El cambio de año ha demostrado que no hace falta mirar arriba, una provocación del título viral de la película protagonizada por Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence. Basta con estar vivo y no llamarse Jair Bolsonaro o ser uno de los millones de mascotas de dos patas que siguen este tipo de gente para entender que algo muy grave le pasa a nuestro planeta-casa. El 26 de diciembre, Alaska vivió su día más caluroso en un mes de diciembre desde que hay registros, con 19,4 grados en la isla de Kodiak. En Colorado, en el Medio Oeste estadounidense, incendios forestales propagados por vientos huracanados devoraron cientos de casas, provocaron la evacuación de ciudades enteras y obligaron a huir a decenas de miles de personas. En Bahía, en el nordeste de Brasil, el número de residentes afectados por las inundaciones ya supera los 700.000. Londres vivió el primer día del año más caliente de su historia y varias ciudades de Europa registraron récords de calor en invierno. Según el microblog Extreme Temperatures, en Paraguay, en Sudamérica, el 1 de enero los termómetros alcanzaron los 45,6 grados en la localidad de Sombrero Hovy, el día más caluroso jamás registrado en el país.
Es como si el paso de 2021 a 2022 fuera una especie de PowerPoint hecho para idiotas: sí, la crisis climática hace que los eventos extremos sean cada vez más probables y frecuentes. Pero el negacionismo persiste. Para las empresas mineras y de combustibles fósiles —o las que dependen de la amplia circulación de mercancías a base de combustibles fósiles o utilizan masivamente productos mineros— el negacionismo es rentable a corto plazo. Lo mismo ocurre con los gobiernos y los gobernantes a su servicio. La desconexión es su mejor aliado. El mundo conectado por internet es, paradójicamente, un gran productor de desconexiones. No solo por las noticias falsas, sino también porque fragmenta la información y omite su contexto. Esta ha sido una de las principales apuestas de la extrema derecha mundial.
Para afrontarla, superar su crisis particular y optar a ocupar un papel relevante en un planeta en estado de emergencia, la prensa debe ser capaz de unir los puntos: exponer al público cómo la emergencia climática es el eslabón entre la serie de acontecimientos extremos simultáneos y la pandemia, que alcanza un nuevo capítulo con la propagación de la variante ómicron. También debería prestar el servicio público de explicar cómo la emergencia climática, los fenómenos extremos y la pandemia están relacionados con la noticia de que el muy selecto club de multimillonarios se hizo un billón de dólares más rico en 2021, período en el que la mayoría se empobreció y el apartheid climático se acentuó. Quizás haya inexactitudes en el guion, pero la sátira No mires arriba, fenómeno cultural de estas Navidades, hizo las sinapsis que los informativos dejaron de hacer otra vez, al compartimentar realidades estrechamente relacionadas en un cambio de año con escenas apocalípticas.
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