Perfil de Barraza
En 2005, la neuropsicóloga Feggy Ostrosky recibió una llamada del gobierno de Ciudad de México.
La contactaban para establecer una conexión entre los misteriosos asesinatos de ancianas que llevaban produciéndose ya varios años. Querían confirmar si se trataba de un asesino en serie.
«Había claramente un patrón. Todas las víctimas eran ancianas que vivían solas. La puerta nunca estaba forzada. Alguien dejaba entrar a la persona que cometía los crímenes», dijo Ostrosky al programa Witness de la BBC.
Barraza, una exluchadora de lucha libre apodada «La dama del silencio», se ganaba la confianza de sus víctimas, muchas veces ofreciéndose para ayudar a cambio de algo de dinero, y luego las mataba en sus domicilios.
Ostrosky cuenta las dificultades para resolver el caso.
«Las autoridades intentaban dar con el asesino, basándose en la información de testigos, pero todos estábamos un poco perdidos», dice.
Se sospechó que podría tratarse de un travesti o transexual, porque algunos testigos apuntaban que el homicida era alto, fuerte y de espaldas anchas. Incluso se llegó a valorar la posibilidad de que hubiera dos personas involucradas en los crímenes.
Tras la captura de Barraza, la doctora Ostrosky la entrevistó varias veces para desentrañar su móvil.
La mataviejitas confesó a la especialista el comportamiento abusivo de su madre alcohólica.
A los 13 años, la madre de Barraza la entregó a un hombre a cambio de alcohol. La adolescente acabó embarazada.
Ostrosky concluyó que la turbulenta relación con su madre condujo muy probablemente a los asesinatos.
Una sociedad «deshumanizada»
Dos días antes del arresto de Barraza, otro asesino en serie fue arrestado en México: Raúl Osiel Marroquín, alias «El sádico», quien secuestraba homosexuales, los torturaba y asfixiaba hasta perder el conocimiento.
Cuando volvían en sí, los asfixiaba otra vez. Así hasta matarlos. Luego los descuartizaba y guardaba en maletas y los dejaba en algún punto del Distrito Federal.
Pero dice Susana Vargas que en absoluto ese caso tuvo más repercusión que el de la mataviejitas.
«Me sorprendió que solo con el caso de Barraza saliera el procurador Renato Sales Heredia a decir que México se había convertido en una sociedad deshumanizada, que el crimen se había globalizado y lo que solo pasaba en Estados Unidos y las películas se había importado al país», cuenta Vargas.
A las víctimas de feminicidios entonces las torturaban, con muertes «feas y violentas».
«Por no hablar del caso de las Poquianchis, las hermanas que en los años 40 prostituían indígenas, las mataban si quedaban embarazadas y luego las enterraban en cemento», ejemplifica Vargas.
La socióloga descubrió que detrás de la obsesión, mediatización y despliegue sin precedentes detrás de Barraza se ocultaba mucho más que la justicia, sino también toda una serie de estereotipos que constituyen lo que es ser o no un buen mexicano.
La «buena mexicanidad»
Vargas escribió el libro «La mataviejitas: los sensacionalizados crímenes de la primera mujer asesina en serie de México» y allí contó las dificultades para encontrar al asesino y los condicionantes culturales detrás del caso.
La investigadora apunta que la mediatización de estos asesinatos se debió en parte a que afectaba de lleno a una figura primordial dentro del arquetipo de la mexicanidad: las abuelitas.
«En México las abuelitas se les trata como si fuera la Vigen de Guadalupe. Es algo instaurado en la cultura mexicana que se aprecia hasta en el cine, como en las películas famosas de Pedro Infante durante la Época de Oro del cine mexicano», describe la investigadora.
También subraya que el hecho de que los testigos hablaran de un sospechoso corpulento y que las autoridades creyeran que detrás de los asesinatos se encontraba una «mente brillante», omitía las posibilidades de que el asesino en realidad fuera una mujer.
«Nuestra cultura define lo que es ser un buen mexicano, pero esta suele ser una asunción muy patriarcal y machista«, añade Vargas.
La socióloga se ha entrevistado varias veces con Barraza. No le gusta hablar sobre su personalidad o motivos.
A Vargas le sorprendió encontrarse con una «mirada dulce y amable» en lugar de la «mirada fría y calculadora».
«Barraza piensa que los medios destruyeron su vida y la de sus hijas. Sigue sin entender por qué, habiendo otros responsables de asesinatos de mujeres de la tercera edad, no han sido estigmatizados como ella».
Vargas no quiere que se le confunda y que se piense que intenta defender a la condenada.
«Obviamente no estoy de acuerdo en nada de lo que hizo Barraza, pero me sorprendió lo mucho que insiste en que se considera una buena madre. En eso sí estoy de acuerdo con ella. Hasta la supuesta peor asesina en serie de la historia de México sabe que es peor ser una mala madre«.
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