Asesinatos ambientalistas en Amazonia: Tres cuerpos, 18 balas | Opinión



En el primer brindis de 2022, cuando el reloj marcaba la medianoche, los que luchan contra la extinción de la Amazonia sabían que era cuestión de tiempo que cayera la primera víctima. Cada brindis por estar vivo estaba envenenado por los que murieron en 2021 y la anticipación de los que aún morirán. ¿Quién caerá? ¿Cuántos serán? ¿Cuál de los frentes de lucha sufrirá el primer ataque? ¿Cómo soportar un año más mortífero que el anterior, cuando desaparecieron más de 10.000 km² de selva, la mayor deforestación en 14 años? Y entonces llegó la noticia. Padre, madre e hija, ambientalistas, habían sido acribillados. Los cuerpos se encontraron el 9 de enero, pero la descomposición indicaba que habían sido ejecutados días antes.

José Gomes, Márcia Lisboa y su hija Joene, de 17 años, protegían quelonios en São Felix do Xingu. Con 2,4 millones de bueyes, el municipio amazónico tiene el mayor rebaño de Brasil, que a su vez es el mayor exportador de carne de vacuno del mundo. Esto significa que por cada uno de los 136.000 habitantes de São Felix do Xingu hay casi 18 reses que van a convertirse en proteína animal para China, principalmente, pero también para Estados Unidos y otros países. También significa que gran parte de la selva se ha arrancado y quemado para convertirse en pasto.

En las últimas cuatro décadas han muerto 62 personas debido a conflictos de tierra solo en este municipio. Todos los asesinatos —el 100%— quedaron impunes. En la primera masacre amazónica de este año, no se robó nada. Había 18 casquillos en la escena del crimen. Pero hasta el cierre de esta columna, la policía no tenía ninguna pista sobre el triple homicidio.

Con el impulso de Jair Bolsonaro, que el lunes celebró la reducción del 80% de las sanciones por dañar el medio ambiente, la deforestación está fuera de control en São Félix, como en toda la Amazonia, y se acercaba cada vez más a la zona donde vivía la familia. En Navidad, los ganaderos celebraban que China volvía a importar carne de vacuno brasileña, tras meses de suspensión. Los cinco primeros días de enero el total de las exportaciones ya había aumentado un tercio respecto al año anterior: 7,2 toneladas diarias. Solo una rigurosa investigación podrá demostrar si la evidente relación entre el aumento de las exportaciones de carne y la violenta presión para ampliar la superficie de pasto en la Amazonia ha sido el detonante. Es lo que claman más de 50 organizaciones en Brasil, que saben que este es el año del todo o todo para Bolsonaro y su grupo, que se aleja cada vez más de la reelección en octubre. Quienes consumen la carne que proviene de la Amazonia —o de animales alimentados con soja amazónica— deberían querer saber si hay sangre humana en su plato. Quienes mueren para proteger la vida de las generaciones futuras se lo agradecerían.

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