Una crisis. Una operación especial. O una “nueva situación”. Con estos términos, pero en ningún momento las palabras “guerra” o “invasión”, ha descrito China los acontecimientos en Ucrania desde que el pasado jueves las tropas rusas obedecieron la orden de su presidente, Vladímir Putin, y asaltaron el país vecino. Este ejercicio de contorsionismo diplomático subraya el dilema del Gobierno chino, que intenta dar su respaldo a su socio estratégico, pero al mismo tiempo abanderar lo que ha sido uno de sus grandes principios en política exterior, el respeto a la soberanía y la integridad territorial de los Estados.
En la rueda de prensa diaria del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, el portavoz Wang Wenbin ha reiterado este lunes la oposición de su Gobierno a las sanciones de los países democráticos contra Rusia desde la invasión, entre ellas, la exclusión de ese país del sistema SWIFT de pagos bancarios. “Estamos contra el uso de sanciones para resolver problemas, especialmente contra sanciones unilaterales sin un mandato internacional. China y Rusia continuarán su cooperación comercial habitual basada en el espíritu del respeto mutuo, la igualdad y el beneficio mutuo”, ha precisado.
Hasta el momento, China ha optado por una posición de relativa ambigüedad, en la que responsabiliza a Estados Unidos y la OTAN del conflicto por no haber respondido a las “legítimas preocupaciones de seguridad” rusas, y no condena la invasión. Subraya, por contra, la necesidad de que el conflicto se resuelva por la vía diplomática, algo que el presidente chino, Xi Jinping, expresó a Putin en una conversación telefónica el viernes pasado. Ambos se habían reunido en Pekín el 4 de febrero para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, en un encuentro en el que vinieron a proponer un nuevo orden mundial y subrayaron que su cooperación “no tiene límites”: esa conversación ha dado pie a conjeturas acerca de si el mandatario ruso informó a Xi con antelación de sus planes.
“No creo que Xi Jinping fuera informado por completo sobre los acontecimientos que iban a llegar, desde luego. Y puede que, en realidad, la parte china tampoco apoye por completo la invasión, que por supuesto no llaman así”, apunta Mikko Huotari, director del centro de estudios alemán Merics, especializado en China. “No creo que Pekín esté muy contenta con la escalada militar en Ucrania, o que estuviera preparada para ese escenario”.
China votó el viernes por la abstención ante la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pretendía condenar a Rusia por la invasión. Era una posición similar a la que había adoptado ante otras operaciones militares previas de Moscú en países vecinos, en 2008 en Georgia y en 2014 acerca de la anexión rusa de Crimea. “China dará apoyo a Rusia en la ONU donde le sea posible”, al menos de “modo tácito”, apunta Huotari.
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“Pekín trata de alcanzar un equilibrio imposible al buscar tres metas de manera simultánea: una asociación estratégica con Rusia, el compromiso con sus tradicionales principios de “integridad territorial” y “no injerencia”, y un deseo de minimizar daños colaterales derivados de las sanciones estadounidenses y europeas. Pekín no puede lograr estos tres objetivos incompatibles”, ha escrito Evan Feigenbaum, vicepresidente de estudios del Carnegie Endowment for Peace, en el blog de la institución. “La elección casi segura de China será abandonar sus principios, y priorizar consideraciones prácticas y su política de potencia”.
La gran prueba sobre la posición efectiva de China será su comportamiento ante esas sanciones internacionales contra Rusia que ha tachado de “ilegales”. Si ayuda a Moscú a paliar su efecto o incluso a evadirlas. Ya en 2008 y 2014 le tendió una tabla de salvación con medidas como la firma de un acuerdo para la compra de gas ruso por valor de 360.000 millones de euros. Este mes, los dos países firmaban más acuerdos para el suministro de gas y petróleo rusos para los próximos 25 a 30 años por valor total de 117.500 millones de dólares (unos 105.000 millones de euros). Y en un gesto simbólico, China levantaba esta semana las restricciones a la entrada de trigo ruso, algo que ya habían acordado Xi y Putin en su reunión.
“Es un paso táctico y práctico para asegurar el suministro de trigo a la propia China”, deficitaria en la producción de grano para su población de 1.400 millones de personas, apunta Huotari.
En otros sectores económicos, Pekín podría extender también su mano a través de sus bancos estatales Eximbank y Banco de Desarrollo de China. “En intercambios económicos, es una situación que beneficia a China, y hará uso de ella. El sector finanzas será clave, aunque es más complicado”, explica Huotari. Menos del 20% del comercio bilateral está denominado en yuanes, y menos del 15% de las reservas rusas están en esa moneda. A los acuerdos energéticos ya firmados se podría sumar el que se negocia desde hace meses para la construcción de un nuevo gasoducto desde Siberia, el llamado Power of Siberia 2. China también podría convertirse en salvavidas de Moscú en el área de las telecomunicaciones y la tecnología, aunque su sector de semiconductores aún no está lo suficientemente maduro como para ser un sustituto viable en el área de armamento.
De momento, parece que China mantiene su cautela respecto a la posible ayuda financiera. Al menos dos grandes bancos comerciales chinos —ICBC y Bank of China― han dejado de financiar compras de materias primas rusas, según publicaba Bloomberg este fin de semana. El sábado, un alto funcionario estadounidense indicaba que por el momento Pekín no había movido ficha. “Los últimos indicios apuntan a que China no ha salido al rescate” de Moscú, aunque hacerlo infligiría “un profundo daño” a la reputación internacional del Gobierno de Xi, según el alto funcionario.
Desde el punto de vista económico, “una relación comercial más estrecha con China podría ofrecer cierta ayuda en el caso de las sanciones occidentales, pero no es probable que pueda paliar por completo el impacto del creciente desacoplamiento de Rusia con la Unión Europea. Es así en general, pero sobre todo para las exportaciones de energía y las importaciones de productos farmacéuticos. En esencia, el pívot de Rusia hacia China no puede ofrecer una solución inmediata al comercio de Rusia, aunque quizá a largo plazo cada vez más”, apunta Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis, en una nota.
La guerra en Ucrania también pone a examen la solidez de la alianza chino-rusa. Aunque coinciden en sus fines —establecer un nuevo orden mundial en el que Estados Unidos ya no sea la primera potencia—, sus métodos son distintos. Rusia prefiere acciones desestabilizadoras, mientras que China se presenta como un socio fiable, amigo de la estabilidad y la prudencia. Según apuntaba en una videoconferencia organizada por el centro de estudios CSIS Andrea Kendall-Taylor, del Center for a New American Security, hasta ahora la amistad entre los dos Gobiernos “se ha hecho cada vez más intensa sin que ninguna parte haya tenido que pagar un precio por ello. Eso puede ponerse a prueba en este caso”.
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