Biden ofrece más gas a Europa pero pide mano dura contra Rusia | Internacional



Bruselas, la capital de las instituciones europeas, se ha convertido este jueves en el gran teatro de Occidente, el buque insignia de una forma de concebir el mundo frente a la agresión de Rusia contra Ucrania. Es “el centro del mundo libre”, ha definido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, poco antes de adentrarse en la sede del Consejo Europeo, donde ha arrancado la cumbre de los líderes de los Veintisiete, con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, como invitado extraordinario. El estadounidense acude a la cita con la petición para sus aliados europeos de seguir torciendo el brazo a Moscú mediante un nuevo paquete de sanciones que acaben por asfixiar al régimen de Vladímir Putin: esta vez las importaciones de energía rusa se encuentran en el punto de mira. Biden llega también a Bruselas con una oferta jugosa que hacer a los europeos en forma de gas natural licuado (GNL). De algún modo, dos de los debates más calientes de la UE —las sanciones y la energía— parecen condenados a juntarse.

Los líderes se han movido por distintos escenarios de una ciudad atascada, surcada por caravanas de coches blindados y bajo el zumbido de los helicópteros. Los aliados internacionales que han plantado cara a Putin han cerrado filas con tres cumbres (OTAN, G-7 y Unión Europea) para coordinar los siguientes pasos de las represalias por la invasión rusa de Ucrania. Las citas han marcado el inicio de una cuenta atrás hacia el fin de las importaciones energéticas rusas, con el presidente de EE UU dispuesto a cubrir buena parte del gas consumido en Europa. Pero su presencia marca también la exigencia de un endurecimiento de las sanciones que podrían llevar a una ruptura casi total con Rusia.

“La idea de la unidad de Europa en su conjunto, no solo la OTAN, el G-7 y esta organización, realmente es lo más importante que podemos hacer para parar a este hombre que en nuestro país creemos que ya ha cometido crímenes de guerra”, ha asegurado Biden a su llegada al encuentro con los líderes de los Veintisiete.

El líder norteamericano lleva tiempo tratando de que los aliados europeos se le unan en los siguientes pasos de represalias frente a Moscú. Pero la UE parece reticente a seguir ese camino. Hasta la fecha se han aprobado cuatro paquetes de sanciones, algo que muchos países ya consideran un paso histórico y, algunos, incluso suficiente: de momento, se ha atacado a empresas estatales y vinculadas a lo militar; se ha golpeado la industria y el sector bancario; se ha cercado a las élites rusas vinculadas al Kremlin y hasta prohibido los productos de lujo. Ya no queda mucho más margen para golpear en la mesa con contundencia: el siguiente gran paso implicaría cerrar el grifo de las importaciones energéticas de Rusia, que le aportan unos 700 millones de euros diarios a las arcas rusas. La UE importa el 90% del gas que consume, del que Rusia proporciona más del 40%. Además, el 27% de las importaciones de petróleo y el 46% de las importaciones de carbón también proceden del vecino euroasiático.

Cerrar de un plumazo este comercio supondría un batacazo durísimo para Moscú. Y hay varios países, sobre todo los del Este, que sienten muy de cerca el aliento de la amenaza rusa en sus fronteras, dispuestos a darlo. El problema es que el zarpazo podría volverse un bumerán de consecuencias fatales para la UE. Y un buen puñado de países, con Alemania al frente, consideran que equivaldría a dispararse un tiro en el pie. Se corre el riesgo de provocar cierres de industrias y agravar aún más un escenario ya de por sí complicado. De momento, la unidad de los Veintisiete se encuentra cómoda en un escenario más tímido: profundizar en las sanciones ya existentes y cerrar posibles agujeros que haya encontrado Rusia para evitarlas.

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Tras la cumbre de la OTAN y del G-7, el canciller alemán, Olaf Scholz, ha reiterado que el embargo de gas, petróleo y carbón no entra en sus planes de momento. Y prefiere moverse en un campo en el que las sanciones ya impuestas sigan haciendo efecto: “Las mantendremos el tiempo que sea necesario y revisaremos su efectividad una y otra vez”, ha dicho Scholz.

Aunque desde Bruselas se niega que ambos debates —sanciones y energía— estén conectados, sí parecen funcionar como vasos comunicantes. La Comisión Europea tiene previsto emitir dos comunicados conjuntos con la Casa Blanca. El primero mencionará cómo profundizar en las represalias contra Rusia; el segundo contendrá una oferta en forma de miles de millones de metros cúbicos de flujo de GNL estadounidenses hacia el bloque comunitario.

Los detalles de esta oferta que Biden trae bajo el brazo aún no han sido desvelados. Pero podría moverse en el entorno de las cifras que se han visto en enero y febrero: si tradicionalmente Estados Unidos aportaba en estos meses en torno a 2.200 millones de metros cúbicos de GNL, este año, mientras los soldados rusos cercaban Ucrania con sus botas, los envíos se han duplicado: se mueven en el entorno de los 4.400 millones de metros cúbicos mensuales. “La idea es seguir con esta tendencia”, reconoce un alto funcionario del Ejecutivo comunitario.

Von der Leyen ha asegurado que se ha abierto “un nuevo capítulo” en los lazos energéticos con el otro lado del Atlántico con el que se prevé sustituir el GNL de Rusia con el estadounidense. Las cifras, en cualquier caso, son bajas: el grueso de este combustible aún viaja de Rusia a la UE por tuberías.

EE UU ya es el principal suministrador GNL en Europa con un 44% de las importaciones europeas en enero de 2022, según datos de la Comisión Europea. La aportación se ha disparado un 2.418% desde el acuerdo de julio de 2018, suscrito por los entonces presidente de EE UU, Donald Trump, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. El volumen de exportaciones estadounidenses pasó rápidamente de 3.000 millones de metros cúbicos al año a más del doble. Y en 2021 se situaron en 22.100 millones de metros cúbicos, según la Comisión.

El GNL, sin embargo, es todavía una parte pequeña del mercado y solo representa el 18% del consumo total de gas, según cifras del centro de estudios Bruegel. De hecho, la Comisión calcula que las exportaciones de EE UU solo cubren el 6,6% del consumo energético en la UE, muy lejos del 45,6% que cubre Rusia.

La reunión del G-7 en Bruselas ha apostado por reducir esa dependencia de Rusia. Y las siete potencias industriales del bloque occidental se han comprometido “a apoyar activamente a los países que deseen eliminar progresivamente su dependencia del gas, el petróleo y el carbón rusos”.

Bruselas se ha propuesto prescindir de 155.000 millones de metros cúbicos de gas ruso antes de 2030, para lo que necesitaría, entre otras cosas, aumentar en 50.000 millones los metros cúbicos de GNL. La Comisión Europea considera que las importaciones de EE UU se pueden aumentar significativamente si se hacen a un precio competitivo y si Washington suprime procedimientos de licencia de exportación que complican y retrasan las compras.

Bruselas recuerda, además, que la UE ha aumentado sus infraestructuras de regasificación que este año (en enero de 2022) operaban al 74% de su capacidad. En 2021,según datos de la Comisión, 13 países de la UE importaron 80.000 millones de metros cúbicos, con España a la cabeza (21.300 millones), seguida de Francia e Italia.

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