Silvio Berlusconi siempre se ha vendido a sí mismo como un ganador. Pero esta vez, a los 85 años y en un intento desesperado por terminar sus días en lo más alto de las instituciones italianas, no ha tenido más remedio que aceptar la derrota. Il Cavaliere ha renunciado oficialmente a su posible candidatura para sustituir a Sergio Mattarella como presidente de la República en la elección que comenzará este lunes. El magnate lo ha intentado todo en los últimos meses, pero los números no cuadran. La presión de sus socios y la falta de apoyo entre los parlamentarios le han obligado a aceptar la realidad. Su paso al lado y, especialmente, su negativa explícita a apoyar a Mario Draghi, el principal candidato ahora mismo, abre un nuevo escenario en la complicadísima batalla para elegir al inquilino del Palacio del Quirinal durante los próximos siete años.
Il Cavaliere quería a toda costa ser el nuevo jefe de Estado. Se veía con fuerzas, creía que todavía podría seducir a un grupo suficiente de senadores y diputados para alcanzar la mayoría suficiente para ser elegido (la mitad más uno de los escaños de Senado y Cámara de Diputados). Su indisimulada candidatura -publicó anuncios en los periódicos y llamó personalmente a parlamentarios para convencerles- no convencía ni siquiera a sus socios de coalición Matteo Salvini (Liga) y Giorgia Meloni (Hermanos de Italia). Ambos consideraban a Berlusconi un personaje amortizado y demasiado divisivo para convertirlo en presidente de la República. Por no hablar de los procesos que tiene pendientes y de su largo historial en los tribunales envuelto en casos de corrupción de menores o fraude fiscal (recibió una condena en firme y una inhabilitación política).
La decisión de Berlusconi no allana el camino al principal candidato ahora mismo: Mario Draghi. Il Cavaliere firma su muerte política en un largo comunicado donde anuncia su retirada. Pero en su epitafio deja escrito también que no apoyará al actual primer ministro. La coalición de derecha (Forza Italia, Liga y Hermanos de Italia) deberá ahora consensuar un nombre que compita con el actual presidente del Consejo de Ministros. Un movimiento que complica mucho la jugada. Si las cosas se torcieran demasiado, muchos parlamentarios empiezan a abogar ya por pedir al actual presidente de la República, Sergio Mattarella, que alargue su mandato algunos años más. Un movimiento inspirado en el que ya se hizo con Giorgio Napolitano, predecesor del actual jefe de Estado.
Medidas para votar en pandemia
La votación comenzará este lunes pasadas las tres de la tarde. El Parlamento, en sesión conjunta -630 diputados, 321 senadores y 58 delegados regionales-, empezará a buscar al sucesor de Mattarella en una votación que puede alargarse indefinidamente hasta que se logre el quórum necesario. El umbral desciende a medida que se avanza infructuosamente hacia la elección del candidato. En las tres primeras se necesitan dos tercios: es decir, 673 sobre 1008 parlamentarios. A partir de la cuarta, sirve solo la mitad más uno. Es ahí donde se espera que en esta elección tan reñida pueda aparecer el nombre con posibilidades reales.
Uno de los problemas añadidos esta vez era la posible baja de parlamentarios que se encontrasen en cuarentena por la covid-19. Pero el Gobierno aprobó el pasado viernes un decreto que, como excepción, autoriza a los contagiados o a los aislados de forma preventiva a viajar a la capital en su vehículo o en su ambulancia para acudir al Parlamento y votar “el tiempo estrictamente necesario”. No podrán utilizar medios de transporte públicos, ni pasear por la calle, no podrán tener contacto con terceras personas, se les asignará un lugar en el que pernoctar y deberán usar siempre mascarilla FFP2. Y se ha dispuesto que estos electores voten en el aparcamiento del Parlamento, donde llegarán a bordo de un coche y entregarán su papeleta a dos funcionarios, que la custodiarán tras depositarla en la urna.
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