Espoleada por las últimas encuestas, que la encumbran hasta la segunda posición en intención de voto, la ultraderechista Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR, acrónimo de oro en rumano) comienza a exhibir sin tapujos el negacionismo que anida en sus filas. La formación considera que el Holocausto fue una “cuestión menor” y rechaza que su estudio se convierta en obligatorio en las escuelas a través de una asignatura complementaria, como ha aprobado el Parlamento. El líder de la formación, George Simion, señaló el lunes que “elevar cuestiones menores a rango de asignatura” —en este caso las muertes de centenares de miles de judíos y romaníes bajo el Gobierno del país, aliado de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial— es “una acción sistemática para socavar la calidad de la educación”. En su opinión, basta con tratar el Holocausto en “lecciones sencillas en materias existentes”.
Un año después de su creación, el partido extremista irrumpió como cuarta fuerza en el Parlamento rumano tras las legislativas de diciembre de 2020. En diciembre pasado, después de una larga crisis política marcada por la pandemia y que se saldó con un pacto de gobierno entre socialdemócratas y conservadores, una empresa demoscópica lo situaba tan solo por detrás del Partido Social Demócrata (PSD) y por delante del Partido Nacional Liberal (PNL), mientras que otro sondeo proyectaba un empate técnico con esta última formación. El partido ultra, euroescéptico y defensor a ultranza de su soberanía frente a la UE y la OTAN, remarca que “si el Ministerio de Educación elude formar a los jóvenes sobre los acontecimientos fundamentales de la cultura y espiritualidad rumanas, sería mejor cambiar su denominación a Ministerio de Reeducación de la Población para el Mercado Global”.
Las polémicas afirmaciones, que se producen a raíz de que el Parlamento de Rumania votara el 16 de noviembre a favor de que la historia del Holocausto sea materia obligatoria en las escuelas, ha generado una gran controversia. El partido ultranacionalista, que votó en contra de la ley, pidió el fin de los “experimentos ideológicos sobre los niños rumanos”, y su posición ha desatado fuertes críticas por parte de sus adversarios políticos.
El representante gubernamental contra la xenofobia y el antisemitismo, el diputado del PNL Alexandru Muraru, ha calificado a la formación de extrema derecha como “una amenaza contra el orden constitucional”. “AUR ha elogiado a criminales de guerra desde la tribuna del Parlamento; ultrajado mediante símbolos la memoria de las víctimas del Holocausto; y sus representantes reproducen de manera frecuente, tanto en Internet como en declaraciones públicas, mensajes antisemitas o niegan y relativizan la Shoá”, ha subrayado el político liberal. Por su parte, el actual hombre fuerte del PSD, Marcel Ciolacu, opina que no se debe proscribir a AUR porque ha recibido la confianza de más de medio millón de ciudadanos. Sin embargo, ha instado a la formación radical a explicar con claridad si condena el Holocausto.
La ilegalización del partido, como insinuó Muraru, no es imposible, pero sí complicada. Esa vía judicial solo se ha utilizado una vez en el país para prohibir al Partido Comunista. Además, los partidarios de las ideas antiliberales y ultraconservadoras de la formación muestran su fuerza en las urnas, pero también en la calle. Hace dos semanas, simpatizantes de AUR, contrarios a las vacunas de la covid-19, violaron el perímetro del Parlamento y dibujaron una esvástica en una bandera de la Unión Europea. Sus partidarios protestaban contra los planes de hacer obligatorio el pasaporte covid en centros de trabajo. Una idea con la que el Ejecutivo pretendía presionar para aumentar la tasa de vacunación, aunque dio marcha atrás rápidamente. En Rumania, algo más del 40% de la población dispone de la pauta completa.
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“¿Cómo puede considerarse un tema menor que pueda impartirse en una sola lección el genocidio, la destrucción de una comunidad por criterios étnicos?”, plantea el Instituto Elie Wiesel, que lucha por conservar la memoria de la Shoá. En Rumania persiste un desconocimiento generalizado sobre las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial y el papel que jugó este país de Europa del Este. Precisamente, el Instituto Nacional Elie Wiesel para el estudio del Holocausto reveló una encuesta el pasado 23 de diciembre en la que resalta que el 59% de los entrevistados considera al mariscal Ion Antonescu, fiel colaborador de Adolf Hitler, “un gran patriota”. Incluso, un 41% se mostró a favor de su rehabilitación.
Según datos del comité internacional de este centro rumano, que lleva el nombre del premio Nobel, las autoridades locales fueron responsables de la muerte de entre 280.000 y 380.000 judíos y 11.000 romaníes, entre 1940 y 1944. Además, unos 135.000 judíos que vivían bajo control húngaro en el norte de Transilvania también fueron asesinados en el Holocausto. La mayoría de los supervivientes emigraron a Israel durante la dictadura comunista que siguió a la invasión nazi. En la actualidad, en Rumania viven unos 3.000 judíos. “Negar el Holocausto escondiéndose detrás de la inmunidad parlamentaria significa mantener vivo el odio antisemita, cuyas consecuencias políticas llevaron al Holocausto”, subraya el Instituto Elie Wiesel.
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