Al crecer en Londres, Gemma Robinson era popular, llamativa, y «le encantaba ser el centro de atención».
«Tenía una enorme alegría de vivir», recuerda Damian, y rara vez se sentía más feliz que cuando estaba en la pista de baile con sus amigas y su hermana Kirsty.
«Ella era el alma de la fiesta, éramos parejas de baile», dice Kirsty.
A medida que crecía, Gemma era la persona a la que acudían muchos si tenían un problema, recuerda Damian.
«Si alguien estaba pasando por una ruptura o si había problemas con la familia, ella siempre estaba ahí para sus amigos. No importaba por lo que estuviera pasando, siempre lo dejaba de lado para estar con las personas que la necesitaban», señala.
«Creo que ese era uno de sus problemas. No se enfocaba en sí misma, siempre se enfocaba en otras personas».
Gemma se convirtió en madre de un niño a los 20 años y tuvo a su hija cinco años después.
Su familia dice que le encantaba ser madre y encontró una carrera como instructora de barra vertical. Todo parecía encajar.
Pero las cosas comenzaron a desmoronarse para Gemma hace unos seis años.
Se convirtió en madre soltera después de separarse del padre de sus hijos y luego comenzó a experimentar un dolor de espalda severo, lo que significaba que no podía hacer el trabajo que amaba.
«Cuando estás en esos círculos y con un ánimo bastante autodestructivo … Terminas rodeándote de personas que no son las mejores», expresa Damian.
Fue por esta época que conoció a Joe Falconer.
Gemma conoció a Falconer en un pub de Bexley, en el sureste de Londres.
«Todos lo conocimos individualmente en diferentes momentos. Mi papá, yo y otros miembros de la familia dijimos: ‘No estamos muy seguros de él’. Esa fue nuestra primera reacción», relata Kirsty.
«Cuando hablabas con él, ni siquiera te miraba directamente a los ojos».
Damian tuvo una impresión similar: «Nunca me gustó, pero sabía que ella estaba enamorada de él, así que lo intenté».
No pasó mucho tiempo para que el comportamiento de Falconer comenzara a volverse controlador.
«Se notaba que Gemma se estaba volviendo un poco retraída, no era ella misma. Se notaba que algo no estaba bien», dice Kirsty.
Con cada vez más frecuencia él le impedía ver a sus amigos, cuenta Kirsty, y cuando salían juntos, Falconer intimidaba a otros hombres y discutía por cualquier cosa con Gemma.
Gemma no reportó a la policía la primera vez que la atacó, dice Kirsty. Pero la segunda vez sí lo hizo.
Falconer había destrozado la casa de Gemma en un ataque de celos y la había inmovilizado contra una pared.
La trasladaron a un refugio mientras Falconer esperaba su cita en el tribunal.
Pero cuando el caso llegó a la corte, Gemma le dijo a su familia que durante la audiencia habían leído su dirección frente a Falconer.
«No sé por qué hicieron eso, es simplemente ridículo. Ella estaba en ese refugio por una razón», dice Kirsty.
Falconer fue declarado culpable de agresión y daño criminal y se le dio una orden de restricción que le impedía contactar a Gemma. Pero apareció en su casa y la convenció de que lo dejara entrar.
Ella accedió a permitirle dormir en el sofá y él alegó que sufría trastorno de estrés postraumático.
Aproximadamente un mes después, atacó a Gemma nuevamente.
Gemma había estado en la casa de una amiga y había decidido pasar la noche allí porque sus hijos estaban con sus padres.
Falconer comenzó a enviar mensajes abusivos, acusándola de estar con otro hombre.
La llamó y le envió más de 70 mensajes de texto durante la noche, para después disculparse, para hacerle creer a Gemma que era seguro regresar a su casa por la mañana.
Cuando abrió la puerta y subió las escaleras, Falconer saltó hacia ella y la atacó brutalmente.
«La agarró del brazo izquierdo, la arrastró al baño y la empujó a la ducha», leyó la fiscal Vivian Walters en el tribunal.
Le presionó el cuello, lo que le dificultó la respiración y la golpeó repetidamente en la cara, agregó la fiscal.
Cuando él se fue, Gemma logró llegar a su sala, donde la vio un vecino que llamó a una ambulancia.
Falconer fue arrestado tres días después.
