Las grandes potencias occidentales están tratando de que Rusia deje de participar en el G-20. La UE y EE UU quieren que Moscú se retire temporal y voluntariamente de ese foro surgido a raíz de la última crisis financiera y en el que están, además de los siete países más ricos del mundo, otros como China, Argentina, Brasil, México, Indonesia (que ostenta la presidencia este año), Sudáfrica, Arabia Saudí o India, y en el que España suele participar como uno de los Estados invitados. La ofensiva para aislar al presidente ruso, Vladímir Putin, busca convertir a Rusia en un paria internacional, al margen de los organismos que velan por el orden internacional. Pero en el caso del G-20, los occidentales se han topado con la oposición de China, que defiende la presencia de su aliado ruso, según confirman fuentes europeas.
Desde que Vladímir Putin ordenó la invasión de Ucrania, los países occidentales han tratado de castigar a Rusia en todos los ámbitos posibles sin llegar a la guerra abierta con una potencia nuclear. La primera línea de ataque han sido unas sanciones económicas sin precedentes contra una de las grandes potencias militares del mundo: cortar el acceso a sus bancos al sistema de pagos internacionales, congelación de los activos del banco central fuera de su país, prohibición y congelación de propiedades de los oligarcas que sostienen el régimen ruso y de sus propios líderes, como Putin. La otra consiste en apoyar el esfuerzo bélico de Ucrania enviando armas y dinero. La tercera se despliega en el campo diplomático y foros internacionales.
El primer paso fue una resolución en la Asamblea General de Naciones Unidas condenando la invasión que logró un apoyo muy amplio. La condena se aprobó con el voto a favor de 141 de los 193 miembros de la Asamblea y con solo cinco votos en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Rusia y Siria). Pero nada menos que 35 países se abstuvieron, incluidos tres miembros del G-20: China, India y Sudáfrica.
Pekín mantiene desde el momento de la invasión una actitud ambigua que inquieta cada vez más a los occidentales. La abstención en la ONU (tanto en el Consejo de Seguridad como en la Asamblea) se interpretó como un gesto de distanciamiento hacia Moscú. Pero el Gobierno chino se ha negado después a calificar como guerra o invasión la agresión del Ejército ruso contra Ucrania, ha responsabilizado del conflicto en parte a los occidentales y ha dado pábulo a los bulos propagados por Putin sobre un supuesto armamento químico en manos del Gobierno del presidente ucranio, Volodímir Zelenski.
Ante esa posición del gigante asiático, uno de los países europeos partidarios de expulsar a Moscú casi se resignaba y explicaba esta semana que la postura de Pekín convierte esta pretensión en algo muy difícil. Además, tampoco Rusia está por abandonar el foro. De hecho, la agencia Reuters apuntaba estos días que Putin mantiene su intención de acudir a Indonesia a finales de este año, donde se celebrará la reunión.
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Hasta ahora, explican desde uno de los países miembros por derecho del G-20, el funcionamiento y el liderazgo de este grupo suele corresponder a los países del G-7 (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Canadá y Japón). Ellos se convertirían en el motor de un colectivo más grande —y representativo de todo el mundo— en que hay otros 13 países, Rusia entre ellos, y, además, otros invitados. En esta ocasión, el engranaje habitual se habría puesto en marcha, es decir, la proposición por parte de los países más ricos del mundo, pero habría chocado con la posición de China.
Tampoco parece que vaya a resultar fácil el castigo a Moscú en el FMI y en el Banco Mundial, como anunciaron los países occidentales hace dos semanas, al acabar la cumbre europea en Versalles. “Nos aseguraremos de que Rusia no puede obtener créditos u otros beneficios de estas organizaciones”, advirtió entonces la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Pero el régimen de Vladímir Putin se encuentra al corriente de pago con estos organismos y eso dificultaría mucho dar el paso anunciado.
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