Las perspectivas de solución diplomática en la crisis entre Rusia y Ucrania se ensombrecen. Justo un día después de que la OTAN y Moscú se vieran las caras en un encuentro “difícil y abierto”, el desencuentro ―verbal, por ahora― ha aumentado mucho. El régimen de Vladímir Putin habla ya de “punto muerto” en el proceso, en palabras del viceministro de Exteriores Serguéi Riabkov, que no ve motivos para seguir dialogando con Occidente. El Kremlin asegura que hará todo lo necesario para “eliminar” lo que considere como “amenazas inaceptables a su seguridad nacional”. En el otro lado, las palabras no son menos duras: “El riesgo de guerra en la región es ahora mayor que en cualquier otro momento de los últimos 30 años”, ha avisado Zbigniew Rau, nuevo presidente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Este jueves se celebraba la última reunión de esta semana, que ha tenido una agenda cargada de encuentros para tratar de empezar a rebajar la tensión entre Rusia, por un lado, y Ucrania y Occidente, por otro. Era la tercera y, en esta ocasión, el foro era la OSCE, el único en el que Ucrania tiene representación. Ahí han llegado las declaraciones de Rau, también ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, uno de los países que miran con más recelo cada movimiento de Moscú. Pero no ha sido el único que ha hablado, también lo ha hecho el representante de Rusia en la organización, Aleksandr Lukashevich: “Si Moscú no escucha en un tiempo razonable una respuesta constructiva a las propuestas que ha hecho, y si la conducta agresiva hacia Rusia continúa, se tomarán todas las medidas necesarias para asegurar un equilibrio estratégico y eliminar las amenazas inaceptables a la seguridad nacional”.
La opción bélica está sobre la mesa. El pasado 21 de diciembre, el presidente Vladímir Putin amenazó con “medidas de represalia técnico-militares” a cualquier iniciativa “hostil” de la OTAN. Entre estas supuestas amenazas figura el despliegue de armas en Ucrania porque, en opinión de Putin, ello empujaría a Kiev a intentar retomar Crimea ―que Rusia se anexionó con un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional en 2014― o la región del Donbás, donde tropas separatistas apoyadas por el Kremlin y el Ejército ucranio se enfrentan desde hace ocho años.
Esta jornada, el viceministro Ryabkov subrayó esta idea en una entrevista del canal RTVI. “Los especialistas militares, como se ha dicho oficialmente, ofrecen variantes continuamente al presidente por si empeora la situación”, subrayó el alto cargo. “Esto es un tema difícil, no se debe agitar en el espacio público porque la situación ya es inestable; se debe dar una oportunidad a la diplomacia”, agregó Ryabkov, que el lunes encabezó la delegación rusa en las negociaciones bilaterales con Estados Unidos que tuvieron lugar en Ginebra.
Estrategia aliada
Pero si llega ese momento, Moscú sabe que se tendrá que enfrentar a “sanciones enormes”, según suelen decir con cierta retórica grandilocuente las autoridades occidentales, en el campo económico, político y diplomático. Esos castigos planeados para cuando llegue el caso no se han dado a conocer como parte de la estrategia aliada. No obstante, este jueves el Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, ha sugerido algunas de las cosas que estarían sobre la mesa. “Ciertamente hay un vínculo entre la situación militar en Ucrania y esta infraestructura [el gaseoducto Nord Stream 2]. Es obvio”, ha contestado el político español cuando se le ha preguntado específicamente sobre el tema.
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La puesta en marcha de este gaseoducto, que une Rusia y Alemania a través del mar Báltico sin atravesar otro país, está ahora suspendida por exigencia del regulador alemán. Así lo ha recordado Borrell, quien ha advertido que esta es una “infraestructura privada” y que “no contribuye a la autonomía energética de Europa”, motivo por el que la Comisión no la ha señalado como “prioritaria”, pese a la clara apuesta alemana por este gaseoducto y el gas natural procedente de Rusia.
