Una delegación de alto nivel del Gobierno de EE UU ha viajado este sábado a Caracas con la intención de proponer a Nicolás Maduro un acuerdo económico para suplir algunas demandas energéticas en su economía, tras la imposición de sanciones a Rusia por invadir Ucrania. La información, sin confirmación oficial, ha sido publicada por el diario The New York Times.
La iniciativa contemplaría la introducción de medidas para relajar las sanciones internacionales a Venezuela, dando a Caracas, además, opciones para recuperar su producción petrolera en un contexto global de volatilidad y precios récord. Con la tentadora iniciativa, Estados Unidos mueve sus fichas para intentar mitigar la influencia geopolítica de Rusia entre sus aliados latinoamericanos.
El supuesto viaje de la delegación estadounidense ha sido recibido con hermetismo en Caracas. Fuentes próximas a la negociación, sin embargo, dan por hecho que las conversaciones están en curso. Otras fuentes con acceso a la embajada de Estados Unidos en en Caracas han confirmado la visita oficial, aunque afirmando que el objetivo de la visita —la de más alto nivel en mucho tiempo— sería discutir la posible liberación de presos políticos estadounidenses en Venezuela, incluidos los seis gerentes de la filial Citgo, la filial petrolera de Venezuela en EE UU. En la oposición venezolana hay total hermetismo sobre la noticia.
El mercado estadounidense fue el destino tradicional de las exportaciones petroleras venezolanas antes de la llegada al poder de Hugo Chávez, en 1999. Washington rompió relaciones y cerró su embajada en Caracas en 2019, tras acusar a Nicolás Maduro de fraude electoral. La Administración de Donald Trump impuso duras sanciones al régimen chavista y reconoció como presidente del país al opositor Juan Guaidó.
Francisco Monaldi, economista especialista en petróleo y consultor internacional, explica que la influencia de la producción petrolera de Venezuela en el mercado internacional —unos 800.000 diarios— es modesta. “En el corto plazo, difícilmente Venezuela pueda mantener de forma sostenible la producción de un millón de barriles diarios” afirma. “Las escalas de producción de Rusia y Venezuela son incomparables; no hay un experto capaz de sostener que Venezuela tenga una influencia en el mercado energético en los próximos seis meses.”
El acuerdo puede tener sentido, según Monaldi, a medio plazo: el fin de las sanciones internacionales podría ofrecer a Venezuela la posibilidad de aumentar su producción actual. El Gobierno venezolano parece decidido a cambiar el marco institucional de inversiones para fomentar la participación privada en sus yacimientos, que son los más abundantes en reservas de todo el mundo.
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“Ahora mismo, a Estados Unidos le interesa especialmente suplir unos 500.000 barriles diarios de crudo pesado y derivados que Rusia venía vendiéndole, para sus refinerías en el golfo de México, y que años atrás producía Venezuela”, recuerda Monaldi, mientras subraya que ninguno de estos factores va a resolver, por sí solo, el encarecimiento del precio de los combustibles.
Durante la presidencia de Donald Trump, mientras Maduro consolidaba su autocracia y Washington respondía con sanciones, Caracas ha enviado numerosos mensajes conciliadores a la Casa Blanca proponiendo acuerdos en materia energética con facilidades para la inversión, que también supongan el fin de las sanciones. Tras negar durante años la crisis, el discurso oficial achaca hoy a las sanciones internacionales el derrumbe de la economía.
Pero a la vez, en los dos últimos años, Venezuela ha reforzado su alianza con Moscú, con un capítulo muy sobresaliente en el campo militar. Maduro ha justificado y respaldado de forma expresa la invasión rusa a Ucrania. Venezuela no participó en la votación de una resolución de condena adoptada el miércoles por la Asamblea General extraordinaria de la ONU.
Una fuente vinculada al sector privado de la producción local de petróleo, en el anonimato, apunta que, con esta iniciativa, la Administración de Biden puede ofrecer a Caracas el levantamiento de las sanciones, o reducirlas significativamente, a cambio de que Maduro organice una elecciones limpias y verificables en 2024 que supondrían el principio del fin de las tensiones bilaterales.
Pero Diosdado Cabello, número dos del régimen, reiteró recientemente que “no se sabe” cuándo serán las elecciones presidenciales en Venezuela, argumentando que el acoso de Estados Unidos y la Unión Europea al régimen dificulta el escenario.
Tras conocer la existencia de las negociaciones, el senador republicano estadounidense Marco Rubio ha declarado que “Biden está usando la excusa de Rusia para proponer el acuerdo que siempre quiso hacer a Maduro. En lugar de producir más petróleo local, quieren reemplazar el petróleo que comparaba a un dictador asesino [Putin], comprando a otro dictador y asesino [Maduro]”.
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