Se calcula que los seres humanos anatómicamente modernos aparecieron en la Tierra hace 200 o 300 mil años, pero si hablamos de la humanidad como civilización industrial, son apenas dos siglos. Con tantas incógnitas y vacíos gigantescos en nuestra historia, ¿qué tan descabellado es imaginar a una especie avanzada habitando este planeta millones de años atrás? Esa es la Hipótesis Silurian, a cargo de los científicos Gavin A. Schmidt y and Adam Frank de la NASA y la Universidad de Rochester.
La Tierra tiene una edad promedio de 4.500 millones de años. Durante una parte de ese tiempo no fue compatible con la vida, e incluso el oxígeno del que dependemos hoy funcionó como asesino global en su momento. Desde cierto punto de vista, la presencia humana en la Tierra equivale a menos que un parpadeo.
La idea de que no somos los únicos seres «inteligentes» en el Universo es muy popular… ¿pero y si no fuimos los únicos en el planeta? Por supuesto, los humanos compartimos la Tierra con un gigantesco número de especies, sin embargo, me refiero a toda una civilización avanzada, con amplia capacidad industrial y tecnológica, viviendo tal y como nosotros lo hacemos ahora, millones de años en el pasado.
La Hipótesis Silurian
Esa duda nos deja a las puertas de la llamada Hipótesis Silurian, como referencia a los Silurians de la serie Doctor Who (y no al período Silúrico). Los científicos Gavin A. Schmidt del Instituto Goddard de la NASA y Adam Frank de la Universidad de Rochester básicamente se preguntan a través de un estudio de 28 páginas qué clase de rastros dejaría una civilización con esas características, y si serían detectables hoy.
En el estudio se explora la relevancia de estas preguntas frente a la famosa Ecuación de Drake, y frente al resto de los planetas en el Sistema Solar (se cree que Venus y Marte eran más habitables antes), pero también destaca las barreras más importantes al tratar de responderlas, comenzando con el pobre registro geológico más allá del período Cuaternario.
La superficie más antigua jamás encontrada está en el desierto de Néguev, y tiene apenas 1.8 millones de años de antigüedad. En otras palabras, cualquier cosa que vaya más allá de los 2.5 millones de años probablemente sea polvo.
Otro problema está en los fósiles. Schmidt indica que la fosilización es extremadamente rara y parcial (muy baja en entornos tropicales, más abundante en zonas áridas), por lo que existen grandes posibilidades de perder en el camino incluso a una civilización industrial de 100 mil años, 500 veces más extensa que la nuestra.
En el caso de objetos artificiales, la situación es igual de mala. A pesar de nuestra intervención a escala global, la urbanización de la superficie terrestre es inferior al 1 por ciento, y a menos que exista un mantenimiento relativamente activo, la naturaleza tiende a reclamar espacios abandonados en cuestión de décadas (Prípiat es un buen ejemplo). Las probabilidades de encontrar evidencia física directa son insignificantes.
Por suerte, no todo está perdido. Schmidt y Frank proponen enfocarse en los rastros químicos que podría dejar una civilización industrial avanzada, y para ello no hay mejor guía que nosotros. La huella humana será detectada millones de años en el futuro. Desde mediados del siglo XVIII, hemos liberado 500 mil millones de toneladas de combustibles fósiles quemando petróleo, carbón y gas natural.
El aumento en la presencia de nitrógeno en ciertos sedimentos (cortesía de los fertilizantes utilizados en la agricultura) es muy significativo. Lo mismo se extiende a las denominadas tierras raras, cada vez más usadas en la fabricación de dispositivos, y alta tecnología en general. Y por supuesto, no debemos olvidar al plástico, con un potencial muy alto de persistencia y detección en el lecho marino.
En resumen, si una civilización industrial antigua hizo las cosas de forma más o menos similar a la humanidad, cualquier vestigio de su existencia tal vez se encuentre en su impacto químico sobre el planeta, y no en fósiles o ruinas.
Construir una civilización depende de una enorme cantidad de factores, pero uno de los más críticos es la extracción y el consumo de energía. Con el paso del tiempo, esa civilización debe adoptar prácticas más sostenibles y eficientes para sobrevivir, lo que lleva a una reducción de ese impacto, sin embargo, no desaparece por completo.
Y, como broche de oro, ¿qué mejor que terminar con un excelente vídeo de Kurzgesagt que explora, justamente, la posibilidad de una civilización anterior a la nuestra. ¡Que lo disfrutes!
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