Las claves para entender la crisis en Kazajistán | Internacional



La represión de las manifestaciones en Kazajistán se ha cobrado decenas de vidas hasta el momento. El país, incomunicado por el corte de internet de las autoridades, se pregunta dónde está quien fuera la cabeza del régimen durante tres décadas, Nursultán Nazarbáyev. Su delfín, Kasim-Yomart Tokáyev, cuenta ahora con el apoyo y miles de soldados del Kremlin. La exrepública soviética es uno de los principales socios de Rusia en el ámbito militar con la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO) y en el campo económico con la Unión Euroasiática.

¿Por qué protesta Kazajistán?

Las manifestaciones comenzaron el pasado 2 de enero en el oeste del país tras dispararse el precio del gas licuado del petróleo que emplean los automóviles allí como combustible. El 1 de enero culminaba un periodo de transición de dos años para liberalizar su coste y poner fin a los subsidios, pero en apenas 24 horas se disparó el precio del litro de gas de 10 a unos 20 céntimos.

La aparición de estas protestas alentó a más gente de todo el país a salir a la calle a manifestarse contra un régimen que lleva en el poder tres décadas. El Gobierno kazajo, inspirado en legislaciones similares como la rusa, había endurecido la ley de manifestaciones en abril de 2020 para declarar ilegales todas aquellas que no reciban antes una autorización expresa. Sin embargo, las protestas se expandieron rápidamente por todo Kazajistán, una nación rica en hidrocarburos donde el salario medio rondaba a finales de 2021 los 249.349 tenges (algo más de 500 euros).

Las protestas pronto derivaron en disturbios, especialmente en el centro económico del país, Almaty. Se sucedieron los choques entre fuerzas de seguridad y manifestantes, y varios edificios gubernamentales ardieron. Según los datos que ofrece el Ministerio del Interior, han muerto 26 activistas y 18 agentes, a lo que se suman otros cientos de heridos y 3.811 detenidos.

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¿Por qué interviene el Kremlin?

La Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (CSTO), liderada por Rusia y de la que forman parte Kazajistán, Bielorrusia, Armenia, Kirguistán y Tayikistán, ha emprendido su primera intervención desde que fuera creada en 1992. El Kremlin, que lo califica como “misión de paz” pese a no tener el amparo de la ONU, asegura que el objetivo de la intervención de los 2.500 soldados enviados por esta alianza es “combatir el terrorismo”. Según la versión ofrecida por las autoridades rusa y kazaja, los disturbios los han provocado bandas procedentes de Oriente Próximo coordinadas por actores extranjeros.

No obstante, la CSTO ha subrayado que sus tropas no participarán en las operaciones que llevan a cabo las fuerzas de seguridad kazajas, sino que su tarea será proteger “instalaciones críticas, aeropuertos e infraestructura social clave”.

La presencia de estas fuerzas especiales supone un espaldarazo del Kremlin para el presidente Kasim-Yomart Tokáyev. En los primeros días de las protestas hubo imágenes de militares que huían de los manifestantes, y Moscú aún tiene fresco en la memoria la huida en 2014 del expresidente ucranio Víktor Yanukóvich, que en un primer momento permitió las protestas de Maidán para luego reprimirlas violentamente, lo que provocó su caída.

¿Quién tiene el poder?

El presidente Tokáyev llegó al poder en 2019 tutelado por el autoproclamado “padre de la patria”, Nursultán Nazarbáyev, presidente de la nación desde la desintegración de la URSS.

Tokáyev ha dado un golpe sobre la mesa con esta crisis. El 5 de enero no solo destituyó al primer ministro, Askar Mamin, y a todo su equipo; sino que también apartó al hasta entonces responsable del espionaje, Karim Masimov. Además, relevó al mismísimo Nazarbáyev al frente del Consejo de Seguridad, el órgano que coordina a todas las fuerzas kazajas. El “padre de la patria” había encabezado ese organismo tras abandonar la presidencia en 2019, lo que le garantizaba en cierto modo controlar todavía el poder.

También resulta llamativo el silencio de Nazarbáyev desde que empezó la crisis. La última vez que fue visto fue el 27 de diciembre en un viaje a San Petersburgo. Además, al mismo tiempo que los manifestantes derriban sus estatuas, en Kazajistán destacan que las autoridades han dejado de nombrar “Nur-sultán” a su capital en los comunicados oficiales. La ciudad, conocida antes como Akmola y Astaná, fue renombrada en su honor una vez abandonó la presidencia.

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