuerzas de lugares tan lejanos como el Distrito Militar Este (en Siberia), Armenia y la Flota del Pacífico. Además, pretende utilizar aún más fuerzas irregulares de compañías militares privadas, Siria y otros mercenarios”.
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Tras ralentizar su ofensiva en el interior de Ucrania, Londres cree que Rusia “pretende utilizar estas fuerzas para mantener el territorio capturado y liberar su ejército para relanzar las operaciones paradas”. Además, considera que la “pérdida continua de personal dificultará a Rusia asegurar el territorio ocupado”.
El presidente ruso, Vladímir Putin, aprobó en una reunión del Consejo de Seguridad celebrada el pasado 11 de marzo que se reclutase a extranjeros para reforzar las operaciones en Ucrania, y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, reconoció que su ejército barajaba enviar más de 16.000 mercenarios procedentes de Oriente Próximo.
El envío de tropas de otras regiones del mundo también podría ser un intento del Kremlin de reducir el impacto de las muertes en la sociedad rusa. “Serguéi Kuzhuguetóvich (Shoigú) habló principalmente de voluntarios de Oriente Próximo, Siria y otros países. No se habló de nuestros ciudadanos”, recalcó entonces el portavoz de Putin, Dmitri Peskov. “Eso no se ha comentado”, aclaró al preguntarle la prensa si el Kremlin también contemplaba movilizar voluntarios rusos para una campaña cuya motivación, según ha insistido Moscú todo este tiempo, era luchar contra un supuesto genocidio de la población que considera “prorrusa”.
7.000 bajas rusas
Estados Unidos calcula que 7.000 soldados rusos han muerto en Ucrania, según información de The New York Times. Entre 14.000 y 21.000 podrían estar heridos, de un total de 150.000 militares rusos que participan en la guerra. Eso podría significar que la mayoría de sus unidades de combate están bajo mínimos, incapaces de llevar a cabo acciones de combate.
Ucrania ha alertado, sin embargo, de que para seguir conteniendo a las tropas rusas, precisa de más armas. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha pedido más apoyo internacional con sanciones y armamento, incluidos sistemas de defensa aérea, armas y municiones para hacer frente al Ejército ruso. Sigue insistiendo además en reclamar el cierre del espacio aéreo de Ucrania, una medida descartada por la OTAN, que teme una confrontación militar directa con Rusia. “¿Cuántas personas más tiene que matar para que los líderes occidentales digan ‘sí’ a una zona de exclusión aérea o a darnos los aviones de combate que tanto necesitamos?”, deploró el mandatario este miércoles en su habitual discurso nocturno en la televisión de Ucrania.
Cientos de miles de civiles ucranios siguen, mientras tanto, atrapados en ciudades sometidas al hostigamiento de las tropas rusas. La vice primera ministra de Ucrania, Iryna Vereshchuk, ha afirmado este jueves que espera que se puedan abrir nueve corredores humanitarios para evacuar a la población de las ciudades sitiadas y sometidas a constantes bombardeos. Vereshchuk ha dicho que se prevé que una de las localidades en las que las autoridades esperan abrir un camino seguro para sacar a civiles es Mariupol, una urbe del sureste de Ucrania con salida al mar de Azov que contaba con unos 400.000 habitantes antes de la guerra.
Mariupol, precisamente, sufrió el miércoles uno de los peores ataques con el bombardeo de un teatro donde se refugiaban “cientos de civiles”, según las autoridades ucranias, y que tenía pintados dos grandes letreros en el suelo fuera del edificio donde se podía leer en ruso la palabra “Niños” escrita con grandes caracteres, ha revelado la empresa de satélites Maxar Technologies. La situación en la ciudad, que por primera vez esta semana pudo evacuar a unos 20.000 civiles, desde que comenzó el cerco de las tropas rusas hace más de dos semanas, ha sido descrita como “apocalíptica” por la Cruz Roja. Los residentes no tienen agua, electricidad ni calefacción y ya hace días que las autoridades locales informaron de que la escasa comida que quedaba se estaba agotando del todo.
Esta ciudad, convertida en el icono de los ataques a civiles en Ucrania, es clave para el Kremlin, pues es la última gran localidad en manos de Kiev con salida al mar de Azov y su captura permitiría a Moscú crear un corredor desde la región del Donbás, donde se encuentran las entidades separatistas prorrusas de Donetsk y Lugansk, hasta la península de Crimea, anexionada por Rusia en 2014 de forma ilegal tras un referéndum que la comunidad internacional no reconoce
Moscú sigue, mientras tanto, negando los ataques a civiles, a pesar de que las pruebas en su contra se acumulan. No solo en cuanto a los objetivos a los que se dirigen estos ataques -hospitales, escuelas, zonas residenciales- sino también en cuanto a los medios que utiliza, y entre las que se ha denunciado ya, por parte de Naciones Unidas y de organizaciones como Amnistía Internacional- el uso de armas que no permiten discriminar entre blancos militares y civiles, como las llamadas “bombas tontas” (sin sistema de guida inteligente) y municiones de racimo.
El miércoles, una delegación del Tribunal Penal Internacional (TPI), encabezada por su fiscal jefe, Karim Khan, viajó a Ucrania para investigar sobre el terreno la posible comisión de posibles crímenes de guerra y contra la humanidad en el país. Kahn declaró, ya en el país, que “los ataques deliberados contra civiles constituyen un crimen que perseguiremos”. La investigación del TPI se produce a instancias de 40 países miembros, una iniciativa hasta ahora inédita. Ni Ucrania ni Rusia son signatarios del Estatuto de Roma, la convención fundacional del TPI, por lo que en principio, quedan fuera de la jurisdicción de esta corte. Sin embargo, Kiev ha facultado al tribunal para que investigue los posibles crímenes cometidos desde 2014, con la anexión rusa de Crimea. El TPI sí podría perseguir a título individual al presidente ruso, Vladímir Putin, y a la cúpula del poder del Kremlin- de considerar que hay indicios suficientes para ello- lo que impediría al mandatario pisar ninguno de los 130 Estados que forman parte del Tribunal, a riesgo de ser detenido.
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