«Ella estaba petrificada»
Cuando salió del hospital, Gemma se fue a vivir con Kirsty mientras se recuperaba de una fractura en la órbita del ojo.
Kirsty cuenta que su hermana nunca volvió a ser la misma.
«Desde la mañana en que la atacó, ella era una persona completamente diferente. Vi a mi hermana convertirse en la sombra de lo que había sido. Estaba petrificada», señala.
«Lloraba por la noche, yo tenía que entrar y abrazarla. Estaba muy nerviosa. Cualquier ruido fuerte la hacía saltar, cualquier voz fuerte de un hombre la hacía saltar».
Luego trasladaron a Gemma a otro refugio.
Poco después comenzó a recibir el apoyo de una organización de asesoría sobre violencia doméstica, con sede en Kent, Inglaterra, llamada Choices.
Pero la asesoría telefónica fue suspendida y eso alteró a Gemma, dice Kristy.
«Eso realmente me disgustó porque siento que tal vez no estaríamos aquí si ella hubiera tenido ese apoyo, porque lo necesitaba», dice Kirsty.
Choices le dijo a la BBC que no podían hacer comentarios mientras se realizaba una «revisión de homicidio doméstico».
Las cosas comenzaron derrumbarse para Gemma cuando el país entró en confinamiento por la pandemia.
Empezó a beber en exceso para tratar de adormecer el dolor y estaba teniendo pesadillas por el ataque.
En julio, cuando tenía 34 años, Gemma se suicidó. Unos días después estaba previsto enfrentarse a Falconer en el tribunal.
Damian, que se encontraba en Camboya, recibió una llamada de su madre.
«Eso fue desgarrador. Me subí en el siguiente vuelo», cuenta.
«Sé que ella decidió que no podía haber ninguna forma de vida feliz. Ni siquiera el hecho de ser una madre tan dedicada ni la idea de dejar a sus hijos fueron suficientes para que decidiera seguir con nosotros. Creo que había tenido años de tortura… Y creo que quizás Joe la llevó al extremo», dice.
«Después de que Gemma murió me enteré de que le había dicho a Kirsty y a su mejor amiga que todavía lo amaba», cuenta Damian.
«Cuando amas tanto a alguien, el dolor que sientes no se parece a nada que hayas sentido nunca. Si sumas a eso el hecho de que esta persona a la que amas te golpeó y abusó mentalmente de ti y vas tener que enfrentarla en la corte para enviarla a prisión… Eso tiene que arruinar a cualquiera».
Lucy Hadley, jefa de campañas y políticas de la organización de ayuda para mujeres Women’s Aid, dice que alrededor de 30 mujeres se suicidan cada semana en Reino Unido, y muchas de ellas han sufrido violencia doméstica.
«El nivel de miedo que se necesita para denunciar el abuso doméstico y luego perseguir a alguien a quien amaste y en quien confiaste, que tuvo un nivel de control sobre ti durante años o décadas, y luego llevarlo a los tribunales… Es algo enorme», explica.
«Sin el apoyo adecuado, sin el apoyo de un especialista en abuso doméstico durante todo ese proceso, es una experiencia realmente aterradora y difícil y puede exponerlas a un mayor riesgo, como en este caso».
«Con demasiada frecuencia, para demasiadas víctimas, el apoyo no está ahí».
El dolor de la familia se vio agravado por la sentencia de Falconer en febrero.
Negó haber infligido daño corporal grave (GBH) con intención y se declaró culpable del cargo menor de infligir daño corporal grave y daño criminal.
Fue encarcelado durante tres años y cuatro meses, pero recientemente fue liberado con tobillera electrónica debido al tiempo que había pasado en prisión preventiva.
Kirsty relata que quedó «completamente devastada» cuando se enteró de su liberación.
«Simplemente hace que la gente piense que está bien hacer esas cosas si te dan sentencias tan ligeras», dice.
Damian espera que la historia de Gemma llegue a otras víctimas de abuso doméstico.
«Me imagino a Gemma leyendo su propia historia y reconociendo que está en esa misma situación … Tal vez eso la hubiera hecho cambiar de opinión. Tal vez hubiera dicho: ‘Hay canales de ayuda'», dice.
«Si alguien se encuentra en la misma situación que Gemma, tal vez pueda encontrar algo de solidaridad y un futuro positivo».
«Una persona sería suficiente. Valdría la pena».
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