No será fácil reconducir las negociaciones entre todos los actores. Las condiciones de partida que plantea Moscú son algo más que una posición de máximos para ir reduciendo las exigencias durante la negociación. De hecho, fuentes diplomáticas europeas las ven como una excusa que le permita justificar que se levantan de la mesa. Rusia demanda que la OTAN cese en su adhesión de nuevos miembros y vuelva a sus fronteras de 1997, justo antes de la inclusión de Polonia, los países bálticos y otras naciones de Europa del este. La Alianza Atlántica y el Kremlin firmaron aquel año un acuerdo para la expansión pacífica de la OTAN. Esto, tanto para la Alianza Atlántica como para los demás actores, es inasumible porque supone cercenar la soberanía de aquellos países que quieran ingresar en la organización militar occidental y, además, volver a la lógica de esferas de influencia y Estados satélites que imperaba en la Guerra Fría.
En cualquier caso, tras esta intensa semana de reuniones parece haberse agotado la vía del diálogo, según Ryabkov. “Estados Unidos y sus aliados nos dicen ‘no’ en elementos clave de los textos, y donde dicen ‘sí, discutamos más’ son historias secundarias a que la OTAN no se expanda”, aseguró Ryabkov, quien no encuentra un motivo para más reuniones: “Sin aclararse si hay algún margen de flexibilidad en el otro lado para trabajar en temas serios, no veo ninguna razón para sentarnos en los próximos días, para reunirnos y comenzar de nuevo con estas mismas discusiones”. Esas “historias secundarias” a las que se refiere fueron detalladas el miércoles por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, cuando habló de “transparencia en los movimientos” y discutir sobre los arsenales.
El fantasma de una guerra abierta en Ucrania volvió a avivarse en noviembre, cuando la inteligencia estadounidense detectó el despliegue de más de 110.000 soldados rusos, blindados y artillería alrededor de sus fronteras. “Sobre los movimientos en nuestro territorio, qué rutas nos recomiendan usar los americanos, no creo que sea necesario explicar que estas exigencias son inaceptables”, afirmó esta misma jornada el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. El jefe de la diplomacia rusa respondió que las negociaciones han ido “cómo esperábamos” y tachó de “arrogante” y “sin compromiso” a la parte occidental.
El ministro de Exteriores ucranio, Dmitro Kuleba, ha hecho balance de las negociaciones de esta semana y ha resaltado la “unidad inquebrantable” mostrada por Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea, “lo que destruyó las esperanzas de Rusia de hacer pactos con Washington “al margen de las partes interesadas”. El jefe de la diplomacia ucrania también ha destacado que Kiev espera “desarrollar aún más sus lazos con la OTAN” y fijó en rojo la próxima cumbre de Madrid en junio, que “deberá reforzar el compromiso de la alianza para defender su política de puertas abiertas”. A esa unidad también se ha referido Borrell cuando ha subrayado los más de 100 contactos por diferentes canales que se han producido entre Estados Unidos y sus aliados desde noviembre para intercambiar información sobre la situación y sus puntos de vista sobre esta crisis.
Momento crucial
“Ahora viene el momento más crucial”, ha apuntado Kuleba, que ha advertido de que Rusia continúa reforzándose junto a sus fronteras y en la región separatista del Donbás. “[Occidente] no debe escatimar esfuerzos para garantizar que Rusia reduzca la escalada. Las consecuencias de una nueva invasión rusa de Ucrania serían devastadoras para Europa”, ha valorado el ministro, que ha solicitado a sus aliados que no preparen solo un paquete de sanciones económicas y medidas políticas, sino que también envíen material bélico defensivo a sus fuerzas armadas.
Precisamente, este miércoles, otro viceministro de Exteriores ruso Aleksandr Grushkó ha señalado tras su reunión con los miembros de la OTAN en Bruselas que la condición para la desescalada militar rusa en torno a Ucrania es que la Alianza retire sus instructores del país y cese de enviar armamento.
Pese a la falta de diálogo, el Ministerio de Exteriores ruso ha anunciado que la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, se reunirá con Lavrov en Moscú el próximo martes. Una de las cuestiones que abordarán será el gasoducto Nord Stream 2, completado a finales de diciembre, aunque aún inoperativo por no haber sido certificado por Bruselas.
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