Francia: La sombra de la traición acecha a Marine Le Pen | Internacional



La sombra de la traición acecha de nuevo al partido de Marine Le Pen. Al reguero de miembros del Reagrupamiento Nacional (RN) que se han unido últimamente a las filas de su rival en la ultraderecha, Éric Zemmour, amenazan con sumarse algunas de las figuras más reconocibles del tradicional partido de extrema derecha. Una de ellas le duele especialmente a Le Pen, la de su sobrina Marion Maréchal. Y eso que no debería sorprenderse. Al fin y al cabo, la del antiguo Frente Nacional es una historia de traiciones y puñaladas que, en muchas ocasiones, han apuntado al corazón mismo de la familia Le Pen, hasta hoy indisociable del relato de la formación extremista. La propia Marine sabe que a veces hay que tomar decisiones drásticas: expulsó a su padre, Jean-Marie, del partido que había fundado en 1972 tras tomar las riendas de este cuatro décadas más tarde.

Aun así, el goteo constante de deserciones y declaraciones de apoyo a Zemmour ha provocado una guerra de nervios en el RN. Hasta el punto de que su jefa se ha visto obligada a lanzar un ultimátum: quien quiera irse, que se vaya. “Pero que lo haga ya”, dijo el fin de semana en Madrid, durante una cumbre de líderes de extrema derecha organizada por Vox. Junto a la candidata presidencial viajaba el eurodiputado y antiguo número dos del partido, Nicolas Bay, uno de los que se cita como inminente desertor, aunque este por el momento ni confirma ni desmiente, para exasperación de su todavía jefa.

Hastiada, Le Pen volvió a arremeter esta semana contra los potenciales Nicolas Bay de su partido. “La mentira que consiste en hacer creer que se está en un equipo, sabotearlo desde dentro y jugar para el equipo contrario asquea a los franceses”, dijo en la emisora Europe 1. En la entrevista, acusó a Zemmour de “ofrecer muchas cosas: investiduras, puestos, promesas” y hasta “medios financieros”, un extremo negado por el campo contrario. En la tarde del miércoles, la líder de ultraderecha organizó una videoconferencia con un millar de miembros del partido para ”removilizar” a las tropas, según la emisora Franceinfo. De la lista se acababa de caer, horas antes, una consejera regional del sur del país por avalar a Zemmour (los candidatos presidenciales deben reunir 500 firmas de alcaldes, parlamentarios y diputados en asambleas locales para poder postularse). Tras acusarla de “perjurio”, Le Pen anunció su “exclusión” del RN. También han dado el paso zemmourista al menos tres eurodiputados, entre ellos Gilbert Collard, una de las figuras más mediáticas del RN, y Damien Rieu, personalidad destacada de grupúsculos identitarios y asistente parlamentario del cuñado de Marine Le Pen. A ellos se unen otros consejeros regionales y un número no especificado de otros responsables y militantes del RN.

La crispación es tal que el patriarca de los Le Pen ha salido a minimizar la situación. “La traición es una costumbre en la política”, recordó.

Bien lo sabe él, que ha estado en el centro de todas las disputas partidarias y familiares de las últimas décadas. La más dura fue la de 1998: el entonces número dos del partido, Bruno Mégret, provocó una escisión de la formación que llegó a hacer dudar de su futuro. Marie-Caroline Le Pen, la mayor de las tres hijas de Jean-Marie y a la que entonces se señalaba como sucesora de su padre, así como su marido, Philippe Olivier, se unieron a Mégret, lo que hizo que la familia dejara de hablarse durante años y que, finalmente, el patriarca eligiera a su hija menor, Marine, como su delfín.

Cuando esta tomó las riendas del partido, en 2011, inició un proceso de “desdemonización” del FN que acabaría llevándose en 2015 por delante al fundador de la formación y padre de la nueva líder, que la acusó de “parricidio”.

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Ambos dejaron de hablarse durante años, aunque últimamente ha habido gestos —y fotos— de reconciliación, consumada ahora en el respaldo público de Le Pen padre a Le Pen hija, en momentos en que otros abandonan el barco del RN, incluida, posiblemente, la nieta favorita del patriarca y, durante mucho tiempo, considerada su verdadero delfín. La semana pasada, Marion Maréchal, que oficialmente abandonó la política tras las elecciones de 2017 —y el apellido Le Pen—, pero que nunca ha dejado de coquetear con ella, anunció que está “reflexionando” sobre a quién apoyar en abril. Aunque “ninguna decisión ha sido tomada aún”, dejó caer que si acaba apoyando a Zemmour no ejercerá de mera espectadora. “Si apoyo a Éric, no será solo para dejarme ver y decir coucou (hola)”, dijo. Rápidamente, su tía calificó de “brutales, violentas” sus declaraciones, sobre todo en vista del “aspecto personal” de su relación.

Si hay tanto nerviosismo es porque las nuevas “traiciones”, tanto las consolidadas como las presentidas, llegan en un momento especialmente delicado para Marine Le Pen. Hasta la irrupción de Zemmour, a finales del verano pasado, la líder ultra era considerada en todas las encuestas como la candidata segura a pasar a la segunda vuelta contra Emmanuel Macron, como ya sucedió en 2017. Pero el fenómeno Zemmour lo ha revuelto todo.

Aunque sigue levemente por delante de su principal rival, la candidata conservadora Valérie Pécresse, y a varios puntos del propio Zemmour, la división del voto más derechista que está provocando el polemista podría hacer bajar los baremos para clasificarse a la segunda vuelta, lo que hace peligrar ese puesto que Le Pen —y muchos analistas— consideraba casi seguro hace no tantos meses. Las de abril son además las terceras elecciones a las que se postula Le Pen, quien no ha logrado borrar del recuerdo su desastrosa actuación en el debate de la segunda vuelta contra Macron, algo que, junto con su derrota final, erosionó gravemente su liderazgo.

Si no logra siquiera pasar de nuevo a la segunda vuelta, su fin podría estar más cerca aún de lo esperado. Lo expresaba crudamente en enero uno de sus antiguos apoyos y hoy portavoz de Zemmour, Jean Messiha. “Desde 2011, Marine Le Pen se ha beneficiado de un contexto extremadamente favorable. ¿Y cuál es el resultado? El RN tiene un puñado de diputados en la Asamblea Nacional, un puñado de ayuntamientos, ninguna comunidad, ningún departamento y ninguna región”, resumió en la revista Valeurs Actuelles los pobres resultados del partido de extrema derecha con Le Pen al frente pese a tener, al menos hasta ahora, una sólida base de votantes.

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