Macron ofrece “autonomía” a Córcega tras dos semanas de disturbios | Internacional



El presidente francés, Emmanuel Macron, embarcado en la campaña electoral para la reelección, intentó este miércoles atajar los disturbios callejeros en Córcega con una oferta inesperada: un diálogo que podría desembocar en la autonomía de la isla. La condición para el diálogo es que se restablezca la calma tras casi dos semanas de protestas por la agresión sufrida en la cárcel por Yvan Colonna (61 años), el nacionalista corso condenado a cadena perpetua por el asesinato, en 1998, del prefecto Claude Érignac.

Nadie en París parecía acordarse ya de esta isla francesa en el Mediterráneo con una lengua propia y, durante décadas, con un grupo terrorista que perseguía la independencia. Córcega ya no era un problema. El Frente de Liberación Nacional corso (FLNC) había depuesto las armas en 2014. Los nacionalistas gobiernan desde hace años con cómodas mayorías. Y, pese a las tiranteces con el presidente Macron, los problemas que durante estos años preocuparon a la isla, al país y al mundo eran otros: los chalecos amarillos, la covid, Ucrania.

Pero la pax corsicana ha empezado a tambalearse en las últimas semanas. Los altercados inflaman las principales ciudades de la isla natal de Napoleón Bonaparte. Los manifestantes, en su mayoría adolescentes y jóvenes, atacan edificios públicos y se enfrentan a las fuerzas del orden. “Statu franceses assassinu!” (“¡Estado francés asesino!”), gritan.

El FLNC amenazó este miércoles con retomar las armas, mientras el ministro del Interior, Gérald Darmanin, llegaba a la isla con una oferta para calmar los ánimos. “Estamos dispuestos a ir hasta la autonomía”, declaró al diario Corse Matin.

El detonante de la crisis fue la agresión a Colonna, el 2 de marzo, en la prisión de Arlés, en el sur de la Francia continental. Colonna quedó en coma. El agresor era un preso islamista que supuestamente atacó al corso por haber blasfemado. Los manifestantes en Córcega acusan al Estado de no proteger al afectado y critican a París por negarse a acercar a la isla a los “presos políticos”, como les llaman.

Los reproches de los manifestantes no se dirigen solo a París. También acusan a los dirigentes nacionalistas de la isla, como el presidente del Ejecutivo local, el autonomista Gilles Simeoni, de no haber arrancado ninguna concesión sustancial de Macron desde que este llegó al poder en 2017. Simeoni, antes de entrar en política, fue abogado de Colonna.

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En 2018, cuando Macron visitó Córcega por primera vez en calidad de presidente, rechazó tres peticiones centrales de los nacionalistas: la amnistía de los presos, el reconocimiento de cooficialidad de la lengua corsa y la exclusión de los no residentes de la compra de propiedades en la isla para preservar la costa y frenar la expansión inmobiliaria.

El presidente, en aquella ocasión, entreabrió la puerta a otra petición: el reconocimiento, en el marco de una reforma constitucional más amplia, de la particularidad de la isla en la muy centralista Constitución francesa. Pero la reforma constitucional quedó archivada y con ella el debate sobre el estatuto de Córcega.

El resultado: casi nada se ha movido en estos años. Y Simeoni, un nacionalista no independentista con un talante moderado que, a priori, garantizaba una sintonía con Macron, aparece ahora ante los nacionalistas más duros como blando que se ha dejado tomar el pelo por París.

Los jóvenes que salen a las calles y se enfrentan a las fuerzas del orden —”la generación Colonna”, les llaman en la prensa— pueden sacar pecho y alegar que, en diez días de disturbios, han logrado del Estado más que los políticos corsos en cinco años de Macron. En unos días, el Gobierno francés ha suprimido el estatuto de “detenido particularmente señalado”, lo que permite acercar a Colonna y otros condenados a la isla, y ha puesto la autonomía sobre la mesa.

No es poco. Pero el problema será definir qué es la autonomía. “Hay que debatir de ello, y esto toma tiempo, porque se trata del futuro de los corsos”, dice Darmanin en Corse Matin. El ministro añadió: “Todo es posible en la discusión que podamos tener. Pero, de entrada, hay una condición previa, que es el retorno a la calma”.

En Francia, solo el archipiélago de Nueva Caledonia, situada en las antípodas del globo terrestre, disfruta de una autonomía comparable a la de las comunidades autónomas españolas o los länder alemanes. “Son palabras importantes que abren una perspectiva”, reaccionó Simeoni a la oferta de Darmanin, “pero ahora conviene desarrollarlas y concretarlas”.

La oferta de Darmanin tampoco es nueva. En 2019, durante otra visita a la isla, Macron ya habló de una “autonomía en la República”. Es decir, dentro de un marco constitucional que deja muy poco margen para que una parte del país apruebe por su cuenta sus leyes y políticas. La autonomía —si, como desean los nacionalistas corsos, es al estilo español— difícilmente podrá realizarse sin una profunda reforma constitucional en Francia.

No ocurrirá hoy, ni sin duda antes de las elecciones presidenciales del 10 y el 24 de abril, dominadas por la guerra en Ucrania. Pero los gestos de París, y la visita del ministro Darmanin, “ilustran la inquietud” ante el aumento de la violencia, como resume el diario Le Monde. Era un incendio que nadie esperaba. Y, mientras Colonna se debate aún entre la vida y la muerte, Macron, favorito para la reelección, moviliza a sus tropas para que el incendio no se extienda.

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